Jaime Richart
El grito de guerra del filósofo griego Epicuro
de la antigua Atenas en su Academia a sus discípulos...
Desde hace muchos años, después de los
primeros compases de la transición de la dictadura a lo que luego se ha manifestado como una medio
farsa democrática, a España entera le ha absorbido el seso la política. Diríase
que los 40 años anteriores ayunos de política y de políticos necesitaban otros
cuarenta de abotargamiento de política y de políticos. Ha habido cambios. Pero no tantos sustanciales.
Por ejemplo, si en el régimen
anterior eran unos cuantos los que acechaban los favores, las prebendas, las
canonjías y los privilegios que repartía la
dictadura, en el actual se cuentan por miles. Por ejemplo, si entonces no había
libertad de prensa, ahora oficialmente la hay, pero esa libertad la administran
los dueños de los medios oficiales de
comunicación eligiendo minuciosamente al
opinante y orientando los pareceres y las tendencias hacia donde a ellos les conviene para
mantener en lo posible el statu quo del régimen.
Por ejemplo, si antes no había libertad de reunión, ahora la hay sólo a veces,
pues situaciones hasta ayer
novedosas o inéditas, como la efusión soberanista en Cataluña, las reprime el
gobierno con la
dureza del tirano…
En todo caso, al menos las legislaturas del actual partido
del gobierno desprenden el
tufo de una dictadura, blanda por los
tiempos que vivimos y los
compromisos con Europa, pero al fin y al cabo dictadura, no de un solo dictador sino por cooptación. Es
decir manteniendo un cupo “ortodoxo” en las instituciones del Estado repartido
principalmente entre los adictos a los
dos partidos principales. De momento sabemos que veinte de estos últimos
cuarenta años cientos del partido postfranquista los ha dedicado sobre todo a
maquinar, dicho por la propia
Justicia, y el desvalijamiento de
las arcas públicas que se ha ido descubriendo poco a poco después ha sido el resultado. Por eso dejo a un lado el nulo interés en seguir
hablando de ese partido cuyos miembros siguen en la gobernación y no merecen más que el desprecio que se dispensa al oportunista,
al ventajista, al déspota, al prepotente y al ladrón de lo público... Pero es que tampoco el otro partido, ése que hace más de un siglo era socialista, que se ha alternado en
la gobernanza a lo largo de ese
mismo tiempo, sale mucho mejor parado en prestigio. Pues, aparte el pillaje o irregularidades cometidas asimismo
en relación a los caudales públicos aunque ciertamente
menos escandalosos, el incumplimiento de sus promesas ilusionantes en materias
estructurales del Estado le han puesto en evidencia y probado que tampoco es digno
de crédito. Es más, su deriva a lo largo de estos cuarenta años y después de haber prestado
servicios estimables, es lo más deprimente que quepa imaginar. Partido que no
sólo se ha limitado a compartir el poder con el otro de ideología y praxis execrables,
es que no ha cumplido ninguna de las promesas de cambio y de fondo hechas
en los años 80: no ha hecho el más mínimo intento de propósitos originarios de
su ideología: referéndum monarquía/república, denuncia del Concordato con la
Santa Sede, reforma de la ley electoral, denuncia de las Bases americanas,
etc; es que en lugar de socializar todo lo posible, como se supone
corresponde a una ideología socializante, ha privatizado empresas
energéticas, telefonía, banca, etc.; propósitos cuyos líderes fueron pregonando
de mitin en mitin antes de acceder a su primera legislatura. Un partido que
ha respaldado y robustecido la ideología contraria ensanchando con ello la desigualdad
y ahondando la exclusión social de grandes porciones de población. Pero no menos deprimente y grave es esta
otra deriva: una ideología que nació republicana y que desde hace al menos dos
décadas se ha ido convirtiendo poco a poco en el principal baluarte de la
monarquía y de los títeres que la representan...
Sí, ya sabemos que la esencia de la política,
en todas partes, está en el mentir y el desmentir, en el decir y el desdecirse,
en el prometer y el incumplir. Es más, no imagino a un político íntegro, coherente
y de conciencia recta a menos que su ejercicio sea de breve plazo, pasajero o de ocasión.
Pues, muy raro será el que, tras un balance de su participación en la política
o en la gobernación, no resulte culpable; si no por acción, por omisión. Por este motivo
pero también porque el político al uso no tiene escrúpulos en faltar a la
palabra dada, al compromiso o al pacto, en incumplir promesas hechas a quienes le han
elegido, la política es la actividad humana más opuesta al ideal de ciudadano
libre, hombre y mujer, educados en la
rectitud de conciencia. Virtud y galanura ésta que están presentes en toda
pedagogía universal impartida en cualquier centro de enseñanza o de educación
básicas cuyo propósito no fuere inculcar depravación y canallismo. Ellos, los
profesionales de la política, se excusan diciendo que es de imbéciles no cambiar de opinión cuando
han cambiado las circunstancias. Sin embargo, basta un poco de perspicacia para observar cuán a menudo son ellos mismos quienes cambian las circunstancias
con el fin de justificar después los cambios de su discurso... La nómina de las imperfecciones del
político, en fin, dejando al margen la seducción eventual de su
peroración y de su tarea política, tan alejada, por cierto, de la idea de servicio a la
comunidad que es lo que le daría sentido, son notables.
Desde luego, y aunque acapare la máxima
atención en España en buena medida precisamente porque la impostura, la
mentira y el fácil cambio de rumbo ideológico provocan una atención en general
enfermiza, aparte la corrupción, la política que bulle permanentemente en este
país es desde luego radicalmente antagónica con el pensamiento filosófico y las actitudes que le son
propias. Pues sólo la política prudente y eficaz para todos, ésa que no da que hablar y
apenas es noticia es la que puede
considerarse útil y respetable: justo la contraria de la que se ha enseñoreado de
una España sumida en el escándalo que no cesa. El caso es que la percepción
para millones de ciudadanos es que el régimen que se inauguró aquel día hace casi
cuarenta años, en lugar de estar manejado por uno como el anterior pasó a estar manejado por
muchos, y que lo que se ha ido revelando después hasta ayer es que se entronizaba
con él en España un medio simulacro de democracia que inmediatamente ya muchos
pensaron que debía removerse. Los fondos recibidos de la Unión Europea para desarrollar el proceso
de aggiornamiento político actuaron como un
espejismo que duró las dos primera décadas. Las dos siguientes, de unas
desastrosas consecuencias económicas para millones, en buena medida causadas
por la rapiña crónica, dieron paso al desencanto, a mucha más desigualdad social
y a una justicia mucho más proclive a la benevolencia con los fuertes y más
implacable con los débiles sociales. Como siempre ha sido. En suma, los favores, los privilegios,
las concesiones y la cada vez mayor distancia entre los ciudadanos de primera y
los de cola, han ido haciendo más y más abominable la política en España.
En resumidas cuentas, si la política en su
conjunto es una actividad sospechosa en
cualquier parte, y la democracia burguesa es el menos malo de los sistemas, en España la política y especialmente la
atención persistente a la política es sólo para los espíritus vulgares. Por
eso se hace fácilmente comprensible a todo ciudadano, hombre y mujer, sensitivos,
despiertos, responsables y cabales la sugerencia de Epicuro : ¡lejos de la
política!
DdA, XIV/3735
1 comentario:
Totalmente de acuerdo.
Publicar un comentario