Echo de menos que nadie se acuerde de Yaseer Arafat, de su lucha por el pueblo palestino -masacrado ahora más que nunca-, y que tampoco se haya vuelto a saber de la extrañas circunstancias que rodearon su muerte (véase el vídeo). Cuando se habla de los misterios de la muerte de personalidades como Arafat siempre hay que suponer un asesinato. Octavio Colis tuvo oportunidad de estrechar su mano hace años en una localidad de la Franja de Gaza, una Gaza muy distinta a la Gaza arrasada de ahora, y un recuerdo así, en las trágicas circunstancias que viven Gaza y Cisjordania, es de agradecer.
Recuerdos de Gaza:
La inauguración fue un éxito. La aparición de Yaseer Arafat en el escenario del teatro, que estaba repleto, fue recibida con esos agudos y prolongados gritos de exaltación que entonan los árabes en los acontecimientos felices. El raïs se sentó en el centro del escenario, iluminado cenitalmente por un foco de filtro amarillo que le daba un aspecto impresionante. A su derecha habían instalado el atril y los micrófonos, y tras Abu Amar se sentaron personalidades de la ANP, de distintas embajadas, de la Cruz Roja Internacional, también estaba la querida Pamela O´Malley, y otras personalidades del mundo de la ciencia y la política, entre ellos Miguel Ángel Moratinos, Mariano Barbacid y Manuel E. Patarroyo, con los que tuve la oportunidad de charlar un rato.
Y delante de todos ellos y para el público presente interpretaron el himno nacional palestino una agrupación de niños discapacitados. Se me pusieron los pelos de punta desde mi rincón en la puerta del área de descanso del teatro, en la planta primera, en donde estaba mi mural. Luego del solemne y emocionante himno habló Fathi Arafat dando la bienvenida a los presentes, “autoridades, personalidades, colaboradores, público”, dijo, “por fin podemos inaugurar este centro que tanto bien hará a los habitantes de Khan Younis y a los de toda Gaza” (hoy en día está todo destruido por la maldad sionista). Yaseer le escuchaba serio, y en un momento volvió la mirada hacia Fathi y sonrió, pero de otra manera, no era su amplia sonrisa triunfal para la foto, era la sonrisa cariñosa a su hermano pequeño.
Le siguieron luego en la palabra algunas autoridades y, finalmente, el raïs acompañado por los visitantes ilustres dieron un paseo, planta por planta, por todo el Palestinian Red Crescent Building. Yo esperaba en el hall de la planta primera, delante de mi mural, con mi querido ayudante Subhi Alhjah a mi lado. Subhi estaba nerviosísimo. Justo antes de terminar el mural, pocos días antes, le había dicho que escribiera en árabe junto a mi firma: “del pueblo español al pueblo palestino”.
Cuando entró Yaseer Arafat, seguido de su hermano Fathi y el cortejo, se dirigió directamente a mí tendiéndome la mano con su amplia sonrisa triunfal, y me dijo en español: muchas gracias, Octavio. Y yo le contesté en árabe: afguan, raïs. Su mano estaba fría y muy dura, como si fuera de mármol. Me pareció que estrechaba la mano de su estatua.
Todos esos momentos que viví en Khan Younis, en Gaza, y como dijo el replicante Roy Batty: se perderán en el tiempo, como lágrimas en la lluvia. Es hora de morir.
De mi libro ESPAÑOLA. Mi formación del Espíritu Nacional (Octavio Colis, EDA Libros, Málaga, 2022. Francisco Javier Torres, editor).
DdA, XXI/5.940
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