viernes, 1 de mayo de 2020

"LA CIUDADANA CANTA AL 1 DE MAYO": LOS NIÑOS DEL POZO MARÍA LUISA


Por primera vez en la historia del movimiento obrero, el 1 de mayo no tendrá su celebración en las calles. Eso nos retrotrae en España a los tiempos de la dictadura franquista, que algunos vivimos, pero no será en esta ocasión porque la autoridades del viejo régimen lo impidan, sino porque la pandemia del coronavirus impide por ahora las concurrencias masivas. La Asociación La Ciudadana, de Oviedo, no ha querido sin embargo que la fecha sea pasada por alto y ha hecho una convocatoria por streaming para la cinco de la tarde de hoy, en la que se cantará a lo que  representa la jornada del día. Presentado por David Acera, el concierto contará con la presencia virtual de diversos cantantes, con Luis Pastor como artista invitado. Nada mejor para acompañar también la conmemoración del 1 de mayo del año del virus de la corona que este poema escrito por Rodolphe Broda (1880-1932), y que este Lazarillo ha rastreado con fecha del 1 de mayo de 1924 en el periódico El Socialista, con traducción de Andrés Ovejero (1871-1954), catedrático de la Universidad Central de Madrid, ensayista y diputado por el PSOE, partido al que abandonaría tras la Revolución de Asturias de 1934. Junto al poema va un artículo no menos interesante de Manuel Maurín en memoria del Pozo María Luisa, y también una graciosa recordanza gijonesa de Manuel Goti del Sol. Tampoco está de más lo que en este DdA se dijo acerca de una revisión de Los titiriteros de Novecento




El sol de primavera que en los espacios brilla
y a los campos envía su resplandor fecundo,
hasta el lecho penetra de mísera buhardilla,
donde yace un obrero postrado y moribundo.
Las sombras de la muerte ya enturbian sus pupilas;
mas su mirada tiene la extraña beatitud
de aquel para quien solo serán horas tranquilas
las que al descanso póstumo reserva el ataúd.
De pronto le sacude extraño sobresalto.
Es un rumor que llega desde la lejanía.
Es un coro soberbio que eleva hasta lo alto
los himnos del Trabajo en la Fiesta del día.
Son los trabajadores, los buenos compañeros,
cuya voz se aproxima, cada vez más cercana,
hasta que la sublime legión de obreros
desfila lentamente al pie de su ventana.
Cogidos de los brazos marchan miles y miles;
brazos fuertes, unidos en lazo fraternal,
¡cómo se unen sus voces con acentos viriles
al entonar el canto de “La Internacional”!
¡Con qué emoción  entonces el moribundo escucha
el himno repetido del porvenir que avanza!
Compartió con ellos los riesgos de la lucha
y con ellos comparte su postrer esperanza.
Con un último esfuerzo, súbito se incorpora
el luchador vencido sobre el lecho de muerte;
une su voz gimiente a la canción sonora,
y su boca se crispa y cae su cuerpo inerte.
Víctima también fueron, como él, propiciatoria,
todos los camaradas de todas las naciones,
que tiñeron de sangre la enseña de victoria
que alzarán, roja, en triunfo, nuevas generaciones.
Y su postrer mirada brilla con aquel rayo
de sol de primavera… ¡Quė le importa morir
si los suyos, celebran el Primero de Mayo,
la Fiesta del Trabajo la fe en el porvenir!


LOS NIÑOS DEL POZO MARÍA LUISA

Manuel Maurín
Cuando el relevo se preparaba para terminar la tarea en la capa Vieja, por encima de la tercera planta, el vigilante y el artillero dispararon un barreno en el relleno sin percatarse de la presencia del grisú que flotaba sobre el aire de la rampla.
Además de los ocho mineros que trabajaban en el taller había otros cinco en la galería del nivel intermedio y nueve más en la inmediata capa Agapita y en el transversal de la segunda planta. Con los vagones ya cargados, cuatro mulas esperaban la orden de los caballistas para arrancar hacia el exterior.
Quienes estaban más cerca del foco de explosión apenas pudieron abrir las pupilas antes de ser arrojados contra los hastiales y perecer en el acto, pero los que se encontraban a una distancia mayor llegaron a percibir primero una onda de choque e, inmediatamente, el resplandor de una ráfaga de fuego cuando ya volaban por los aires. Después, nada más.
A medida que se propagada, la onda expansiva iba levantando el polvo de carbón adherido en las paredes de las galerías, que se incendiaba y estallaba al momento con el paso del frente ígneo. Así lo pudo percibir uno de los supervivientes que se encontraba en un recodo alejado del transversal y que también observó, antes de perder la consciencia, como las vagonetas, lanzadas como proyectiles por la explosión, provocaban derrabes que dejaban sepultados algunos cuerpos ya quemados.

Al comenzar a sonar la sirena de manera insistente, Julia dejó en el lavadero el balde con la ropa de la mina y echó a correr por la vía del tren en dirección al pozo, confluyendo en el camino con el gentío que llegaba desde Ciaño y otras aldeas próximas. Todos tenían, como Julia, familiares trabajando en María Luisa.
Cuando llegaron al recinto el jefe de grupo y el capataz estaban organizando al pie del castillete un grupo para iniciar el rescate con los mineros más experimentados a la espera de la llegada de la Brigada de Salvamento; después se retiró a la oficina para comunicarse con los directivos de la empresa y las autoridades civiles y militares. Con los primeros se convino en trasladar toda la responsabilidad al vigilante fallecido, evitando que salpicase a los mandos, mientras que al Delegado Provincial de Sindicatos y al Gobernador Militar les preocupaba que el accidente pudiese alterar los actos oficiales del décimo aniversario del Alzamiento que tendrían lugar unos días después.
A última hora de la tarde comenzaron a salir los primeros cadáveres tapados con mantas y algunos supervivientes malheridos. El marido de Julia, el mismo que había perdido la consciencia en el transversal del segundo, la recuperó al salir de la jaula y, levantando la cabeza de la camilla, contempló el panorama que se abría ante sus ojos rojos: a una parte de la plaza del pozo se situaban, abrazados en silencio, los familiares y los mineros de las plantas no afectadas por la explosión; al otro lado, frente a la lampistería, la jefatura de la Duro -con el director a la cabeza- y los cargos políticos del régimen con sus trajes de rayas y chaqueta cruzada. Y al fondo, en el talud de la escombrera, una multitud de muchachos sentados en filas superpuestas.

A los nueve fallecidos recuperados en las primeras horas se fue añadiendo en los días siguientes un goteo que aumentó la cifra hasta los diecisiete, el último de los cuales se pudo localizar precisamente el 18 de julio. Cuando finalmente se extrajeron las mulas desventradas solo los niños permanecían observando desde la escombrera. Muchos de aquellos muchachos protagonizarían años después las grandes huelgas del sesenta y dos.


CONCEJAL APALEADO EN GIJÓN EL 1 DE MAYO
Goti del Sol

En aquellos tiempos el Primero de Mayo tenía una titularidad distinta. Por decreto, siguiendo la norma establecida el año anterior por Pío XII, en España se instituyó en 1.956 la Fiesta de San José Artesano. Las palabras "obrero" o "trabajador" no resultaban del agrado del mandamás y sus inquebrantables adheridos. El punto culminante del festejo lo constituía la Demostración Sindical que se celebraba en el Estadio Santiago Bernabéu, con la presencia de autoridades civiles, militares y eclesiásticas. Una representación de "productores" de todo el territorio nacional desfilaban ante la Jefatura y realizan ejercicios gimnásticos.Había otra realidad, oculta, clandestina, que trataba de hacerse oír en esa fecha. En aquél Gijón se producían pequeños saltos, un grupo de manifestantes desplegaban una pancarta y salían por piernas a los pocos segundos ante la llegada de un tropel de "grises". La curiosidad de la chavalería nos llevaba a ser testigos presenciales de alguna escorribanda y en cierta ocasión un colega y yo estábamos apostados en la cercanía de un portal en Alvarez Garaya. 
Lo del portal a mano era una buena medida de seguridad, para introducirse con rapidez en él, según las circunstancias que se produjesen. Aquel día la carga fue muy rápida, los contados manifestantes se desperdigaron y nosotros a lo nuestro, al portal. Circulaba un hombre a la altura de nuestro refugio cuando un par de guardias, sin mediar palabra, la emprendieron a toletazos con el viandante. 
-"¡A mí no, que soy Concejal!", proclamó desesperadamente el agredido. La respuesta policial no se hizo esperar: -"¿Concejal tú, mecagoentumadre...?", a la par que arreciaba la golpiza. No acertamos a ver si el infeliz fue conducido al cuartón, bastante teníamos con permanecer ocultos, ni tampoco si realmente era miembro de la Corporación Municipal, lo que sí pudimos constatar fue la lluvia de palos que le cayeron encima.

       DdA, XVI/4483      

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