La patria poseída por Dios es siempre una dictadura. El grito que une a la patria con Dios es siempre barbarie. El profesor Enrique del Teso, en su artículo semanal publicado en NORTES, tiene en cuenta el ascenso de la extrema derecha en EEUU, Brasil, Bolivia y Argentina, y lo relaciona con credos religiosos, en concreto con las varias variantes de las iglesias evangélicas. Estas iglesias están creciendo especialmente en Madrid [esto explicaría en parte el fenómeno Ayuso], con un templo evangélico abierto cada cuatro días. Hay 2,5 templos evangélicos por cada templo católico (resulta que no era el islam el invasor). Este crecimiento está asociado a la inmigración latinoamericana, pero también a los vínculos políticos y financieros con la ultraderecha y el ala más cerril de la derecha tradicional. PP y Vox se pelean por quién ama más de corazón a los evangélicos.
Enrique del Teso
Cuando se juntan, dan lo peor de sí mismos. Ninguna versión de Dios es buena cuando se enreda con la patria. Ninguna versión de la patria es buena cuando va envuelta en Dios. Lo de Dios y la cruz depende siempre del contexto. Los boomers nos criamos en el nacional catolicismo y había una cruz en las aulas y muchos otros sitios. Era un telón de fondo, un ruido ambiental que llega a no oírse de tan persistente. La infancia de cada uno es de cada uno, es su territorio de inocencia, juegos y asombro. Es difícil que no tenga algo de entrañable todo lo que agite los hilos de la memoria de la infancia. Hasta las fotos de los setenta de las calles insalubres llenas de charcos en los que chapoteábamos nos ponen una sonrisa dulce. También la cruz y las peroratas sobre Dios. Y los que nos criamos en barrios obreros con parroquias con fuerte acento social vimos muchas veces la cruz en espacios y actos muy sentidos. Todo es cosa de contexto. La misma cruz, cuando la usaba la niña de El exorcista para masturbarse, mientras daba a vuelta a su cabeza demacrada y hablaba con aquella voz cavernosa y antinatural («¿has visto lo que hace la cerda de tu hija?») era literalmente un instrumento del infierno evocador de pesadillas. La cruz que vemos en las recreaciones cinematográficas del Ku Klux Klan era la señal del odio racial descerebrado. Lo de Dios y la cruz siempre es cosa del contexto. Cuando Trump dice que tenemos que devolver a Dios a EEUU, Dios vuelve a ser el mismísimo diablo.
Los grupos humanos no son sostenibles sin un altruismo compulsivo interno, sin
una certeza irracional en cada uno de pertenencia al grupo y de que el grupo es
parte de lo que es cada uno. La dana de Valencia conmocionó
a toda España y movilizó conductas
de ayuda. Hay calamidades peores en África y
puede que muchos no hayan estado nunca en Valencia ni conozcan a ningún
valenciano. No es racional esa movilización. El altruismo incitado por la
sensación de país, por vaga que sea, tiene un impacto en las conductas muy
real. Los dos mecanismos de cohesión grupal más intensos son la nación y la
religión. Los mecanismos de cohesión son necesarios, pero también peligrosos,
son la herramienta más contundente de hostilidad hacia fuera del grupo. Y la
herramienta más usada para la exclusión e intolerancia dentro del grupo. El
patrioterismo (existe la palabra porque existe la conducta), la bandera
nacional en el balcón o en la pulsera, no son arrebatos de amor entre
españoles, sino de odio de unos españoles que no ven a los otros como
discrepantes sino como enemigos. Yadira Maestre,
la evangelista iluminada que aparece en actos con Ayuso, dice «tú eres hijo de
Dios, pero el enemigo no quiere que lo entiendas». El enemigo. La emoción
nacional y la religiosa son la herramienta con la que los totalitarios quieren
hacer sentir que el mal nos rodea y se encarna en ideas y personas. Jeanine
Áñez quiso una dictadura en Bolivia entrando en el
parlamento agitando una biblia.
Que sean peligrosas estas emociones grupales, como las carreteras, no supone
que necesariamente sean un mal. La patria es configurable en estados
democráticos, donde la gente vote a sus gobernantes, y donde un juego ingenioso
de instituciones y contrapesos dé lugar a un sistema que no pierda su forma ni
las libertades de sus gentes por la eventual maldad o estupidez de sus
mandatarios, y que nos ponga a salvo de mesianismos. La emoción religiosa es
benigna cuando se encaja en una sociedad democrática como una vivencia o una
actividad privada, aunque sea compartida, activa y social, pero privada, y no
como un parásito del sistema institucional del Estado. Pero, como decía, no hay
forma benigna de fusionar la patria y Dios. El Dios que fundamenta la patria es
el diablo, el maligno que ve en cada debate una lucha entre el bien y el mal.
La patria poseída por Dios es siempre una dictadura. El grito que une a la
patria con Dios es siempre barbarie.
En Brasil, en EEUU, en Argentina, en Bolivia y en todas partes, el ascenso de
la ultraderecha está vinculado con credos religiosos especialmente sectarios,
normalmente variantes de iglesias evangélicas. Estas iglesias están creciendo a
un ritmo llamativo en Madrid. Se abre un templo evangélico cada cuatro días. En Madrid hay
2,5 templos evangélicos por cada templo católico (resulta que no era el islam
el invasor). Este crecimiento está asociado a la inmigración latinoamericana,
pero también a los vínculos políticos y financieros con la ultraderecha y el
ala más cerril de la derecha tradicional. PP y Vox se pelean por quién ama más
de corazón a los evangélicos. Con estas iglesias pasa como con la iglesia
católica. Hay una parte respetable (las iglesias evangélicas son muchas veces
notables organizaciones de apoyo social a los débiles), una parte empapada de
fanatismo y activismo de ultraderecha y una humedad de ese fanatismo que se
extiende de manera confusa por el cuerpo eclesial. La iglesia de Yadira Maestra
es explícitamente política, hasta recogió firmas en los templos contra la
amnistía de los políticos catalanes. Es la misma que en sus actos públicos
llama a alguien presente que tenga cáncer y le hace proclamas curativas
jaleadas por aleluyas histéricos de la concurrencia. El crecimiento silencioso
de estas iglesias es como un combustible invisible creciendo en nuestro
subsuelo y amenazando inflamaciones de la normalidad democrática. Está pasando
en otros sitios y es reconocible la intención en Madrid. Ayuso está
en ello, Vox quiere pillar cacho.
El programa evangélico se da la mano con el de Vox, los desbarros de la parte
más montuna del PP y las organizaciones católicas fanáticas, tipo Hazte
Oír. Siempre hablan de familia, educación y libertad. La
ideología de género es el monstruo que justifica todos los combates. Llamar
ideología de género a la lucha por la igualdad es como llamar ideología de raza
al rechazo del racismo. Es evidente que el estatus de la mujer remueve
demasiadas piezas de la sociedad pretendida por los ultras. Hay algunas
palabras cuya forma de singular y plural son sinónimas: da igual tijeras que
tijera, por ejemplo. Así debemos pensar libertad y libertades. Son lo mismo.
Hay libertad donde hay libertades. Pero el plural es más claro y más delator.
No es fácil imaginar a Milei gritando «¡vivan las libertades, carajo»! Ni
espero oír nunca a Ayuso pedir el voto por nuestras libertades. Ya vemos las
libertades (es decir, la libertad) cuando están en el poder. En EEUU quieren
negar el visado a gente que critique a Charlie Kirk. Él decía que las mujeres
eran más felices como madres que como profesionales y que por eso no debían
trabajar. Y que los negros eran mejores cuando eran esclavos, porque delinquían
menos. Si discutes tales cosas, te quedas sin visado. Libertades es lo mismo
que libertad, pero es mucho más claro. Donde llega Dios al poder enredado en la
patria, retroceden las libertades. Muchos sacerdotes de raza negra de
California se enfrentan a esta canonización de Kirk, proclamando que las
circunstancias de tu muerte no te redimen de lo que fuiste en la vida. Kirk se
complacía en retar: demuéstrame que me equivoco. Como si no estuviera más visto
que el tebeo lo que decía y no estuviera mil veces demostrada en la historia la
oscuridad a la que conducen sus «ideas».
No hay más Dios bondadoso que el que inspira conductas y activismos bondadosos
sin fundamentar ninguna patria ni infectar su sistema institucional. No hay más
patria que la acoge a todos los dioses sin arrodillarse a ninguno y la que
consta de individuos que se protegen unos a otros a través de la pieza maestra
que eleva la civilización a sus mayores alturas: los impuestos y los servicios
públicos que hacen posibles. Por eso las oligarquías crean, financian y arman a
la ultraderecha, detrás de cuya motosierra siempre está la eliminación de
impuestos, de derechos y de libertades (es decir, de libertad). Por eso las
iglesias evangélicas crecen bien alimentadas y financiadas como líquido
inflamable bajo nuestros pies. Como decía un personaje de Fulgencio
Argüelles, Dios es el jefe de los ricos.
No hay más Dios bondadoso que el que inspira conductas y activismos bondadosos
sin fundamentar ninguna patria ni infectar su sistema institucional. No hay más
patria que la acoge a todos los dioses sin arrodillarse a ninguno y la que
consta de individuos que se protegen unos a otros a través de la pieza maestra
que eleva la civilización a sus mayores alturas: los impuestos y los servicios
públicos que hacen posibles. Por eso las oligarquías crean, financian y arman a
la ultraderecha, detrás de cuya motosierra siempre está la eliminación de
impuestos, de derechos y de libertades (es decir, de libertad). Por eso las
iglesias evangélicas crecen bien alimentadas y financiadas como líquido
inflamable bajo nuestros pies. Como decía un personaje de Fulgencio
Argüelles, Dios es el jefe de los ricos.
NORTES DdA, XXI/6116
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