lunes, 24 de febrero de 2025

JÓVENES QUE DUDAN ENTRE FRANCO Y DEMOCRACIA*


Félix Población

Siempre he leído con interés y detenimiento los libros del historiador aragonés Julián Casanova, algo que también espero y deseo hacer con su nueva obra, una biografía de Franco de más de quinientas páginas, con la que se ha propuesto, en la medida en que sea leída por las más jóvenes generaciones, que éstas dejen de tener del protagonista una mera visión en blanco y negro, tal como se dice en la entradilla de la entrevista que infoLibre publicó recientemente con el autor.

Hay una consideración que el historiador hace, y que ha servido al entrevistador para el consiguiente titular, que me parece necesario comentar por las puntualizaciones que deberían hacerse: “Creíamos que unos jóvenes tan bien formados no dudarían entre Franco y democracia”, leímos. Con ello alude el historiador a aquel sector de la juventud, integrado por los menores de treinta años, que no sólo dudan entre Franco y democracia sino que abastecen con sus votos a los partidos de extrema derecha.

Julián Casanova, además de un historiador reputado, es catedrático de Historia Contemporánea en la Universidad de Zaragoza y como todo docente sabe que si de algo se ha resentido el periodo educacional de nuestros adolescentes durante el bachillerato, ha sido y creo que sigue siendo la falta de formación del alumnado en nuestra historia contemporánea. Tanto en los institutos como en los colegios, ya sea en la enseñanza pública como sobre todo en la privada, todos los que tuvimos a nuestros hijos estudiando –incluso bien avanzado el reinado de Juan Carlos I–, sabemos de las notables lagunas que afectaban y siguen afectando a su formación respecto al conocimiento de nuestra historia (siglo XX) desde una perspectiva democrática.

No hay que olvidar tampoco que, siguiendo las recomendaciones del Consejo de Europa en 2002, el primer gobierno de Rodríguez Zapatero aprobó en 2006 una asignatura llamada Educación para la Ciudadanía al objeto de promover los valores democráticos que deberían haber sido impartidos en la enseñanza desde el minuto uno de la España constitucional. Tal asignatura fue tildada de roja y sectaria por la oposición conservadora y la iglesia católica, durante aquella legislatura en la que el Partido Popular –sin necesidad de Vox– no dejó de ejercer una política airada de permanente bronca en el Congreso. Con la llegada de Rajoy a La Moncloa, en 2012, una de las primeras medidas fue la eliminación de tal materia.

No sabemos hacia dónde se decantaría el voto de ese sector de los menores de treinta años de haber contado con una formación más temprana y efectiva en los valores democráticos. Tampoco sabemos el resultado que hubiese tenido, junto a esa educación, el conocimiento y cultivo de una memoria democrática con menos rémoras de las habidas. De lo que no hay duda, y sí está ahí para desasosegarnos, es de que, llegados a nuestros días, un porcentaje demasiado elevado de jóvenes se identifican electoralmente con los partidos que están en contra de los valores democráticos y se ufanan del viejo régimen.

Se dirá que esa misma tendencia entre una parte de la juventud se constata desde hace unos años en otros países europeos, algunos de ellos también con dictaduras en su pasado como Alemania, Italia o Polonia, por lo que el caso de España viene a ser uno más en esa corriente. Sin embargo, en nuestro país se da una triple circunstancia histórica que no debe pasar desapercibida: las hondas, trágicas y prolongadas secuelas de una guerra civil crudelísima, una de las dictaduras más largas y represoras de Europa y un periodo de transición que estuvo muy lejos de ser plácido y sosegado, por más que en un tiempo nos lo quisieron contar así.

Desconocemos el país que tendríamos si se le hubiese educado desde hace decenios en la historia, los valores y la memoria democrática, pero el que tenemos, con ese porcentaje significativo de la juventud que ya ni duda entre democracia y Franco porque anula la primera, está muy lejos de ser el que queríamos tener hace medio siglo.

*No deja de ser significativo que de aquella Educación para la Ciudadanía suprimida se haya pasado ahora a recomendar Educación Financiera en las escuelas.

*A este artículo, publicado hoy en Infolibre, le añaden los lectores de Infolibre estos comentarios:

1.- Es evidente que la población surgida de la democracia no ha sido educada en valores democráticos. ¿Eso quiere decir que los jóvenes de ahora duden entre Franco y democracia? Creo que, mayoritariamente, no tienen ni idea de quién era el dictador Franco, pero los jóvenes de hoy en día son mayoritaria, cultural y (a)políticamente de derechas y, lo que es peor, ellos “no lo saben”. Desde la caída del Muro”, se ha impuesto “relato” neoliberal como “relato único”, el cuál se ha inyectado en vena en la población mundial con el carácter de la auténtica normalidad más absoluta. La gente joven no se cuestiona el sistema. ¡¿Cómo van a cuestionar algo que han “mamado”, casi, por ciencia infusa?! Se dan cuenta que el cambio climático se está cargando el planeta, pero no lo relacionan con la codicia salvaje del capitalismo. Es como estar enfermo y no buscar el remedio, porque no sabes que estás enfermo. La todopoderosa propaganda del sistema, a través de sus tentáculos mediáticos y tecnológicos, han hecho un magnífico trabajo que una izquierda en horas bajas ha sido incapaz de frenar y contrarrestar. Evidentemente, no son buenos tiempos para intentar revertir la situación. Casi es más fácil que se produzca una reacción a las barbaridades que pueda hacer la ultraderecha que una contestación por parte del espectro de la izquierda. Será, porque a la fuerza, ahorcan.

2. No le falta razón en lo que dice. Mi sugerencia ya expresada en este diario, es que la enseñanza de nuestra historia debería comenzarse por la guerra civil y sus consecuencias; ya que siempre se ha dejado para el final y tratada de forma efímera, o simplemente no ha habido tiempo de tratarla. Un país que no conoce su historia está condenado a repetirla. Es muy triste oír hablar a jóvenes y no tan jóvenes de la guerra del abuelo (Pablo Casado lo usó hasta la saciedad) como un insulto o algo inventado. Y deberían saber sin que quede ningún genero de dudas que durante más de 50 años en este país se silenció a la mitad (o más) de la población y se le sometió al olvido y negación de los suyos, sin posibilidad alguna de manifestar ideología o simplemente sentimiento de tristeza y desesperanza por la pérdida de seres queridos y modo de vida sana y abierta, donde cada uno podía expresar su ideología sin mordazas y llegar a consenso mediante el dialogo. Eso habría que decirlo alto, claro y a los cuatro vientos, para que los jóvenes y no tan jóvenes sepan lo que perdimos en este país y que nos condenó a regresar a las cavernas políticas y sociales, de las que cuesta enormemente salir por que la ultraderecha se mueve con ligereza en las redes, que es donde hacen poso en los jóvenes que después se solidifica en las urnas. Los partidos de izquierdas deberían aprender que las discusiones en público y a cara de perro hacen perder votos por la imagen de "verdulerismo político" que dan y que la eficacia propagandística esta en las redes y no saben o no quieren explotarlas. La imagen es que la derecha está a la vanguardia y la izquierda anclada en el papel. Y las subvenciones a medios de dudosa parcialidad y cumplimiento de la norma básica del periodismo, que se la pasan por el arco de triunfo para acostarse con el mejor postor o el que promete mejores réditos a futuro una vez lleguen las coronas de laureles, que sin dudarlo llegarán en breve para nuestra desgracia.

DdA, XXI/5.917

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