Ana Cuevas
He de admitir que una tristeza bruna me oprime el corazón cuando
contemplo el fantasmagórico paisaje que ha dejado el fuego a su paso por
el norte. Como una fuerza diabólica e implacable arrasó con la vida de
personas animales, árboles, casas, granjas, trabajo e ilusiones
reduciéndolo todo a unas cenizas negras que ahora se filtran por
los acuíferos y contaminan el suelo, los ríos y la costa gallega. Es lo
que se denomina una catástrofe medioambiental.
Pueden existir
infinidad de causas que originen un incendio. Algunas naturales como un
rayo. Otras son imprudencias o prácticas ganaderas o agrícolas nada
recomendables en las actuales circunstancias atmosféricas. Pirómanos
sociópatas o cazadores, sociópatas también sin duda alguna, que prenden
fuego al monte para satisfacer sus más bajos instintos. Y luego están
los sicarios a las órdenes de oscuros intereses.
En fin, un
abanico de macabras posibilidades que combinadas con el principal
problema, el cambio climático, hacen que todo nuestro entorno
medioambiental parezca condenado a ser pasto de las llamas.
Ayudaría
mucho crear una legislación específica para la autoría de estos hechos.
A mi modesto entender, son crímenes contra la humanidad. Están quemando
el presente y sobre todo el futuro de nuestra especie. Genocidas en
diferido que merecen una investigación exhaustiva y unas penas
proporcionales a la magnitud de sus fechorías. Pero también ayudaría que
el gobierno, en vez de recortar en recursos para la prevención
y extinción de incendios y en brigadistas, proporcionara todos los
medios a su alcance. ¿Parece lógico no?
Escuché por la radio
como un brigadista de otra comunidad se lamentaba porque se les dedicaba
a entrenar en sus puestos en vez de enviarles de refuerzo a Galicia.
Era incomprensible y desgarrador para este buen hombre que no entendía
el desatino.
Pero en el reino de Carpetovetonia hay otras
prioridades. Si Galicia, en vez de pegarse fuego por los cuatro
costados, hubiera proclamado la independencia, Rajoy le hubiera mandado
miles de efectivos de las fuerzas de seguridad del estado en un pis pas.
Para otra vez ya lo saben los hermanos gallegos. Cuando vuelvan las
llamas que saquen las urnas a la calle. Ahí si que van a tener refuerzos
policiales para apagar el infierno. Y es que Mariano, a pesar de ser
gallego, estaba a otras cosas, más rentables políticamente, que la
apocalipsis de la tierra que le vio nacer (y andar deprisa por primera
vez).
Andar, el presidente, anda con garbo y salero. Pero en
lo de pensar para gestionar una grave crisis medioambiental... no está
tan espitoso. Si no, recuerden esos hilillos de plastilina que salían
del Prestige y que pasarán a la historia de la crónica del humor negro.
Más negro que el chapapote que enterró las costas de Galicia.
Ahora
está de moda el nacionalismo y un patrioterismo rancio que, ya
perdonarán, da mucha grima. Pero los únicos patriotas que he visto estos
días eran los vecinos de las zonas afectadas luchando cuerpo a cuerpo
contra el fuego. Gente heroica que, junto a los escasos efectivos allí
desplazados, se jugaban la vida por sofocar el desastre.
Hay muchas
imágenes estremecedoras de lo ocurrido estos días. Pero hay una que he
visto en un periódico que, por lo que sea, me ha hecho saltar las
lágrimas. Era una perrita que había buscado, encontrado y rescatado el
cadáver totalmente calcinado de su cachorro. No se si era consciente de
su muerte pero enfrentaba a la cámara con una mirada dolorosamente
humana mientras sostenía con delicadeza el ennegrecido cuerpecillo. Los
animales cuidan de su descendencia instintivamente. Cuidan de la
supervivencia de su especie. En cambio nosotros... pues eso, y tal.
Lo
que cuenta, lo que verdaderamente importa a los políticos es recaudar
votos. Por eso, y por nada más, anegan de gasolina nuestra sociedad y
prenden la chispa como orates irresponsables esperando sacar beneficio
de las cenizas. Por eso nos envuelven a todos en una charada a ver quién
la tiene más larga, la bandera, con el efecto de habernos retrotraído a
un pasado represivo y siniestro. Estos también son pirómanos. Será por
eso que los incendios que nos asolan, lejos de inquietarles, les deben
poner burracos.
Normalmente me han llamado de todo a lo largo
de mi vida. Lo último es que soy equidistante. Que no me mojo. Será que,
como el presidente, yo tengo otras prioridades. Y la principal, como
ecologista recalcitrante convicta y confesa (ambas cosas ciertas), es
intentar dejar un planeta habitable a las siguientes generaciones. Y no
solo en Galicia, España o Catalunya. También en Portugal y El Congo.
Porque la intuición me dice que, más allá de las fronteras y de las
banderas que nos hemos inventado, los seres humanos tenemos un deber
patriótico muy superior: intentar preservar el único envoltorio que
puede albergar a nuestra especie. Esa es mi trinchera. Y en esta
cuestión, no soy nada equidistante. Ahí estoy a muerte.
Comencé a caminar bajo la lluvia,
hacia tanto tiempo que sentía que me estaba dando un baño de estrellas.
A veces el llanto tiene una conexión universal.
Puede parecer un concepto panteista o esotérico.
Pero yo sentía que me empapaba de lágrimas
por dentro y por fuera.
Lágrimas desangeladas.
Lágrimas negras como las cenizas que quedan después de los incendios.
hacia tanto tiempo que sentía que me estaba dando un baño de estrellas.
A veces el llanto tiene una conexión universal.
Puede parecer un concepto panteista o esotérico.
Pero yo sentía que me empapaba de lágrimas
por dentro y por fuera.
Lágrimas desangeladas.
Lágrimas negras como las cenizas que quedan después de los incendios.
DdA, XIV/3665
1 comentario:
Si, esas perdidas de algo tan valioso y vital para todos, causadas por descuidos o arbitrariedad, duelen demasiado. Es increible que no podamos dar prioridad a lo más importante, siendo seres con la capacidad de razonar.
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