sábado, 24 de octubre de 2020

¿SABREMOS ALGUNA VEZ CÓMO MURIÓ MIGUEL DE UNAMUNO?


Félix Población

En diciembre del año pasado publiqué en la revista El viejo topo y en este mismo DdA un artículo titulado ¿Fue el exilio el último afán de Miguel de Unamuno?, en el que cuestionaba, entre otras cosas, la versión oficial que se dio de la muerte de don Miguel en Salamanca, ocurrida el 31 de diciembre de 1936, un par de meses después del enfrentamiento que tuvo en el Paraninfo de la Universidad con el general Millán Astray (Venceréis pero no convenceréis). 

El fallecimiento del escritor vasco vuelve ahora a la actualidad con motivo del documental que presentará próximamente en la Seminci de Valladolid Manuel Menchón, cuyo estreno en las salas convencionales está previsto para el 13 de noviembre. Titulado Palabras para el fin del mundo, también en este film se pone en duda la versión oficial y única que se ha venido dando desde  que la difundieron las autoridades militares sublevadas. 

Menchón, que ya antes había dirigido La isla del viento, con Unamuno como protagonista (José Luis Gómez) en su exilio de Fuerteventura durante la dictadura de Miguel Primo de Rivera, se basa para su versión en la documentación investigada por Colette y Jean-Claude Rabaté, biógrafos de don Miguel y profundos conocedores de su vida y obra. Contaron para ello con los archivos del catedrático Ignacio Serrano, cuyos descendientes facilitaron información tanto sobre el discurso pronunciado en el Paraninfo el 12 de octubre de 1936 como sobre el óbito de Unamuno en su casa de la calle Bordadores, en donde había sido sometido a un arresto domiciliario por los militares sublevados. 

El documental de Manuel Menchón incide en la personalidad del falangista Bartolomé Aragón, sobre la que aporta datos hasta ahora desconocidos. Aragón estaba de visita en casa de don Miguel en el momento de su óbito, sin que las informaciones periodísticas publicadas ayer se refieran para nada al visitante anterior, Diego Martín Veloz, conocido cacique represor en Salamanca, cuya presencia junto a Unamuno ese día resulta por lo menos extraña, según escribo en el artículo citado. De lo que ha publicado la prensa ayer sobre Palabras para el fin del mundo es de destacar lo que sigue:


Según la versión oficial, urdida o pergeñada en enero de 1937, Unamuno murió el 31 de diciembre del 36 en plena conversación con su anfitrión, Bartolomé Aragón, probablemente a consecuencia de la inhalación de gases procedentes del brasero de la mesa camilla ante la que ambos se sentaban. Sus últimas palabras habrían sido: “¡Dios no puede volverle la espalda a España! ¡España se salvará porque tiene que salvarse!” (una proclama muy compatible con las de Falange). Dicho lo cual, habría expirado más o menos plácidamente, de manera que Aragón sólo se dio cuenta de ello al oler a quemado y comprobar que al escritor se le estaba quemando una zapatilla.

Aportó los datos para esa versión oficial  José María Ramos Lacertales, antecesor de don Miguel en el rectorado de la Universidad de Salamanca, y así consta el en el prólogo del libro Cuando Miguel de Unamuno murió, fechado pocas semanas después del fallecimiento con una precipitación inusual. “Tanta rapidez en la redacción del prólogo y la publicación del libro atestiguan el propósito de Loscertales de salir al paso de “los rumores insistentes sobre el envenenamiento de Unamuno que circulaban por la ciudad, difundidos por una emisora republicana”, escribieron el año pasado los biógrafos de don Miguel,  Colette y Jean-Claude Rabaté. Me consta la veracidad de esos rumores por el testimonio oral recogido, hace ya muchos años, de algún anciano vecino de la ciudad.

El documental de Menchón menciona ésta y otras muchas fuentes que abonan las peores sospechas sobre la muerte del escritor vasco. Refiere, por ejemplo, cómo la asistenta de la familia Unamuno escuchó gritos un par de veces mientras Aragón departía con don Miguel, y ella, metida en la cocina, preparaba la cena de Nochevieja. En la segunda ocasión, la mujer se acercó y vio al visitante “fuera de sí” mientras exclamaba: “¡Yo no le he matado!”

El mismo film detalla múltiples alteraciones en los trámites ulteriores al óbito. La hora se cambió dos veces, primero señalando las cinco de la tarde en lugar de “entre las seis y las seis y media” que habían indicado los familiares, ausentes hasta poco después del desenlace; después, en el juzgado, el acta de defunción se fijó a las cuatro, antes de la llegada de Aragón a la casa. El médico responsable del caso, el doctor Núñez, amigo de Unamuno y exconcejal republicano al que los golpistas tenían “bajo el yugo”, firmó un dictamen que era “imposible de emitir sin haber realizado una autopsia…, que nunca se practicó”. El informe hablaba de “hemorragia bulbar intracraneal”, un episodio que “cuando provoca una muerte súbita da lugar, ya desde los años 30, al término jurídico de muerte sospechosa y criminalidad”.

Bartolomé Aragón no compareció como testigo en el levantamiento del mismo acta ni siquiera acudió al entierro ni al funeral. Pronto se reincorporó al frente de los sublevados en Bilbao. Él era ya un veterano y había participado en la matanza de Nerva (Huelva), donde fusilaron a más de 2.000 personas y apareció la mayor fosa común cavada en la contienda. También se había implicado con entusiasmo en las quemas de libros del llamado “bibliocausto” de los insurrectos. Cercano al círculo del fundador de la Legión, José Millán-Astray , y admirador de los fascistas italianos y los nazis, más tarde Aragón se convertiría en jefe nacional de Prensa y Propaganda de un ministerio de Franco.

La película de Menchón  arranca con las denuncias públicas que Unamuno lanzó contra Franco y los suyos durante el arresto domiciliario al que le condenaron a raíz de su enfrentamiento con Millán-Astray en el Paraninfo de la Universidad salmantina. El filme confirma y apuntala la veracidad del relato reconstruido a partir de unas notas tomadas por el profesor Ignacio Serrano durante la discusión. “Vencer no es convencer”, espetó efectivamente el filósofo al siniestro “novio de la muerte”.

"Escribo esta carta desde mi casa, donde estoy desde hace días encarcelado disfrazadamente. Me retienen en rehén, no sé de qué ni para qué. Pero si me han de asesinar, como a otros, será aquí, en mi casa”, redactó don Miguel en uno de sus escritos, fechado el 11 de diciembre. “Vivo bajo llave y cerrojo, rodeado por una aterradora demencia colectiva. Me sorprende que aún no me hayan disparado”, apuntó también por aquellas fechas mismas fechas.

Cuenta en el documental el nieto del filósofo, Miguel de Unamuno Adarraga, que miembros de Falange se llevaron literalmente el cadáver al día siguiente por la mañana. «Sin previo aviso, se presentaron unos falangistas, agarraron el féretro y se lo llevaron sin más. Por supuesto, lo hicieron sin pedir ningún permiso, ni hacer ningún comentario, ni nada más. Luego ya en el cementerio se produjo toda esa manifestación fascista organizada y bastante dramatizada. Mi primo, que tenía siete años, se asustó y creo que decía a mi tía Felisa: “¿Lo van a tirar al río?”», explica uno de los nietos de Unamuno sobre una escena que describe como «un robo casi casi violento». 

«Se apoderaron de él hasta el final. Eso es todo, que es mucho», concluye el documental producido por Pantalla Partida, Imagine! Factory Films y RTVE, cuya proyección estará en los cines el mes que viene. En la película, los discursos y reflexiones de los protagonistas son leídos y dramatizados por actores como José Sacristán (Unamuno) o Antonio de la Torre (general Mola), Víctor ClavijoMarian Álvarez Andrés Gertrúdix.

         DdA, XVI/4648        

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