Gaza, iglesia de la Sagrada Familia: cabe preguntarse si sigue en pie o le ha ocurrido lo mismo que a tantas escuelas, mezquitas y hospitales.
Félix Maraña
Bergoglio rezó por Gaza
alertando contra el todo,
pidiendo paz, a su modo,
por la muerte, la amenaza,
el genocidio salvaje
de Palestina, el ultraje
a las gentes del lugar,
convencido que rezar
es luchar con el lenguaje.
Todos los días del año
llamaba al cura de Gaza,
atrapado en la mordaza,
los bombardeos, el daño,
las lágrimas del rebaño
de quien se siente pastor,
plegaria, grito y clamor,
duelo, muertes y quebranto,
un genocidio de espanto
del ejército invasor.
El párroco y la familia
de esta parroquia cristiana,
ven cómo Israel profana,
mata, destruye y humilla,
a la única capilla
de los cristianos de Roma.
Aplasta escuelas y toma
hospitales, casas, vidas,
mata y siembra más heridas
y destruye la persona.
Palestina entera clama
contra muertes y masacres,
que le devuelvan los acres
que el invasor, fuego y llama,
hace suyos y reclama
que abandonen el lugar.
Bergoglio no va a llamar
y si no rezan por ellos,
contra tantos atropellos,
no hay fuerza para luchar.
Jorge se llamaba el Papa,
Jorge se llama este cura,
desolado en la espesura,
de un mar de llanto que empapa,
por el terror, tumba y tapa
de un pueblo que peregrina.
De este pueblo, Palestina,
que nos exige a diario
un esfuerzo solidario
para escapar de la ruina.
DdA, XXI/5.966
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