Félix Población
Por cortesía del Muséu del Pueblu d'Asturies de Gijón nos llega este anuncio, tan significativo de la historia de la emigración en Asturias, caracterizada en la estatua de la Madre del emigrante, del escultor Ramón Muriedas, que se puede admirar frente al mar en la ciudad asturiana. De entre los países iberoamericanos que recibieron más emigración procedente de Asturias estuvo Cuba. Se cuenta que durante la segunda mitad del siglo XIX, un total de 80.000 asturianos partieron de Gijón y otros puertos con destino a La Habana y Matanzas en corbetas, goletas y bergantines. El viaje, como cabe suponer, era toda una aventura trasatlántica que se prolongaba durante 50 días y que algunos de los viajeros, como el poeta y escritor Alfonso Camín, emprendieron con apenas quince años (1905), dejando en este caso detallada constancia literaria del periplo. Antes, en 1894, y como consecuencia de la abolición total de la esclavitud aprobada años antes, se había publicado en los periódicos asturianos anuncios como el que está depositado en el museo gijonés, en los que se convocaba a trabajadores de 20 a 45 años para ir a Cuba. Podían viajar gratis y las condiciones que les ofrecía la real orden de 28 de diciembre de 1893 (ignoro si como ahora se celebraba entonces el Día de los Inocentes) eran un salario de 15 pesos oro, mínimum cada mes, y manutención. El anuncio se publicó en el periódico El Correo de Asturias, que se publicaba en Oviedo, y la real orden obedecía también al impulso que pretendía dar la corona española para establecer un equilibrio étnico entre la población de la isla, tratando de evitar movimientos revolucionarios como los ocurridos en algunas colonias francesas tras la abolición de la esclavitud. También se pretendía ganar mano de obra barata que supliera la de los esclavos liberados, sustituyéndolos por trabajadores pobres, generalmente campesinos, a los que se les ofrecía ofertas de empleo y librar del servicio militar. Se habla siempre de esa minoría de asturianos que al cabo de muchos años regresaron a su tierra como hacendados después de progresar en la isla caribeña, tanto en el siglo XIX como en las primeras décadas del XX. La región ofrece muestras de la preciosa arquitectura indiana con la que quisieron evocar aquel tiempo una vez en su tierra natal. Apenas hay noticia de los que volvieron con los bolsillos vacíos, la mayoría, y se les llamó despectivamente americanos del pote* o indianos de la maleta al agua. Sobre los primeros hubo incluso un cantar que aludía a la venta de objetos personales para poder pagarse el pasaje del viaje de retorno: Americanu del pote,/ ¿cuándo viniste, cuandu llegaste?/ La cadena y el reló,/ ¿ya lo vendiste, ya lo empeñaste? En cuanto a los segundos, justificaban ingenuamente su fracaso diciendo que al subir al barco de regreso se les cayó la maleta con toda su fortuna. Puede que no pocos de ellos se embarcaran para hacer las Américas después de leer un anuncio como el que publicó El Correo de Asturias en 1894, cuatro años antes de que el viejo imperio español fuera desalojado de la Perla de las Antillas. Más allá hay dragones es una novela de Pedro Luis Menéndez, publicada hace ya unos cuantos años, basada en esta diáspora.
*Desconozco por qué lo del pote, quizá porque se lo ofrecieran al mendigar alimento por las casas. Quien lo sepa, sería de agradecer que lo comunicara como comentario a este artículo.
DdA, XXI/6185

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