Félix Maraña
Pero lo suyo es montar
Félix Maraña
Pero lo suyo es montar
Hugo Garciamarín
A veces, detrás de las grandes decisiones no hay cálculos complejos ni
análisis brillantes. A veces, simplemente, hay un nudo en la garganta”. Así
inicia Pablo Iglesias su libro Verdades a la cara. Recuerdos de los
años salvajes —producto de varias entrevistas realizadas y
editadas por el periodista de eldiario.es, Aitor Rivero— en el
que narra sus experiencias como líder político de Podemos. El libro más que
unas memorias es un análisis político en primera persona de los últimos siete
años de la política española.
Verdades a la cara resulta útil no sólo para los
interesados en la política de España, sino a todos aquellos que buscan
comprender la política real y las motivaciones detrás de la lucha por el poder: los
medios de comunicación, los grandes empresarios, la derecha y la ultraderecha
son recurrentes en el relato. Todo esto contado con la soltura al
hablar que le caracteriza a Iglesias, pero con la libertad de saber que su
papel ya no es el de conseguir votos, lo que le permite decir las cosas tal y
como las piensa. Por ejemplo, de José Manuel Villarejo dice
que “…es fundamentalmente un producto mediático. No es James Bond, no
es un gran espía. Es un huelebraguetas especializado en
buscar secretos, vicios, cocaína, prostitutas… y vendérselo a medios de
comunicación para destruir reputaciones”.
El libro está dividido en seis apartados, pero desarrollaré tres ideas que
considero resaltan durante su lectura. En primer lugar, la política es
contingencia. Aunque Iglesias y sus compañeros conjugaban muy bien la
teoría con la práctica, y en el mismo texto se hacen análisis que explican los
caminos que decidieron tomar, en muchas ocasiones los resultados de sus
acciones no fueron planificados: no se planeaba un triunfo de tal magnitud en
las elecciones europeas de 2014, ni que las izquierdas tradicionales les dieran
la espalda, ni ir a las segundas elecciones generales en 2016, ni siquiera,
aunque sabían que el poder reaccionaría virulentamente contra ellos, la forma en
la que serían acosados: “uno puede teorizar lo que significa que te partan la
cara, pero no hay universidad que te prepare para que te den un puñetazo”.
La política, sugiere Iglesias, es particularmente hostil para quien quiere
transformar realmente las cosas. “La política a nuestro nivel —recuerda que
le dijo en alguna ocasión Álvaro García Linera— implica convertirse en un
monje. Y tenía razón”. Considera que se tiene que asumir que hay muchos
enemigos y que casi no hay momentos de felicidad. Que todo lo que digas, en
privado o en público, puede ser usado en tu contra y que tu honorabilidad
siempre está en juego. No hay espacio para la tranquilidad y en
ocasiones las decisiones son motivadas por la responsabilidad y no por
ambiciones personales. Así lo explica:
El 26 de enero de 2019, Irene y yo habíamos decidido dimitir a todos
nuestros cargos y dejar la política […] Habían pasado pocos días desde que
Iñigo Errejón y Manuela Carmena habían anunciado, por sorpresa, la creación de
una nueva formación política. La situación era muy difícil. Habíamos llamado a
algunas personas del partido y de fuera para que se pusieran al frente de una
candidatura a la Comunidad de Madrid. Nadie quería. […] Teníamos dos bebés e
Irene, aunque aún no lo sabíamos, estaba embarazada de Aitana. Merecíamos una
vida más llevadera. […] Entonces, sonó el teléfono. Era Pablo Echenique.
“Me presento yo a la comunidad de Madrid si hace falta”, me dijo. Se me formó
un nudo en la garganta y rompí a llorar. Se lo conté a Irene, que se echó a
llorar también.
En segundo lugar, la política y el poder realmente existente. A partir de su experiencia, relata que el gobierno no necesariamente gobierna, sino que hay un Estado profundo que se sostiene en tres poderes: el jurídico, el policial y los medios de comunicación. Todos ellos están conformados por actores claramente reconocibles, que comparten historias, restaurantes y financiadores. Ante ellos, el gobierno en varias ocasiones puede hacer poco para contenerlos. Un ejemplo de esto fue que el acoso que sufrió en su domicilio, y que afectó a toda su familia, fue realizado por un sindicato ultraderechista de policías nacionales, sin que nadie pudiera detenerlos, pese a las reiteradas denuncias y que las agresiones eran cada vez más hostiles. Acoso que, además, era fomentado por medios de comunicación, quienes no sólo lo difamaban y calumniaban constantemente, sino que además hostigaban hasta a la cuidadora de sus hijos. Iglesias reprocha la falta de espíritu democrático de mucha gente que decidió callar en lugar de condenar la situación. Mientras se tratara de él, todo estaba permitido. El mensaje del Estado profundo era claro: “no te merece la pena a nivel personal. No te metas. No luches, no pelees. No defiendas aquello en lo que crees”.e of Chaos is licensed under CC BY 2.0.
La lectura, inevitablemente, lleva a pensar cuál debe ser entonces la
postura que las izquierdas deben tomar frente al poder. Pablo Iglesias se
desmarca del ultraizquierdismo y su rechazo a luchar por el poder estatal: “(…)
si tu revolución da menos miedo a los empresarios que subir el SMI (el salario
mínimo interprofesional) a lo mejor el problema no está en ser reformista o
revolucionario, sino en el poder que tenemos para cambiar las cosas”. Pero al
mismo tiempo reivindica la idea de que sin brújula ideológica no tiene sentido
hacer política, o dicho de otra forma, en realidad no se disputa el poder. Iglesias
se reconoce dentro de una tradición comunista cuyo triunfo histórico es que
llegó a cogobernar el país, tomando decisiones difíciles, sí, pero sin ceder en
sus convicciones. Su programa, en realidad, “era un modesto programa
socialdemócrata” que, a la fecha, sigue abriéndose el camino paulatinamente:
“esta es, básicamente, la premisa del pesimismo de la inteligencia y el
optimismo de la voluntad”.
En tercer lugar, la política y la lealtad en las izquierdas. El
libro no se caracteriza por la autocrítica, si bien Iglesias enuncia que “hubo
errores”, no menciona claramente cuáles. Pero algo que sí enfatiza es la falta
de unidad y lealtad en la agrupación. Compañeros de otras latitudes les habían
advertido que, si se dividían, les sería aún más difícil, sino es que
imposible, avanzar. Y aunque al principio de todo juraron que seguirían juntos,
no lo lograron: “la lealtad es un elemento crucial para hacer política desde la
izquierda”.
¿Pero lealtad hacia quién? Iglesias afirma que hacia los ideales y hacia la
agrupación. Durante mucho tiempo, se afirmó que estaba aferrado al sillón, al
cargo como Secretario General y luego como Vicepresidente; pero, según él, tal
y como se vio cuando dejó la política, en cualquier momento pudo hacerse a un
lado e incluso apoyar a Íñigo Errejón, tal y como lo hizo ahora con Yolanda
Díaz. Sobre Errejón, Iglesias no cae en el chisme y no hace público algún
desencuentro en específico. Sólo le acusa de desleal, con él y con el
partido, y sentencia en varias ocasiones: en política “lo que define a uno no
son sus amigos, sino sus enemigos”.
Por último, me gustaría añadir que Verdades a la cara devela
la nueva batalla de Iglesias: la cultural. Afirma que no piensa
regresar a la política institucional, pues ahora es feliz y hace lo que le
gusta: investigar, opinar en medios y leer. Pero esto no quiere decir que haya
renunciado a la política. Mientras deja incierto el futuro de Podemos, pues
afirma que “debe ser útil a cualquier cosa que se arme en el futuro, en lo
electoral o en lo social”; afirma que la derecha ha avanzado en lo cultural y
ahí hay que hacerle frente. Esa es su nueva disputa política y para ello ha
regresado a los medios, en donde se dio a conocer. Hasta el momento parece que
Pablo Iglesias ha conseguido lo que muchos quisieran: dejar la lucha por el
poder en una sola pieza, sin dejar trozos de dignidad en el camino.
Presencia DdA, XVIII/5170
Félix Población
Una circunstancia fortuita, ajena al mundo de la cultura, hizo posible hace unos días que conociera a Pacu Fernández Palma y que sintonizáramos de inmediato, no solo por nuestra común amiga Honda CB sino por los afanes que nos unen en iniciativas tales como la que le ha movido a cambiar de residencia: del centro de Madrid a un pueblecito de Soria con un precioso monasterio cisterciense, Santa María de Huerta.
Que en la provincia de Soria, la más despoblada de Europa, con una pérdida del 41 por ciento de la población en poco más de un siglo, se haya creado la Fundación DEARTE para el fomento y difusión del arte y la cultura, en la localidad de Medinaceli, próxima a Santa María, es algo digno de resaltar. La densidad de población en Soria se sitúa en un 9,2 por ciento, por debajo de los diez habitantes por kilómetros cuadrado que la Unión Europa califica como desierto demográfico.
Sin embargo, desde hace once años, la Fundación DEARTE en la que trabaja Pacu se ha propuesto hacer del palacio ducal de Medinaceli un ámbito de cultura viva, una vez remodelado su magnífico y espacioso patio renacentista, cuya cúpula acristalada permite una actividad permanente a lo largo de todo el año. Miguel Tugores, presidente de la fundación, tiene ubicada allí una exposición estable de arte contemporáneo, fruto de toda su trayectoria como galerista de arte.
En el curso de los últimos años, la agenda cultural de la fundación ha ido incrementando sus actividades, desde Medinaceli Lírico a Medinaceli Jazz, pasando por Medinaceli Teatro, Medinaceli Flamenco y Medinaceli Cine. Los fines de semana, con Los conciertos de Palacio, la música suena en aquella magnífica Ciudad del Cielo con la presencia de pianistas como Martha Santos y el dúo Alba&Medina Hubert Manchado (piano) & Klevis Tusha (cello), este próximo sábado, o Barruezo & Nur Camerta+Virgina Joëlele (danza), el próximo 29 de mayo.
A nuestro don Antonio Machado le gustaría saber que este reguero de arte y cultura está manando en las tierras áridas, frías que él tan a fondo nos hizo ver y sentir con sus versos. Desconozco si la fundación ha tenido para con la obra y memoria del poeta sevillano el homenaje que se merece por parte de una empresa cultural como DEARTE, que tanto hubiese celebrado en vida don Antonio. Sobre la defensa y difusión de la cultura dijo Machado: "Para nosotros, la cultura ni proviene de energía que se degrada al propagarse, ni es caudal que se aminore al repartirse; su defensa, obra será de actividad generosa que lleva implícitas las dos más hondas paradojas de la ética: sólo se pierde lo que se guarda, sólo se gana lo que se da".
Enrique Díez
En Castilla y León, como constata Ignacio Fernández de Mata, la naturaleza de VOX se ha transmutado en las páginas de los periódicos regionales. Por arte de magia, Vox ha dejado de ser un partido de ultraderecha. El calificativo descriptivo ha desaparecido. La razón: esa prensa no quiere poner en riesgo los cientos de miles de euros que reciben de la Junta mediante la mal denominada publicidad institucional. Ni al PP le interesa que le retraten como permanente connivente con los ultras, ni a Vox como fascistas.
El presentador Facu Díaz decía hace poco que Vox es el resultado de Espejo Público. También de Ana Rosa, de Ferreras o de Pablo Motos en el programa el Hormiguero, insisten Kaotico el grupo de punkrock alavés o Antonio Maestre. Saben de lo que hablan, pues ellos conocen de primera mano los medios. Los medios de comunicación han alimentado y amplificado este neofascismo que hoy campa a sus anchas por el Estado español y que es capaz de destruir la democracia en nombre de la democracia. Están educándonos en la aceptación de su discurso de odio como «una opción más». Aplicando la teoría de la equidistancia propia del neofascismo que pretende equiparar el supremacismo fascista con el comunismo colectivo.
Este blanqueamiento utiliza varias estrategias: La normalización de la ideología fascista, presentándola como una opción ideológica más dentro del espectro político; la reproducción de sus mensajes sin crítica, sin confrontación, sin cuestionamiento por parte de los periodistas, como si el discurso de odio fuera admisible en una democracia; incluso banalizando o difundiendo los bulos y fake news que propalan sin análisis ni posicionamiento crítico; es más, también a través de la normalización de sus líderes, que son presentados y entrevistados en los medios, mostrando su «rostro humano», cercano (el New York Times hizo un reportaje de la vida íntima de Hitler el mismo año que sus tropas marcharon sobre Polonia), como si fueran ajenos a la ideología del odio que defienden. Mientras que los antifascistas, quienes luchan y se enfrentan al fascismo, son presentados por estos medios como sujetos violentos y peligrosos.
Estas estrategias tienen una larga tradición, como analiza Layla Martínez. El Daily Mail en los años 30, el diario más leído entonces del país se deshacía en elogios con la Unión Británica de Fascistas (BUF por sus siglas en inglés) y llamaba a los jóvenes a ingresar en sus filas, proporcionando incluso la dirección a la que debían dirigirse para afiliarse. La BUF en solo unos meses pasó a ser un actor político muy importante en la política británica.
Pero el blanqueamiento del neofascismo no solo consiste en dar altavoz y normalizar su presencia y su discurso del odio, sino también en silenciar sus escándalos de forma cómplice. Por poner un solo ejemplo, la información sobre la financiación de VOX por parte del Consejo Nacional de Resistencia de Irán que hasta 2012 figuraba en la lista de organizaciones terroristas de la CIA ha pasado prácticamente desapercibida en los medios, mientras que durante años han bombardeado sistemáticamente con el bulo de la financiación venezolana de Podemos, a pesar de que más de una decena de sentencias judiciales han dicho lo contrario, como explica Pablo MM. Se convierten así en cómplices, actores necesarios en la consolidación y expansión del neofascismo.
No es que no se deba hablar del fascismo, el problema es cómo se habla de él. Se trata, como dicen los expertos y las expertas, de no proporcionarles gratis una plataforma pública de expresión desde la que puedan lanzar sus mensajes de odio, pero también de que sus propuestas políticas no aparezcan como perfectamente homologables a cualquiera otra del espectro político de la representación. Combatir activamente su estrategia de desinformación y de fake news, desenmascarar a los grupos de presión que los aúpan, son labores imprescindibles que debemos exigir a todos los medios de comunicación.
Por eso solo existe una posición: combatir el discurso del odio y enfrentarse frontalmente a aquellos que quieren destruir nuestra democracia. Y para eso, como concluye Antonio Maestre, claro que hay comprometerse ideológicamente: con el antifascismo. Es responsabilidad de los medios de comunicación y de las redes sociales tomar una posición claramente antifascista. Porque no se puede ser demócrata sin ser antifascista. En la escuela y en la universidad podemos y debemos desarrollar una Pedagogía Antifascista, efectivamente. Pero de nada valdrá si a las pocas horas en su casa vuelven a consumiendo noticias que blanquean el neofascismo y propalan el discurso de sus dirigentes sin un claro y decidido posicionamiento crítico. Se necesita a toda la tribu para educar a uno solo de sus miembros. Sin la acción del cuarto poder, los medios de comunicación, y del quinto poder, las redes sociales, poco se puede conseguir. Es urgente y más necesario que nunca, a riesgo de que la débil democracia que aún queda naufrague definitivamente, que se legisle en este sentido. Que la comunidad social, a través de sus representantes, establezcan medios y medidas efectivas para aislar esta peste, como decía Camus, esta enfermedad que corroe y corrompe. Para educar en la democracia, hay que educar en el antifascismo. Desde todos los ángulos y todos los frentes.
El Común DdA, XVIII/5170
Angel Viñas
Este título simplemente refleja mi
creciente perplejidad. Por los círculos universitarios madrileños -y quizá
incluso fuera de ellos- circula en busca de adhesiones un texto de queja al
Defensor del Universitario de la UCM. Me llegó la semana pasada. Precisamente
cuando, después de dos años y tres meses de encierro riguroso en Bruselas a
causa de la pandemia, me disponía a tomar unas cortas vacaciones para ver a mi
hija en su nuevo domicilio en Reino Unido. Cuando este post se publique estaré
allí y alejado de mis papeles y libros. Por vez primera en tal lapso de tiempo.
No sorprenderá que apenas si tardase
treinta segundos en adherirme después de leer el texto en cuestión. No sabía
nada al respecto y no tengo conocimiento directo o indirecto si los hechos narrados
sucedieron como en él se describen o no. Tampoco me parece que se trate de una
broma pesada. En cualquier caso, si lo fuera no se tardaría en descubrir la
superchería.
Para mí llueve sobre mojado. Hace
algunos meses denuncié la orientación del contenido de la petición de VOX,
elevada a la mesa del Congreso de los Diputados el pasado mes de septiembre por
la portavoz adjunta de este partido, la Excma. Señora Doña Macarena Olona.
Solicitaba la retirada del proyecto de ley de Memoria Democrática. Que yo sepa,
nadie se hizo eco del caso. El “sabroso” texto de la petición tampoco se hizo
público. No lo ha exhibido, que yo sepa, VOX ni tampoco ningún órgano de prensa
de los que suelen aparecer digitalmente en mi bien baqueteado ordenador. Sí
leí la noticia de que tal petición había sido desestimada. Escribí un par
de artículos sobre el caso en InfoLibre, para darles mayor
publicidad que la modesta de que goza este blog, y me he permitido hacer una
referencia en un próximo libro, CASTIGAR A LOS ROJOS, en el que
colaboro. Se publica el 15 de junio y haré alusión a él en varias ocasiones en
el futuro.
Se trata de una puesta a punto de las
bases conceptuales, filosóficas, históricas y jurídicas que sirvieron de pauta
a los sublevados del 18 de julio para realizar un sinfín de actos de puro
terrorismo que duró a lo largo de la guerra e incluso después. Y, como es
lógico, nos basamos en evidencias primarias relevantes de época. Las que, por
cierto, jamás ha utilizado el profesor Stanley G. Payne a quien un medio digital
ha sacado recientemente de la oscuridad.
Innecesario es decir que personalmente
me relamo de gusto anticipando las reacciones, si las hubiera, de VOX y del PP
y de los historiadores detrás de ellos. Ya han dado muestras de lo que valen,
en mi opinión, en el curso del debate sobre si el ingeniero e inventor Juan de
la Cierva estaba o no compinchado con la sublevación.
Pues bien, si las concepciones de la
historia de España que tienen puerta abierta en los medios de la derecha sobre
la República, la guerra civil y el franquismo me son familiares, no había
prestado suficiente atención al debate sobre los orígenes de España. Lo que
había leído al respecto había sido obra de, con todo respeto, aficionados o
periodistas. Unos los sitúan en tiempos de los romanos, otros lo hacen en la
época de los visigodos y no faltan quienes los ponen en los comienzos de la
“cruzada” contra los moros invasores. La fecha mítica es el año 711.
No soy tan lerdo como para ignorar que
fuera de España (aunque menos aquí en Bélgica) existen debates similares. Quizá
porque en este país en que vivo la fecha de fundación del Estado belga está
fuera de toda duda. Pero en el caso español la fecha 711 suscita connotaciones
muy parecidas a las que vienen arbolando en Francia Mme Le Pen y el distinguido
“historietógrafo” (tomo la expresión prestada al profesor Albert Reig) Mr
Zemmour. ¿Será que, como en el pasado, todo lo bueno -para unos- y lo malo
-para otros- sigue viniendo de Francia? Había leído que el trumpismo tiene
grandes adherentes en la España democrática, pero quizá la patología
norteamericana en temas de historia esté demasiado alejada de nuestras
latitudes.
En cualquier caso, el escrito que he
firmado denuncia el intento de ocupación de la Facultad de Ciencias Políticas y
Sociología de la UCM el 1º de abril (sin duda la fecha no es una
casualidad: es cuando el invicto general Francisco Franco firmó su famoso
parte final de guerra en 1939). Según dicho escrito para tan solemne fecha se
había solicitado una reserva de sala para que una -para mi desconocida-
“Plataforma 711 para la Reconquista Cultural” pudiera celebrar un acto. A la
vez, en las redes sociales se anunciaba, al parecer, la “toma” de la Facultad.
Obvio es señalar que la fecha de 711
tiene unas connotaciones zemmourianas y lepenistas. El término “Reconquista” no
solo se refiere a una división, más o menos arbitraria, en la historia española
sino también a movimientos perfectamente definibles y definidos en el país
vecino. Incluso copia el nombre del partido de Mr Zemmour. Una casualidad.
El escrito al Defensor del Universitario
cita un programa de una hora de duración (https://www.youtube.com/watch?v=iku5eDrV8no)
en el que un chaval actúa como locutor que explica el acto no autorizado y sus
vicisitudes en una mezcla de estupideces y de ejemplos de proyección. Esta es
una de las características más acusadas de la “teología” e “historietografía”
franquistas: acusar al adversario del tipo de comportamientos propios y que no
se reconocen como tales.
Leyendo algo de lo que se publica hoy en
España sobre la República, la guerra civil y la dictadura no veo una gran
solución de continuidad. Y me pregunto: ¿qué ha fallado en la enseñanza de la
historia desde, digamos, 1976 en adelante para que se haya llegado a esta
situación de banalización de un pasado nada glorioso, con las imprescindibles
muestras de inculpación a otros por los desastres del pasado?
Para mí está resultando obvio que la
labor callada, silenciosa, de los historiadores que vamos a archivos, que
buscamos evidencias que permitan sustentar -o rechazar- unas u otras
interpretaciones, es una condición necesaria para acercarnos a un pasado
tumultuoso. Pero no es una condición suficiente.
Personalmente no tengo tiempo de seguir
la política actual y dos años largos de ausencia total de España no me permiten
tomar el pulso de la calle ni de los colegas. Volcado en la dura tarea de
interpretar el pasado, no tengo tiempo de pensar demasiado en el presente. Por
eso, quizá me sea permitido diseñar un futuro que, para mí, no es deseable en
absoluto.
Si las controversias que más o menos he
seguido de cerca continúan sin dar frutos, dicho futuro no me parece nada
halagüeño. En tanto que historiador lo que me ha preocupado y me preocupa son
los siguientes temas:
§
¿Cómo dotar de recursos materiales
a los archivos de titularidad pública? Su
situación es con frecuencia lamentable. Para terminar el libro que he enviado a
la editorial hace un mes tuve que esperar más de ocho meses a que pudieran
reunirse los materiales necesarios al efecto, Todavía no pueden hacerse
fotografías de los documentos. Hay que atravesar por un largo y lento proceso
de petición a los funcionarios -pocos y sobrecargados de trabajo- para que se
pongan en pdf. El proceso de pago dilata aun más el tiempo que transcurre hasta
recibirlos. Menos mal que por ordenador. Me pregunto: ¿por qué en una
multitud de archivos extranjeros hace años que pueden fotografiarse sin
limitación alguna los documentos consultables? La última vez que estuve en los
Archivos Nacionales británicos pude hacer una media de 800 fotografías diarias.
§
La apertura, silenciosa y en
general silenciada, de ciertos archivos no se ha visto acompañada de un
incremento en las dotaciones de personal. ¿Acaso el
Estado sigue en situación de amenaza de quiebra financiera? Porque el tema dura
ya muchos años. En 1983 mi añorado amigo y compañero Julio Aróstegui y servidor
fuimos a ver a un elevado personaje para rogarle que dotara de medios al
Archivo de la Guerra Civil en Salamanca, ya abierto a la curiosidad de
cualquier investigador (no como en la época de la dictadura). No olvidaré su
respuesta: “pedidme que se construya otro edificio. No que se aumenten los
gastos de personal”. En mi próximo libro en un largo prólogo alabo la
profesionalidad y el espíritu de servicio de los funcionarios y empleados
públicos que sirven en los archivos. ¿Hasta cuándo el orgulloso Estado español
continuará dejando de lado el abordaje de los problemas estructurales de sus
archivos?
§
¿Y qué pasará en el Congreso de
los Diputados con la Ley de Memoria Democrática, si no se aprueba y se blinda
en esta legislatura? Porque si, como avisan observadores
del acontecer político español, un futuro Gobierno que fuese de signo
contrario, es de suponer que PP, Vox y tal vez de los residuos que quedan de
Ciudadanos, no se apresurará a hacerla avanzar. La experiencia muestra que, por
desgracia, en España las variopintas derechas tienen miedo, mucho miedo, a la
historia.
No es de extrañar que haya dado comienzo
a mis vacaciones lleno, muy a mi pesar, de preocupaciones.
Blog de Ángel Viñas DdA, XVIII/5169
Félix Población
España tiene una población total de 46.572.132 personas, de las cuales 23.739.271 son mujeres y 22.832.861 son hombres. Por cada 1.000 varones hay 1.040 mujeres.
Las dos ministras Montero del actual gobierno de coalición, al que se le considera el más progresista desde los tiempos de la segunda República, se han comportado de modo muy distinto a la hora de aprobar un IVA sustancialmente rebajado para los productos de higiene menstrual en la nueva ley del aborto.
Irene Montero, ministra de Igualdad, no ha tenido ningún reparo en personalizar en María Jesús Montero, ministra de Hacienda, la responsabilidad para que esa reducción del impuesto no se incluya en dicha ley. No pierde la esperanza la primera de las ministras en que la negociación de algo tan necesario se pueda plantear en los próximos Presupuestos Generales del Estado.
Irene Montero estima que se trata de una medida urgente que requiere una pronta aprobación, pues el 22 por ciento de las mujeres españolas no puede elegir ese tipo de productos porque no puede pagarlos. Si la salud menstrual forma parte del derecho a la salud de la mujeres, según acaba de ocurrir con la inclusión en la referida ley de la baja laboral por regla dolorosa, no se entiende que María José Montero no haya querido reducir el IVA a los productos de higiene menstrual, algo que -no lo olvidemos- formaba parte del programa electoral del Partido Socialista y que tendría un coste de 30 millones de euros.
El PSOE, en la persona de su ministra de Hacienda, ha preferido no cumplir su promesa para con más de la mitad de la población antes que conceder a la ministra de Igualdad de Unidas Podemos lo que su departamento demandaba. De eso debe quedar constancia porque no están los tiempos ni las encuestas electorales como para esperar a unos próximos Presupuesto Generales del Estado.
Si todo va bien, correspondería al actual ejecutivo aprobarlos, pero si
no, no cabe esperar de un gobierno con la extrema derecha la inclusión de esta
medida. Ni se plantearía. Y puede que hasta se derogaría la que se aprobara
bajo la presidencia de Pedro Sánchez. Por 30 millones de euros, el PSOE, una vez más, no cumple sus promesas.
DdA, XVIII/5169