Estamos en un contexto de emergencia global desbocada frente al que no caben parches, opina el articulista en Público, sino un plan forestal sostenible y propuestas para que el abandonado mundo rural tenga posibilidades reales de futuro. López Uralde recuerda los brutales incendios de Galicia en 2017 y otra vez Galicia ha vuelto a arder, sin que se haya tenido en cuenta que si aquella fue una tragedia anunciada, para evitar la de ahora no se ha hecho nada provechoso en ocho años. Aboga por el pacto de Estado planteado por Pedro Sánchez, pero sólo si va a servir para cambiar y acelerar las políticas climáticas, y a Mañueco y al consejero Quiñones les recomienda irse de la Junta.
Juantxo López de Uralde
Con la ola de calor más larga desde que hay registros, según Aemet, los
fuegos se han cebado con el noroeste de España en un año que se ubica en el más
catastrófico en cuatro décadas, según el sistema de vigilancia satelital
Copernicus, que cifra en 350.000 hectáreas las superficies quemadas en total en
lo que va de 2025. La catástrofe debe servir al menos para extraer
lecciones.
Desgraciadamente, esto no es una lotería. El cambio climático, aunque
no es el factor único que provoca los incendios, sí eleva el riesgo de que se
produzcan y, no solo eso, sino de que sean más intensos y afecten a una mayor
superficie, y también los hace más difíciles, o incluso imposibles de
controlar. De hecho, estos días hemos oído hablar mucho más de los incendios de
sexta generación, fuegos que, por su tamaño y virulencia, son prácticamente
imposibles de apagar.
Desde luego, como digo, esto no era algo imprevisible. La comunidad
científica lleva décadas advirtiendo de los riesgos derivados de la emergencia
climática. No actuar contra el cambio climático tiene consecuencias, y el
aumento de la frecuencia y la magnitud de los fenómenos meteorológicos
extremos, como las olas de calor, danas, sequías… unido a la despoblación y
abandono rural, genera unas condiciones propicias para que los impactos más
extremos golpeen de lleno en ecosistemas muy vulnerables.
Las advertencias, sin embargo, se han ido dejando de lado tras cada fuego.
En 2017, recuerdo haber escrito un artículo, tras los brutales incendios en
Galicia, titulado Crónica de una tragedia anunciada. Comenzaba
argumentando que "el cambio climático debe ser tenido muy en cuenta
en la lucha contra los incendios forestales". Y apuntaba que,
"frente al agravamiento del riesgo de incendios y el impacto del cambio
climático, falta una verdadera política que no sea un parche y aborde las
amenazas desde la raíz del problema. Una política transversal y amplia, que
incluya un plan forestal sostenible y propuestas para que el mundo rural tenga
posibilidades reales de futuro".
Han pasado ocho años, la tragedia de los incendios de la Sierra de la
Culebra mediante, en el año 2022, y hoy estamos asistiendo a los peores
incendios en décadas. ¿Por qué seguimos tropezando con la misma piedra, pero en
peores condiciones en un contexto de emergencia climática desbocada? O, peor
aún, con negacionistas al frente de las instituciones encargadas de gestionar
la crisis.
El pacto de Estado propuesto por el presidente del Gobierno, Pedro Sánchez,
solo puede servir si aborda de manera integral las medidas profundas para
descarbonizar la economía, como algunos venimos proponiendo desde hace mucho
tiempo. Y no puede ser que sea una cortina de humo más para que el tiempo siga
pasando sin que la industria fósil pague por las emisiones que genera,
contribuyendo a la crisis climática o mientras se siguen ampliando puertos y
aeropuertos. Un pacto de Estado sí, pero solo si va a servir para cambiar y
acelerar las políticas climáticas.
Al señor Mañueco y su consejero Suárez-Quiñones, que culpó a los
ecologistas de los incendios o que veía absurdo y un despilfarro mantener el
operativo de incendios todo el año, les queda una salida: dejar la Junta de
Castilla y León. Y que sirva de ejemplo de lo que pasa cuando los negacionistas
están al frente de las instituciones, al igual que sucedió en Valencia, con la
DANA y la extinta unidad de emergencias, o contra la emergencia climática, por
exigencia de Vox.
Puede que los incendios los provoquen unos pirómanos. Y es necesario que
paguen duramente por ello. Pero también deben pagar, con el ostracismo
político, quienes han precarizado los operativos de extinción de incendios y
han reducido al mínimo las partidas de prevención. Y quienes niegan el cambio
climático, porque el negacionismo es irresponsable, negligente y
criminal.
DdA, XXI/6080
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