viernes, 18 de julio de 2025

UN MINISTERIO DE HACIENDA RECONVERTIDO EN SUCURSAL DE LA CAMORRA

Según el auto judicial, se había montado una banda en paralelo para favorecer de forma ilícita a empresas energéticas de gas, con lo que Montoro y toda la cúpula de Hacienda podrían haber incurrido en diversos delitos, que Torres especifica en el diario Público. Con lo cual sería difícil establecer una competición entre el Gobierno de Aznar, plagado de delincuentes ministeriales, y el de Rajoy, quien por debajo mantenía una urdimbre de cloacas policiales para atacar rivales políticos y por arriba contaba, además de Bárcenas y otros criminales, con Montorete y su cuadrilla: un ministerio de Hacienda reconvertido en una sucursal de la camorra con olor a naftalina.

David Torres

Gracias a la labor de un juzgado de Tarragona, acabamos de enterarnos de que el ministerio de Hacienda en tiempos de Mariano lo podía haber llevado una filial de la camorra napolitana. Bueno, esto ya lo sabíamos, pero es que ahora lo dice un juez, lo que le da un toque más solemne al asunto. Sin embargo, tal vez la mía se trate de una hipótesis descabellada, ya que los leguleyos de la camorra difícilmente habrían torpedeado la economía de su país con la eficacia y la rapidez con que lo hicieron Montoro y su cuadrilla. No hubo necesidad de metralletas, amenazas, explosivos ni butrones, porque todo se hizo a golpe de decreto-ley y de Boletín Oficial del Estado. Entre la amnistía fiscal para millonarios, el saqueo de la hucha de las pensiones, los recortes en becas y el rescate bancario es un verdadero milagro que la gente no saliera en masa a incendiar las calles o que emigrara a Islandia en patera. 

Fue un atraco limpio, más bien impoluto, en el que los responsables de Hacienda desguazaron lo poco que quedaba del Estado de bienestar para que los bancos, los grandes empresarios y las hidroeléctricas se forraran hasta extremos indecentes. El Ministerio de Hacienda siempre ha funcionado como una especie de Robin Hood a la inversa, robando a los pobres para dárselo a los ricos, pero con Montoro, la verdad, se les fue un poco la mano. Se calcula que, durante su mandato, se limpiaron más de ciento veinte mil millones de euros públicos a cara descubierta, sin pistolas ni tiros al aire ni aparatosas huidas en coche ni máscaras que ocultaran el jeto. No hacía ninguna falta, estaban muy orgullosos de ello. 

Las caricaturas de la época señalaban el parecido entre Montoro y el Director, el atribulado jefe del Botones Sacarino; o bien, entre Montoro y el señor Burns, el despiadado propietario de una planta de energía nuclear en Los Simpson. Ambas comparaciones son injustas -injustas para los dibujos, desde luego- pero tampoco podían presentar a Montoro como si fuese el Torete, pegando el tirón al bolso de una señora desde un Simca. El Torete, el Vaquilla y los demás chorizos de mi niñez trabajaban los bolsos uno a uno, pobrecillos, con la sirena de los maderos al fondo, mientras que esta nueva edición del neocalorrismo pegó el tirón al unísono en todos los bolsos, las carteras y las cuentas corrientes de España. Lo que se llama un atraco con todas las de la ley.  

El problema es que, además de este latrocinio perfectamente legal de docenas de miles de millones, al parecer Montoro se dedicaba también a actividades ilegales. Según el auto judicial, había montado una banda en paralelo para favorecer de forma ilícita a empresas energéticas de gas, con lo que él y toda la cúpula de Hacienda podrían haber incurrido en los delitos de fraude, cohecho, prevaricación, tráfico de influencias, negociaciones prohibidas, corrupción y falsedad documental. Con lo cual sería difícil establecer una competición entre el Gobierno de Aznar, plagado de delincuentes ministeriales, y el de Rajoy, quien por debajo mantenía una urdimbre de cloacas policiales para atacar rivales políticos y por arriba contaba, además de Bárcenas y otros criminales, con Montorete y su cuadrilla: un ministerio de Hacienda reconvertido en una sucursal de la camorra con olor a naftalina. 

Lógico que en el PP anden hasta las narices de Ábalos, de Cerdán, de Koldo y la banda de robaperas de Sánchez, unos mindundis que no tienen ni puta idea de la técnica del robo a gran escala. Hay que dejar estas cosas en manos de los profesionales y nadie más profesional en el arte de esquilmar un país a fondo que un señor que veraneaba en el yate de un capo del narcotráfico -por no hablar de la señorita cuyo protocolo sanitario finiquitó a 7.291 ancianos y para cuyo anónimo novio la Fiscalía acaba de pedir tres años, nueve meses y un día de cárcel -. Al igual que Odiseo, el votante español se encuentra una vez más navegando entre la Escila de la corrupción y la Caribdis de la podredumbre, y siempre se empeña en tirar por el centro, más bien a la derecha, con lo fácil que sería por una vez virar el timón todo a la izquierda.   

PÚBLICO  DdA, XXI/6.045

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