José Ignacio Fernández del Castro
«Pero hoy que todo ha terminado, ahora que no queda más que el polvo. De tanto mal, de tanto bien… Ahora puedo contar su extraña aventura.»
Alain FOURNIER, pseudónimo literario de Henri Alban Fournier (La Chapelle-d'Angillon, Cher, Francia, 3 de octubre de 1886 – Muerto en combate cerca de Verdún, Lorena, Mosa –restos encontrados en 1991 en una fosa común alemana y enterrados hoy en el Cementerio Militar de Saint-Remy la Calonne-, 22 de septiembre de 1914):
Le Grand Meaulnes (1913).
Necesitamos perspectiva... Estar continuamente sumidos ora en una crisis-estafa, ora en una oleada global ultra, siempre en la desolación de los parias de la tierra en beneficio de los amos del mundo, no nos ayuda a contar la extraña desventura que a todo ello nos lleva...
Por más ríos de tinta que hagan correr los guardianes mediáticos y políticos de las esencias del sistema para aclararnos que, en el fondo, no pasa nada y seguimos en el mejor de los mundos posibles... Por más gritos airados o más quejas impotentes, por más vómitos de rabia que salgan de las gargantas confusas y quebradas de quienes siempre pierden... Nos falta distancia para poder contar con claridad y verosimilitud la historia del aquí y del ahora.
¿Estamos en un fin de ciclo?... Probablemente. Pero, ¿de qué?, ¿del sistema de explotación y consumo devastador de recursos naturales y humanos o de las concesiones que, para su desarrollo sin mayores conflictos, se habían hecho a la generalización relativa de cierto nivel de bienestar?.
Y, en cualquier caso, ¿qué nos espera?... ¿Un nuevo sistema que recupere la igualdad como fuente de cohesión social a la que se deben adecuar las condiciones tecnológicas y económicas del presente o, más bien, a la instauración de un postcapitalismo sin máscaras, definitivamente asentado, sin intermediaciones políticas ni normativas, sobre la voluntad del (económicamente) más fuerte?. Después de tanto mal y tanto (menos) bien que no han dejado más que polvo acaso estemos en condiciones de contar la extraña aventura que nos ha llevado hasta aquí.
Aunque uno, evidentemente, no es, ni pretende ser, adivino (ni siquiera un prospectivo sagaz), parece claro que quienes hemos de vivir en el hoy tenemos por delante una larga travesía por el desierto de las mayores desigualdades... Así que crecerá el control (simbólico y real) en nuestras sociedades porque el conflicto llenará, cada vez más, todas las plazas y calles. Esa es la perspectiva. O sea que se trata de fortalecernos en la defensa de nuestras alegrías comunes para, desde ellas, ser capaces de organizar la rabia… Como único combustible para cambiar algo las cosas.
DdA, XXI/5.966
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