José Ignacio Fernández del Castro
«Por lo que respecta a la educación de los hijos, creo que no hay que enseñarles las pequeñas virtudes, sino las grandes. No el ahorro, sino la generosidad y la indiferencia hacia el dinero; no la prudencia, sino el coraje y el desprecio por el peligro; no la astucia, sino la franqueza y el amor por la verdad; no la diplomacia, sino el amor al prójimo y la abnegación; no el deseo de éxito, sino el deseo de ser y de saber.
Sin embargo, casi siempre hacemos lo contrario. Nos apresuramos a enseñarles el respeto a las pequeñas virtudes, fundando en ellas todo nuestro sistema educativo.» Natalia Levi, conocida como Natalia GINZBURG (Palermo, Sicilia, Italia, 14 de julio de 1916 - Roma, 7 de octubre de 1991): Inicio del último ensayo, que da título al libro Le piccole virtú (1962).
Cada día más, nuestra sociedad y sus sistemas de reproducción (del familiar al mediático, pasando por el educativo) ponen más énfasis en todo aquello que sitúa al individuo como único eje y fin de su propia acción, relegando cualquier consideración colectiva, social o universal a un segundo plano, cuando no al simple ridículo... Y, así, la generosidad, el valor, el ansia de verdad, el amor a los demás o la abnegación pasan a ser valores a la baja, frecuentemente denostados por etéreos e incluso peligrosos (hasta demonizarlos y penalizarlos); mientras la pasión por el dinero, la capacidad de simulación, el maquiavelismo, la diplomacia más hipócrita, o la egolatría se convierten las guías de conducta que ensalzan y “venden” el poder, la escuela y los medios de comunicación. Y es que, cuando lo único que importa es el éxito personal (por efímero y rastrero que sea), la apariencia y la astucia se imponen a la esencia y el conocimiento... Y hasta se promociona un malismo ufano.
Un mundo, una sociedad, una ciudad donde lo que seamos o sepamos puede convertirse en un obstáculo si pretendemos triunfar en algo... Porque seguramente la dimensión moral y política inherente a ese ser y saber nos obligaría mil veces a abandonar el camino hacia el “triunfo”.
Aquí y ahora el ser y el saber son verdaderos estorbos en esta sociedad individualista... Y bien lo ha entendido así nuestra “casta política”. Para crear el caldo de cultivo en el que lo que somos entierre continuamente lo que fuimos.
DdA, XXI/6184

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