jueves, 19 de octubre de 2017

MÁS MADERA PARA NUESTRA PROPIA HOGUERA


Ana Cuevas

He de admitir que una tristeza bruna me oprime el corazón cuando contemplo el fantasmagórico paisaje que ha dejado el fuego a su paso por el norte. Como una fuerza diabólica e implacable arrasó con la vida de personas animales, árboles, casas, granjas, trabajo e ilusiones reduciéndolo todo a unas cenizas negras que ahora se filtran por los acuíferos y contaminan el suelo, los ríos y la costa gallega. Es lo que se denomina una catástrofe medioambiental.
Pueden existir infinidad de causas que originen un incendio. Algunas naturales como un rayo. Otras son imprudencias o prácticas ganaderas o agrícolas nada recomendables en las actuales circunstancias atmosféricas. Pirómanos sociópatas o cazadores, sociópatas también sin duda alguna, que prenden fuego al monte para satisfacer sus más bajos instintos. Y luego están los sicarios a las órdenes de oscuros intereses.
 En fin, un abanico de macabras posibilidades que combinadas con el principal problema, el cambio climático, hacen que todo nuestro entorno medioambiental parezca condenado a ser pasto de las llamas.  
Ayudaría mucho crear una legislación específica para la autoría de estos hechos. A mi modesto entender, son crímenes contra la humanidad. Están quemando el presente y sobre todo el futuro de nuestra especie. Genocidas en diferido que merecen una investigación exhaustiva y unas penas proporcionales a la magnitud de sus fechorías. Pero también ayudaría que el gobierno, en vez de recortar en recursos para la prevención y extinción de incendios y en brigadistas, proporcionara todos los medios a su alcance. ¿Parece lógico no?
Escuché por la radio como un brigadista de otra comunidad se lamentaba porque se les dedicaba a entrenar en sus puestos en vez de enviarles de refuerzo a Galicia. Era incomprensible y desgarrador para este buen hombre que no entendía el desatino.
Pero en el reino de Carpetovetonia hay otras prioridades. Si Galicia, en vez de pegarse fuego por los cuatro costados, hubiera proclamado la independencia, Rajoy le hubiera mandado miles de efectivos de las fuerzas de seguridad del estado en un pis pas. Para otra vez ya lo saben los hermanos gallegos. Cuando vuelvan las llamas que saquen las urnas a la calle. Ahí si que van a tener refuerzos policiales para apagar el infierno. Y es que Mariano, a pesar de ser gallego, estaba a otras cosas, más rentables políticamente, que la apocalipsis de la tierra que le vio nacer (y andar deprisa por primera vez).
Andar, el presidente, anda con garbo y salero. Pero en lo de pensar para gestionar una grave crisis medioambiental... no está tan espitoso. Si no, recuerden esos hilillos de plastilina que salían del Prestige y que pasarán a la historia de la crónica del humor negro. Más negro que el chapapote que enterró las costas de Galicia.
Ahora está de moda el nacionalismo y un patrioterismo rancio que, ya perdonarán, da mucha grima. Pero los únicos patriotas que he visto estos días eran los vecinos de las zonas afectadas luchando cuerpo a cuerpo contra el fuego. Gente heroica que, junto a los escasos efectivos allí desplazados, se jugaban la vida por sofocar el desastre.
Hay muchas imágenes estremecedoras de lo ocurrido estos días. Pero hay una que he visto en un periódico que, por lo que sea, me ha hecho saltar las lágrimas. Era una perrita que había buscado, encontrado y rescatado el cadáver totalmente calcinado de su cachorro. No se si era consciente de su muerte pero enfrentaba a la cámara con una mirada dolorosamente humana mientras sostenía con delicadeza el ennegrecido cuerpecillo. Los animales cuidan de su descendencia instintivamente. Cuidan de la supervivencia de su especie. En cambio nosotros... pues eso, y tal.
Lo que cuenta, lo que verdaderamente importa a los políticos es recaudar votos. Por eso, y por nada más, anegan de gasolina nuestra sociedad y prenden la chispa como orates irresponsables esperando sacar beneficio de las cenizas. Por eso nos envuelven a todos en una charada a ver quién la tiene más larga, la bandera, con el efecto de habernos retrotraído a un pasado represivo y siniestro. Estos también son pirómanos. Será por eso que los incendios que nos asolan, lejos de inquietarles, les deben poner burracos.
Normalmente me han llamado de todo a lo largo de mi vida. Lo último es que soy equidistante. Que no me mojo. Será que, como el presidente, yo tengo otras prioridades. Y la principal, como ecologista recalcitrante convicta y confesa (ambas cosas ciertas), es intentar dejar un planeta habitable a las siguientes generaciones. Y no solo en Galicia, España o Catalunya. También en Portugal y El Congo. Porque la intuición me dice que, más allá de las fronteras y de las banderas que nos hemos inventado, los seres humanos tenemos un deber patriótico muy superior: intentar preservar el único envoltorio que puede albergar a nuestra especie. Esa es mi trinchera. Y en esta cuestión, no soy nada equidistante. Ahí estoy a muerte.

Comencé a caminar bajo la lluvia,
hacia tanto tiempo que sentía que me estaba dando un baño de estrellas.
A veces el llanto tiene una conexión universal.
Puede parecer un concepto panteista o esotérico.
Pero yo sentía que me empapaba de lágrimas
por dentro y por fuera.
Lágrimas desangeladas.
Lágrimas negras como las cenizas que quedan después de los incendios.
 
DdA, XIV/3665

1 comentario:

Unknown dijo...

Si, esas perdidas de algo tan valioso y vital para todos, causadas por descuidos o arbitrariedad, duelen demasiado. Es increible que no podamos dar prioridad a lo más importante, siendo seres con la capacidad de razonar.

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