-¿Viene usted a ver la tumba de la ministra, verdad?
Así suele abordar el guarda a los que se acercan al cementerio de Saint
Cyprien con el aire despistado de quien no sabe bien dónde dirigirse, puesto
que el visitante asiduo camina con la certeza de conocer bien su camino.
Pero apenas sabe nada de Federica Montseny; únicamente que algunos
españoles se dejan caer por allí de vez en cuando y se pierden entre las tumbas
sólo para rendirle homenaje durante unos minutos. Le han contado, eso sí, que
fue la primera mujer ministra en un gobierno español cuando en Francia ni
siquiera se había establecido el sufragio femenino.
Federica Montseny se estableció en Toulouse, en el populoso barrio de
Saint Cyprien, al terminar la Segunda Guerra Mundial con su compañero Josep
(Germinal) Esgleas, superviviente de un campo de exterminio, y sus tres hijos.
(Blanca, la menor de ellos, falleció muy joven
y está enterrada bajo la misma lápida). Federica regresó a España en 1977,
participando en algunos mítines de su recién legalizado sindicato, pero viendo
la deriva de la transición española -con la firma de los Pactos de la Moncloa,
que ella condenó abiertamente- prefirió volver para vivir y morir en la ciudad
que la había acogido cuando las cosas iban mal: Toulouse.
Si hemos cruzado el Garona por el puente de Saint Pierre vamos a dar
directamente al Quai de l’Exil. Así consta en el rótulo de la gran avenida, el
Cours Dillon, que se extiende en paralelo al curso del río. (En Toulouse, los
nombres de las calles aparecen inscritos en francés y en langue d’Oc.
Las locuciones que pueden escucharse en los transportes públicos también están
grabadas en ambas lenguas).
Este Muelle del Exilio era la vía de entrada al barrio de Saint Cyprien, donde se instalaron gran parte de los españoles que decidieron quedarse en la Ciudad Rosa esperando tiempos mejores en su país. A lo largo de esta orilla, en lo que también se conoce como la Prairie des Filtres, unas casetas instaladas de manera provisional empezaron a acoger múltiples actividades y servicios destinados a los exiliados españoles: dispensario médico, consulta de maternidad, teatro de aficionados y, sobre todo, punto de encuentro. Lo eventual fue convirtiéndose poco a poco en definitivo y trasladándose a otros locales cercanos: así surgieron en las proximidades el Hospital Varsovia y el Casal Català.
En el Hospital Varsovia (13 Rue de Varsovie), médicos y enfermeros
españoles atendieron durante años a sus compatriotas de la colonia republicana
de Toulouse. Se fundó a finales de 1944, a raíz de la frustrada invasión del
Valle de Arán, vista la necesidad de atender a los guerrilleros que volvieron
heridos de la aventura. También allí fueron acogidas las víctimas
supervivientes de los campos de exterminio nazis que llegaron a la ciudad. El
hospital funcionó como institución benéfica y sin ánimo de lucro, regentada
siempre por profesionales españoles -la mayoría de ellos, catalanes- durante
seis años pero estuvo a punto de desaparecer definitivamente en 1950, cuando
todo el equipo médico fue detenido como resultado de una feroz campaña
anticomunista. Gracias a la implicación de médicos franceses y al apoyo
económico del Partido Comunista Francés logró salir adelante. Hoy aún permanece
abierto como centro hospitalario.
El Casal Català http://www.casalcatalatolosa.cat/ mantiene viva
la cultura catalana en la Ciudad Rosa. Se encuentra ubicado en el número 17 de
la Rue de Novars y fue fundado en octubre de 1944.
Su programa incluye actividades de cualquier género que vinculen a la comunidad de residentes en Toulouse con su lugar de origen. Este año, por supuesto, se ha organizado un viaje para conmemorar La Retirada; un triste recorrido por los lugares que tuvieron que transitar los refugiados antes de poder volver -quienes lo consiguieran- a la normalidad, con una visita obligada al campo de Argelès, a la tumba de Antonio Machado y al Museo de la Memoria del Exilio, en La Jonquera.
De vuelta a la rîve droite y dirigiéndonos hacia el norte,
encontraremos en el 85 Avenue des Minimes un espacio de similares características:
la Casa de España. A la entrada, en el jardín Nougaro, el Ayuntamiento de
Toulouse levantó en 2002 el primer memorial oficial dedicado al exilio de las
víctimas de la guerra civil española. La obra, del escultor Lluis Jordá, está
hecha en bronce y mármol de los Pirineos y lleva por título La Retirada 1939.
En las inmediaciones del Canal du Midi, hacia el este, sobreviven dos
edificios que nos llevan a la memoria de los anarquistas residentes en
Toulouse, aunque ambos han perdido ya su identidad. El Ateneo Español, que se
encontraba en la rue de l’Etoile n.º 14, fue fundado en 1959 con el espíritu de
los ateneos republicanos, tan abierto a todas las organizaciones democráticas
como cerrado a cualquier proselitismo.
Y en la cercana Place Dupuy, la Halle aux Grains acogía cada año a los
militantes y simpatizantes de la CNT para celebrar cada 19 de julio su
aniversario de la Revolución. El pabellón, que nació para ser un mercado y hoy
es sede de la Orquesta Nacional de Toulouse, es una curiosa construcción de
forma hexagonal con fachada de ladrillo del mismo estilo que exhiben otros
palacetes de la ciudad.
Para cerrar este recorrido, un lugar común a todos los disidentes en el
periodo de la ocupación nazi: la prisión de Saint Michel.
El edificio es una mole imponente, en forma pentagonal con un panóptico
central, que aún conserva las alambradas. En la entrada, una placa informa de
los nombres de algunos franceses que fueron ejecutados allí mismo y del
incontable número de desconocidos que sufrieron la misma suerte. Junto a ella,
un cartel donde el Ayuntamiento advierte de las obras de remodelación que se
están produciendo en su interior.
En Saint Michel, que no fue la única prisión pero sí la más temida por
los miembros de la Resistencia, pasó sus últimos días el anarquista asturiano
Francisco Ponzán Vidal, que salió de allí el último día de la ocupación para
ser ejecutado y quemado junto con otros 53 prisioneros en el cercano bosque de
Buzet.
Todos estos lugares de la memoria en Toulouse están aún vivos y la
mayoría de ellos señalados con una placa conmemorativa. La Oficina de Turismo
municipal, que acoge cada día centenares de turistas en demanda de información
sobre sus actividades, atiende a numerosos españoles a lo largo del día. Las
mesas informativas proveen de folletos desplegables al visitante sobre multitud
de propuestas de ocio y de cultura. Personalmente pude comprobar el nulo
interés por parte de los españoles de paso en la ciudad sobre este recorrido de
la memoria. Pregunté acerca de la posibilidad de unirme a una visita guiada
programada y la respuesta fue demoledora: apenas tiene solicitudes y es
necesario cubrir un mínimo de diez inscripciones para hacer el itinerario con
un guía especializado en el tema. Me aconsejaron que estuviera pendiente del
calendario de las próximas visitas guiadas http://toulouserepublicana.com/es/
pero que no organizara un viaje sin antes haber confirmado la posibilidad real
de su cumplimiento que, en la práctica, sólo tiene lugar si hay un grupo de
escolares interesado.
Estas son las consecuencias del olvido que tanto preconizan los que
asimilan la Memoria Histórica a una venganza o a “la batalla del abuelo”, y que
produce pena, rabia y también vergüenza.
DdA, XV/4336
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