Lazarillo
Lo llamamos o dieron en llamarlo redes sociales, pero uno de sus efectos puede ser el de estar haciéndonos cada vez más asociales. Lucía Martín deja constancia de lo diferente que resulta el trato vecinal de las generaciones de más edad en relación con el que la propia firmante de la carta publicada en el diario El País tiene o no tiene. Hubo un día en que el movimiento ciudadano, a través de las asociaciones de vecinos, fue muy importantes para la recuperación de la democracia en este país. Es de recordar la gran protesta organizada en España en 1977 por la gran subida de los precios y la lucha por una vivienda digna. Hasta 300.000 personas salieron a las calles en Madrid los días 8 y 9 de septiembre de ese año contra la carestía de la vida. Me parece que si perdemos lo que entonces era una red de apoyo y aún lo sigue siendo pero menos, estamos contribuyendo a que la sociedad, como tal, sea cada vez más insostenible. O, si se prefiere, esté más inerme para defender sus derechos y libertades. Que esto ocurra con los llamados fondos buitre sobrevolando sobre nosotros, es grave:
Un vecino de mis padres falleció ayer. Tenía cuarenta y pocos años y sufría una larga enfermedad que acabó con él. Nos duele su muerte porque le conocíamos a él y a su familia. Era buena persona y ayudaba a mis padres si era necesario. Yo no conozco a mis vecinos. Llevo cuatro años viviendo de alquiler en la misma casa y solo saludo (a veces no lo recibo de vuelta). La mitad de ellos estaban de paso, otros no tienen interés en establecer vínculos. Solo he conseguido tener una relación cercana con la portera. Mis padres en su comunidad de vecinos conocen a cada número y letra. Pueden mantener conversaciones de más de cinco minutos, se ayudan y saben las debilidades y fortalezas. Cuidan juntos del edificio. Yo he perdido los vínculos vecinales. Algún día me pasará algo y no sabré a quién llamar, aunque pienso que yo estaré allí por si un desconocido me pide ayuda. No romantizo las relaciones vecinales, pues son como las familiares. Solo lamento haber perdido una de las redes de apoyo más importantes que deberíamos tener si queremos vivir en una sociedad sostenible.
DdA, XXI/6184
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