Según leemos en el diario El Norte de
Castilla, los gritos de Petri Vara se escuchaban, a casi un kilómetro de distancia, desde el puesto de mando
operativo para el incendio de Losacio. «Mi casa la defiendo yo», repetía Petri ante la insistencia de
varias vecinas de que dejase a su suerte la vivienda en la que su marido Pedro
humedecía la última tapia que se erigía entre su jardín y las llamas. Eras las
tres de la tarde de este pasado lunes y el fuego -incontrolado y con el
dispositivo a punto de ser evacuado por segunda vez-, volvía a virar con el
viento y las llamas se elevaban por encima de Pedro ante decenas de miradas que
pedían al matrimonio que abandonase la propiedad. «Que no me voy. Mi hijo lleva
desde anoche luchando contra el fuego. Es bombero y cuando ha visto que venía
hacia casa, ha venido para hacer un cortafuegos alrededor de toda la parcela». «No
nos vamos porque quién va a venir a salvarnos, si a los pueblos nos tienen
abandonados. ¿ Va a venir
Mañueco con el chaleco de safari? ¿El Gobierno?», exclamaba Petri, quien
casi una hora después y con el viento echando «una mano» veía como «de momento»
el fuego avanzaba hacia la carretera, dando «un respiro» a las últimas
viviendas de Tábara. «El Gobierno tiene que hacer algo, las autoridades… Si no
hacemos algo nosotros se quema todo el pueblo. No puede ser que haya una
emergencia y lleguen un día después -Justo en medio de la declaración de Petri
aparece el primer hidroavión por encima de su casa ante el aplauso irónico de
los vecinos.
Catorce vecinos de Tábara salvan al pueblo del incendio permaneciendo en el mismo para preservarlo de las llamas. El Norte de Castilla
AY!
Félix Maraña
HACE 86 AÑOS, EN LA LOCALIDAD ZAMORANA DE LOSACIO DE ALBA SE PREPETRÓ UNA ATROZ MATANZA POR PARTE DE LAS TROPAS SUBLEVADAS EL 18 DE JULIO DE 1936, SOBRE LA QUE EL FORO POR LA MEMORIA DE ZAMORA SUELE HACER MEMORIA CON MOTIVO DE ANIVERSARIO DE LA FECHA DE AQUELLOS ACTOS DE BARBARIE, EL 16 DE OCTUBRE DE 1936. ESTOS SON LOS NOMBRES DE QUIENES FUERON ENTONCES ASESINADOS: MANUEL Y MATÍAS CRESPO, MANUEL Y ANTONIO GENDIVE, FRANCISCO CAMPO RÍOS, FRANCISCO CAMPO AGUADO, ANTONIO ALFONSO, JUAN ANTONIO VARA, ANTONIO PÉREZ, ÁNGEL Y SANTIAGO GONZÁLEZ, MELCHOR TERUELO, BERNARDO ROMERO Y GABRIEL TURIEL. A PROPÓSITO DE ESTA MASACRE ES RECOMENDABLE LEER EL LIBRO “LA TARASCA ESPAÑOLA”, ESCRITO HACE AÑOS POR LUIS PÉREZ TERUELO, NIETO DE LA FAMILIA TERUELO VERA. ESTE LAZARILLO HA LEÍDO EL RELATO EN VARIAS OCASIONES Y VISITADO EL PUEBLO ZAMORAN. FUE MUCHA LA IMPRESIÓN QUE ME CAUSÓ ESTA LECTURA. ME HA PARECIDO OPORTUNO TRAER A LA MEMORIA ESTE DOLOROSO EPISODIO DE LA REPRESIÓN FRANQUISTA CON MOTIVO DE ESA OTRA DESGRACIA QUE SE HA ABATIDO ESTOS DÍAS SOBRE LOSACIO DE ALBA Y LA SIERRA DE LA CULEBRA. EL FUEGO SE HA CEBADO SOBRE ESAS COMARCAS Y SUS GENTES, SIN QUE SU DESGRACIA HAYA TENIDO REPERCUSIÓN POLÍTICA EN EL DEBATE SOBRE EL ESTADO DE LA NACIÓN. HASTA EL AIRE ACONDICIONADO DEL CONGRESO DE LOS DIPUTADOS NO LLEGARON NI LOS GRITOS NI LAS LLAMAS DE ESTA TIERRA SECULARMENTE OLVIDADA A LA QUE POR UNAS O POR OTRAS SE LA HA IDO VACIANDO DE PRESENTE. SOLO FALTABA QUE EL FUEGO CALCINARA ESAS TIERRAS PARA ENSOMBRECER AÚN MÁS SU PORVENIR.
“¿Sabía
usted que en un pueblo que se llama Losacio de Alba sacaron de sus casas a 14
padres de familia que hasta hoy nadie supo más de ellos, que quedaron aquella
noche 40 hijos sin padre y a mayores desaparecieron a un niño de 14 años?”
Rogelio Fínez, que entonces tenía 72 años, lanzó esta pregunta en 2006, sin
esperar respuesta, en el curso del enésimo debate con uno de tantos nostálgicos
del franquismo que campaban (y campan) a sus anchas, por las páginas de La
Opinión de Zamora. Afloraba de esta manera lo que en el pueblo era un secreto a
voces, mantenido de forma tan vergonzante e indigna como la que expresa el
sitio web local, al referirse a las minas abandonadas: “Un anciano nos comentó
en 1985 que durante la Guerra Civil habían sido arrojados por los pozos algunos
cadáveres correspondientes a personas eliminadas por alguno de los bandos
combatientes” (es decir que el anónimo redactor opta por parafrasear a aquel
antiguo prisionero del campo de concentración de Zamora que fue Miguel Gila
para venir a decir “aquí alguien mató a alguien”).
Pero lo
cierto es que, transcurridos 83 años, las evidencias de la monstruosidad
cometida en Losacio de Alba el 16 de octubre de 1936 han ido saliendo a la luz,
ya con nombres y apellidos (no todos), gracias al empeño de J.A. García e Irene
Gómez, redactores de La Opinión de Zamora, y a Luis Pérez Teruelo, autor
descendiente de Losacio. Los primeros rescataron, hace ahora un año, el
manuscrito inédito de Teresa Alfonso (en la foto), viuda de uno de los
asesinados aquel día. El tercero ha publicado en febrero de 2017 un relato
novelado de los acontecimientos, bajo el título de La tarasca española (del que
se reproducen en fotografías adjuntas dos fragmentos). Teresa Alfonso, como
tantos otros depositarios anónimos de la memoria de la represión, hizo un
relato versificado sin nombres ni apellidos, atribuyendo los crímenes a
“hombres que no tienen alma [que] causaron catorce muertes, a cada cual más
amarga”.
Los relatos
orales concentran en el tiempo unos acontecimientos que en realidad se
desarrollaron en distintos momentos, a lo largo de más de un año, y que
tuvieron como pretextos la desaparición, en marzo de 1936, de la imagen de la
Virgen del Puerto en la ermita de Losacio, y el alto grado de afiliación a la
CNT registrado, principalmente, entre quienes se habían empleado en las obras
públicas de la zona (pese a que el censo los identifica asépticamente, de forma
mayoritariamente, como “labradores”.
La primera
matanza tuvo lugar el 16 de octubre, y sus víctimas fueron los hermanos Manuel
y Matías Crespo Fernández, de 32 y 29 años; Antonio Gendive Peláez, sastre de
28 años; Francisco Campo Ríos, de 53 años; Antonio Alfonso Crespo, de 46 años;
Juan Antonio Vara Alfonso, de 58 años, antiguo trabajador en las obras del
ferrocarril y afiliado a la CNT; Antonio Pérez Serrano “Meliso”, de 52 años;
Ángel González Vega, de 49 años; según una fuente oral que no pudimos
confrontar con el registro Civil (por no habérsenos autorizado el acceso),
también estaban entre ellos Ángel Alfonso González, de 35 años; y Ángel Calvo
Río, propietario de un café. Los diez hombres fueron sacados de sus casas,
asesinados y arrojados a un pozo en el camino de Muga, el 16 de octubre. Según
el relato de Luis Pérez Teruelo, Juan Antonio Vara fue arrojado al pozo todavía
con vida.
Días más
tarde, una nueva víctima fue arrojada con vida al pozo: Francisco Campo Aguado,
“el niño Panchito”, de 14 años, hijo del asesinado Francisco Campo Río, que
había sido detenido cuando cuidaba las ovejas. Tras agonizar varios días en el
fondo del pozo, el 6 de noviembre fue sacado aun con vida y rematado, al
parecer con una hoz.
Los once
cuerpos fueron arrojados a un pozo poco profundo, pero el olor de
descomposición hizo que al poco tiempo se optara por trasladarlos al llamado
“pozo del tío Romanones”, perteneciente a una mina de estaño abandonada. Según
la versión de Luis Pérez Teruelo, este pozo sirvió también para arrojar a
víctimas procedentes de otras localidades.
Otros
vecinos del pueblo que habían sido trasladados a la cárcel de Zamora fueron
asesinados posteriormente en el cementerio de la capital: Melchor Teruelo Río,
de 50 años, el 18 de octubre, dos días después de la matanza del pozo; Bernardo
Romero Carbajo, natural de Fontanillas y vecino de Losacio, y Gabriel Turiel
Vicente, de 32 años, natural de Santa Marta del Pedroso (vinculado a la CNT,
cuya prensa distribuía), ambos vecinos de Losacio, el 8 de diciembre;
Además de
los asesinados en el pozo y en el cementerio de Zamora, la represión causó al
menos otros dos muertos en Losacio: Manuel Gendive Gaitero, carpintero de 69
años, padre del asesinado Antonio Gendive, fue arrastrado hasta el cementerio y
muerto a golpes el 28 de noviembre de 1937. Y otro vecino del pueblo, de nombre
Santiago (creemos que apellidado González Vega), que se había escondido en el
sótano de su casa, fue asesinado al ser descubierto.
Y no podemos
olvidar otras formas de represión. Según el relato de Teresa Alfonso, varias
mujeres del pueblo fueron apaleadas y vejadas: “Se quitaron de matar, empiezan
a dar palizas, pobrecitas las mujeres que descansar no podían. Las llamaba el
alguacil a prestar declaración, luego las encerraban dentro de una habitación.
Luego que las desnudaban y las ponían en cueros, les daban vergajos como a
Jesús Nazareno”. Las familias de los asesinados fueron despojadas de sus
bienes, por lo que muchas mujeres tuvieron que dedicarse al contrabando. En los
años posteriores, la emigración masiva tuvo a estas familias como principales
protagonistas.
-Fínez, Rogelio “Carta al señor Ángel García González de Toro”, La Opinión de Zamora, 2 de noviembre de 2006.
-García, J.A. y Gómez, I., “El lamento de Teresa Alfonso”, en La Opinión de Zamora, 22 de octubre de 2018 (las fotografías proceden de este reportaje).
-“Las
Antiguas Minas”, en losaciodealba.com,
consultado el 11 de marzo de 2014.
-Pérez Teruelo, Luis, La tarasca
española, Madrid, ediciones Lacre, 2017.
DdA, XVIII/5.225
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