El firmante escribe que es posible que sepan, tanto el consejero Quiñones (diez años en el cargo con un balance de hectáreas quemadas que deberían haberlo mandado a la calle ya antes de ahora, y la ministra de eso que llaman con aura omnipotente Transición Ideológica y Reto Demográfica, que la provincia de León, ésta que arde como nunca ardió ninguna desde hace dos semanas, constituye por sus 10.000 kilómetros cuadrados de montañas el tercer patrimonio más grande del planeta. Este Lazarillo no lo cree, porque, de saberlo, ambos deberían no estar donde siguen, aunque tanto prime en España la desvergüenza. León es la cuarta provincia más envejecida del país y se la está tratando, junto a las otras tres, como en muchas residencias se trata a los mayores, bien lo saben en las de Madrid. Para el articulista, estamos asistiendo -sobre todo quienes lo sufren en vivo y en directo-, a la demolición de una provincia sin que nadie mueva un dedo por evitarlo.
Alfredo Álvarez Álvarez
León cuenta con una superficie de 15.581 kilómetros cuadrados, de los cuales, unos 10.000 fueron reconocidos como SIPAM Montañas de León (Sistema Agrosilvopastoril de las Montañas de León) por la Organización de las Naciones Unidas para la Alimentación y la Agricultura en noviembre de 2022. Son, sin duda, un potencial patrimonial imponente de nuestra provincia, que constituye el tercero más grande del mundo, después de la reserva de los Masái Mara, en Kenia, y de la Milpa Maya, que incluye la península del Yucatán, en México.
Es probable que el consejero de la Junta de Castilla y León (Juan Carlos Suárez-Quiñones) y la ministra para la Transición Ecológica y el Reto Demográfico (Sara Aagesen) conozcan este dato, que debería ser objeto de trato privilegiado tanto por parte de la una como del otro.
Sin embargo, a la vista de los incendios y la devastación que estamos padeciendo, es muy evidente que, para ambos, esta inmensa riqueza leonesa no representa nada, hay otros intereses de mayor urgencia que ciertamente proporcionan más votos. Muchas son las razones para apoyar esta afirmación y la primera de todas es que el uno anda por ahí haciendo declaraciones que en ningún modo se esperan de un responsable político mientras la otra ni siquiera dice nada, como si la cosa no fuera con ella. Resulta obvio que no tienen soluciones pero, tranquilos, que no pasa nada.
El jefe de la oposición nacional, presidente del partido que lleva 38 años gobernando la Autonomía de Castilla y León (1 menos que la dictadura de Franco), se ha dado un garbeo por algunas de las zonas siniestradas por el fuego, ha soltado una estudiada frase dictada al oído por alguno de sus asesores y ha corrido raudo al aire acondicionado de la calle Génova, no sea que las falispas de tanto incendio le manchen la camisa y le tuerzan el look.
El presidente del gobierno, por su parte, desperezándose de sus vacaciones en Lanzarote, después de 110.000 hectáreas calcinadas, más de 70 localidades evacuadas, 4 muertos y un sinfín de tragedias personales, se ha dejado ver, en un entorno bien encapsulado, para hacer un par de afirmaciones genéricas y a continuación se ha evaporado. Ha lanzado, eso sí, una propuesta campanuda, que con toda probabilidad no se cumplirá ni siquiera en proyecto y, mientras, se deleitará viendo sus palabras reproducidas en todos los medios de comunicación del país, pero no pasa nada.
Los incendios de León son de muy diversa índole, ahora tocan los devastadores del paisaje, los destructores de esperanza, de belleza y de vida, pero también hay otros. Los datos que arroja la provincia en el plano demográfico son una especie de permafrost calcinándose desde hace décadas, comenzando por su índice de envejecimiento, que se sitúa en un 270%, lo que quiere decir que por cada 100 menores de 16 años hay 270 mayores de 64 años, para una población de algo menos de 450.000 habitantes, donde los menores de 20 años representan el 14,31%, mientras los mayores de 60 forman el 33,15%, cifras que convierten a León en la cuarta provincia más envejecida de España. Aunque el aspecto demográfico no sea el único incendio, podemos afirmar que estamos asistiendo, en vivo y en directo, a la demolición de una provincia sin que nadie mueva un dedo por evitarlo.
De la destrucción en directo de nuestra masa forestal por el fuego hay muchos responsables -la mayoría perfectamente identificables-, como los hay de la falta de medios para extinguirlo y de interés por prevenirlo. Entretanto, observamos el silencio estrepitoso y prolongado del gobierno de Madrid y las palabras hueras de los señoritos de Valladolid, mientras las leonesas y los leoneses de bien se preguntan qué será lo siguiente, solo se puede entrever una respuesta: arde León pero, tranquilos, que no pasa nada.
HERALDO DE LEÓN DdA, XXI/6077
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