miércoles, 13 de agosto de 2025

LA MUERTE SILENCIOSA DE LOS ÁRBOLES, MÁS LETAL QUE EL FUEGO



Félix Población

La llamada de auxilio de los árboles se produce mucho antes de que las llamas puedan atentar contra su vida arrasando un bosque, sobre todo si, tal como esta ocurriendo con la elevación de las temperaturas a consecuencia del cambio climático, los árboles sufren la correspondiente sequía. Su llamada de auxilio es entonces el cambio de color de sus hojas, pues los poros de éstas (estomas) se cierran en evitación de la pérdida de agua y con ello reducen la fotosíntesis. Es como si el árbol se encerrara en sí mismo para defender su sobrevivencia, de modo que podría morir si la sequía continúa o renacer si la lluvia acude en su socorro. De la lluvia o su carencia dependerá su porvenir, si bien los más dañados -incluso con lluvia- podrían mantenerse moribundos unos años más antes de su acabamiento. 

Repaso esta información publicada hace semanas por el diario El País hace unas semanas (La muerte sin llamas de los árboles) en la que se recogen las opiniones, entre otros, de Josep Maria Espelta, científico del Centro de Investigación Ecológica y Aplicaciones Forestales (CREAF), quien asegura que en el transcurso de la década comprendida entre 2012 y 2023 la sequía en Cataluña afectó de eso modo a un 10 por ciento de su masa forestal. Esto supone nada menos que unas 120.000 hectáreas, una cifra similar a la superficie quemada en 40 años. 

Junto a Cataluña, y sin necesidad de que sean pasto de las llamas como las que estos días vuelven a propagarse por diversas zonas de la península (sobre todo en Castilla y León otra vez), la muerte masiva de árboles en las Comunidades de Valencia y Murcia zonas, dan cuenta de la magnitud de un proceso que se amplificará con la crisis climática. 

Para el mencionado científico, existe hoy conciencia en España del problema de los incendios -yo diría que insuficiente-, pero no lo tenemos tan integrado con la sequía: “Obviamente, la perturbación no es de la misma magnitud -señala Espelta-, pues el fuego suele destruir toda la cubierta vegetal, pero la afección por las sequías es muy preocupante, no estábamos acostumbrados a ver masas tan grandes de árboles muertos o moribundos”.

En España, según un informe del Ministerio de Agricultura, casi un 74 por ciento del territorio es susceptible desertificación por razones climáticas. No podemos escuchar los gritos quemados de los árboles -como los castaños centenarios de Las Médulas en el Bierzo leonés-, pero sí podemos advertir como señal anticipada de alarma el cambio de color de la fronda cuando la sequía mata de sed sus raíces. 

El problema a resolver es de la suficiente entidad como para reparar en el mismo y poner todos los medios, eficacia y diligencia disponibles para combatir esa desertificación anunciada que nos adelanta, antes que el fuego, el color de los bosques. “Los incendios forestales tienen una alta repercusión social, el decaimiento de los bosques no tiene el mismo impacto, es mucho más silencioso, pero está ahí, es algo que está debilitando los bosques y que puede provocar cambios en el paisaje, como la transición de especies, por ejemplo”, comenta Mireia Banqué, también investigadora del CREAF y coordinadora de Deboscat, una red de seguimiento de los bosques en Cataluña*.

No olvidemos el dato aportado: esa muerte lenta de los árboles afectó en Cataluña al 10 por ciento de la masa forestal en diez años, el equivalente a la superficie quemada en cuarenta.

*Escrito lo anterior mientras respiraba el olor a humo que me llegaba de los distantes incendios del Bierzo, a más de un centenar de kilómetros de distancia. 

DdA, XXI/6071

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