sábado, 15 de noviembre de 2025

LA MADRE DEL FRÍO Y DEL MIEDO: NO HAY PATRIA EN ESTA IMAGEN...

Acabo de terminar la lectura de un libro muy interesante que podría haber tenido la portada con la que el firmante del siguiente texto lo ilustra. Desconozco al autor y el lugar donde se hizo la fotografía, pero sí que tiene la impronta de la España de la posguerra que sirve de escenario a la obra del historiador y catedrático de la Universidad de Granada Miguel Ángel del Arco Blanco. El libro se titula La hambruna española (ed. Crítica) y en sus páginas leemos que los años más duros van de 1939 a 1941, con una prolongación en 1946, muy lejos de aquella soflama del dictador: Ningún hogar sin lumbre, ni un español sin pan.  En los tres años posteriores a la guerra fallecieron en nuestro país más de 200.000 personas, bien fuera por inanición o por enfermedades derivadas la alimentación deficiente. El autor considera que, sin despreciar los efectos de la contienda, esa hambruna estuvo motivada, sobre todo, en las medidas económicas tomadas por el régimen franquista, basadas en una política autárquica. La obra quiere ser una denuncia contra la desigualdad, según su autor, y la utilización del hambre como arma de violencia y opresión. Tened presente el hambre,/ recordad su pasado, escribió Miguel Hernández, el poeta fallecido en una cárcel franquista, autor de las Nanas de la cebolla, uno de los poemas más conmovedores de la literatura española.  "No hay patria en esta imagen -escribe García Ordiz- , sólo dolor y silencio. La madre es una raíz que no muere aunque la arranquen. En su abrazo cabe todo lo que la historia quiso borrar...".Que lo sepa ese casi veinte por ciento de jóvenes a los que les mola la dictadura franquista:


Nicanor García Ordiz

Nadie dormía en los portales por costumbre. Se dormía porque la vida había cerrado todas las puertas.
Esta madre no abraza: sostiene el derrumbe del mundo entre los brazos.
Su hijo duerme, o finge dormir, para no ver el hambre en los ojos de quien lo protege.
Las calles eran frías, pero más helaba el miedo.
A cada esquina llegaba el eco de una consigna, el paso marcial de un verdugo invisible.
Decían que el país se levantaba, pero solo se levantaban los muros.
Ella había dejado de pedir. Aprendió que la caridad humilla y que la esperanza también se acaba.
La falda rota, el zapato torcido, el cabello sucio: todo habla un idioma que los vencedores prohibieron.
No hay patria en esta imagen, solo dolor y silencio.
La madre es una raíz que no muere aunque la arranquen.
En su abrazo cabe todo lo que la historia quiso borrar.
Los discursos hablaban de orden, pero el hambre no se ordena.
A veces un transeúnte pasaba y miraba a otro lado: el miedo enseñó bien a no mirar.
La noche se derramaba sobre los cuerpos como un sudario.
Si hubo pan, fue ajeno. Si hubo fe, fue impuesta.
Esta mujer reza sin palabras: cada lágrima es una oración sin Dios.
El niño, entre sueños, cree que el calor del pecho es un hogar.
Ningún retrato oficial mostró estas rodillas peladas contra el cemento.
“Con Franco se vivía mejor”, repiten algunos, pero esta foto los desmiente con una sola mirada.
No hubo abundancia, hubo hambre con uniforme.
No hubo paz, hubo miedo con misa.
Y sin embargo, en el gesto de esa madre, el país aún respira.
Porque resistir, incluso con el alma rota, también fue una forma de vencer.

DdA, XXI/6167


1 comentario:

Anónimo dijo...

La precarización de la vida, para miles de personas en cada ciudad, para colectivos enteros en cada país, en el mundo, hace tiempo que ha alcanzado niveles insoportables... Es díficil vivir aquí y ahora.

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