miércoles, 6 de agosto de 2025

DE LA VERDAD COMO MOLESTIA O LA DESOBEDIENCIA DE PENSAR

 


José Ignacio Fernández del Castro

«El sistema no se había creado —¿cómo iba a ser de otro modo?— con el propósito de sacar a relucir la verdad, toda la verdad y nada más que la verdad.»

Phyllis Dorothy JAMES, conocida literariamente como 
P.D. JAMES (Oxford, Oxfordshire, Inglaterra, Reino Unido, 
3 de agosto de 1920 - 27 de noviembre de 2014):
A Certain Justice (1997, décima novela de la Serie Adam Dalgliesh).

P.D. James, una gran dama de la novela policiaca, una de las más grandes, era en realidad mucho más cercana a la tradición  americana del “detective sucio”, vitalmente maltrecho y profesionalmente sumido en el estercolero social, que a los impolutos “indagadores de enigmas” (Hércules Poirot o Miss Marple, pongamos por caso) de su gran antecesora británica Agatha Christie. De hecho, su investigador público (Adam Dalgliesh, Comandante en el Metropolitan Police Service de Scotland Yard en Londres) o su investigadora privada (Cordelia Gray, al frente de la londinense Agencia de Detectives Pryde desde el suicidio de su exjefe, Bernie Pryde) arrastran problemas vitales (viudedades tempranas e idilios tardíos, colecciones de ex y horfandades dolientes,...) desde los que se acercan a (relatan y retratan) los más sorprendentes “agujeros negros” de la sociedad, capaces de absorber, sin absolver, todas la materia emocional de un mundo y un tiempo enfermos... Sí, ese mundo en el que unos bañistas pueden sentirse “patrióticamente” ufanos persiguiendo con patética energía, “solidaria” con las “fuerzas del orden”, por las arenas de una playa (pongamos granadina, en Castell de Ferro) a desfallecidos inmigrantes que acaban de superar la sinuosidad de un Mediterráneo nada serratiano.


Sin duda, la experiencia de Phyllis Dorothy James, durante dos décadas, en la  administración de la Seguridad Social y más de una como funcionaria del Ministerio del Interior le permitió ser una observadora privilegiada de muchos males individuales, colectivos e institucionales, y, por ello, Adam Dalgliesh o Delia Gray acabaron por saber con cierta precisión que el sistema judicial (como cualquier otro sistema humano (el educativo, de seguridad, de salud, o, por extensión, bienestar, hasta eso que llamamos, con carácter genérico y más determinante que determinado“el sistema”“no había sido creado para sacar a relucir la verdad, toda la verdad y nada más que la verdad”, por más que tal afán de veracidad fuese alentado, ritual y ceremoniosamente, ante cualquier testimonio.

En realidad, “¿cómo iba a ser de otro modo?” si precisamente “el sistema” es, desde siempre (y así lo denunciaba ya Platón) el refugio de la insignificancia frente a lo importante, del accidente frente a lo esencial, de lo aparente frente a la verdad... O sea que al sistema no le interesa la verdad, incluso le molesta. Y por eso desprecia y relega a quienes, con vocación filosófica, la buscan tercamente... O buscan, al menos, argumentos bien fundados para desechar algunas de las narraciones (los famosos relatos, tan caros a la postmodernidad) que el sistema impone sobre la realidad. Por eso pensar, hoy como ayer, como siempre, es pura desobediencia.

 GRITOS CON CITA Y GLOSA (XXXVIII)  DdA, XXI/6064

No hay comentarios:

Publicar un comentario