miércoles, 23 de julio de 2025

LA PRIMERA PERIODISTA FUSILADA EN UNA GUERRA NO MERECE MEMORIA EN CÓRDOBA

 El presidente de la asociación memorialista Aremehisa, Rafael Espino, lamentó ayer que, "tras casi cuatro años", desde que solicitó al Ayuntamiento de Córdoba que le dedicara una calle de la ciudad a la ciudadana francesa Renée Lafont, que fue fusilada en la capital cordobesa por los franquistas en 1936 y se convirtió en "la primera periodista muerta en conflicto bélico" mientras hacia su trabajo, "por fin se haya dignado contestar a la petición, denegando la misma". Espino recordó que, desde que presentó la primera solicitud formal al Ayuntamiento en octubre de 2021, "hemos tenido que recurrir en muchas ocasiones al Defensor del Pueblo Andaluz durante estos cuatro años, en los que el silencio administrativo ha sido todo lo que hemos obtenido por respuesta", o bien que "se está valorando la petición". Ahora ya ha quedado claro que "a la Gerencia Municipal de Urbanismo de Córdoba", el reconocimiento a Lafont, 89 años después su asesinato en "un acto represivo durante una guerra y mientras realizaba su trabajo, no le parece 'prioritario', puesto que hay muchas solicitudes", según dice el escrito recibido por Aremehisa "a través de la Oficina del Defensor del Pueblo Andaluz". A juicio de Espino, ello evidencia "la falta de compromiso de las administraciones para el reconocimiento y reparación de las víctimas de la represión", porque, "si después de casi 90 años no es una prioridad la reparación, igual nos emplazan a que esperemos otro siglo más"Hace algo más de un año, en el número 5679 de este mismo DdA, Félix Población publicó este artículo recordando a la periodista, escritora y traductora de algunas obras de Vicente Blasco Ibáñez, a quien ni su condición de hispanista admiradora de nuestra literatura le ha valido para tener una calle con su nombre en la ciudad donde tan celebrado fue el saber y la cultura. Vergonzosa la actitud del Ayuntamiento cordobés, ajeno al parecer a estas inquietudes. Uno más.

RENÉE LAFONT, LA HISPANISTA FRANCESA FUSILADA POR LAS TROPAS FRANQUISTAS



Félix Población

Hace ya bastantes años conocí en un pueblecito austriaco, a un centenar de kilómetros de Viena, al brigadista internacional Gerhard Hoffmann, con el que pasé en compañía de su mujer varios días hablando sobre su experiencia en España durante la Guerra Civil. Fueron unas jornadas muy gratas que refrendaron la calidad humana e intelectual de un hombre ya nonagenario al que había escuchado hablar una vez en un programa de Radio Nacional y del que, a partir de ese momento, quise conocer su testimonio a través de un encuentro personal por la credibilidad que transmitían sus palabras. 

No me defraudó Hoffmann, antes bien desbordó mis mejores expectativas, y me detalló una vez más, como había hecho en la radio, el tiempo de su mocedad en que empezó a estudiar castellano leyendo El Quijote. Con las pocas palabras aprendidas en la novela de Cervantes y muy pocas más memorizadas durante el viaje, se presentó en España para luchar contra el fascismo en 1937, respaldando al gobierno republicano del Frente Popular. 

Fue también a partir de la literatura española como la hispanista y periodista francesa Renée Lafont llegó a nuestro país durante la guerra, dispuesta a escribir sus crónicas para el periódico socialista Le Populaire, sin que pudiera enviar una sola de ellas porque fue fusilada antes por los sublevados en el frente de Córdoba el primero de septiembre de 1936. Se trata de la primera periodista asesinada en un conflicto armado. Algo de esto escribí hace un tiempo y también de la posibilidad de que sean identificados por fin sus restos mortales, localizados hace unos años, sin que separa ahora mismo si ha sido posible. 

A la hispanista, escritora y traductora francesa la entrevistó para la revista La Esfera el escritor Federico García Sanchiz (1886-1964) en su estudio de París trece años antes de que viajara a España, cuando su nombre empezaba a sonar como traductora de algunos de nuestros escritores, fomentando con ello entre sus conciudadanos la lectura de la literatura española. Lafont ya había traducido hasta nueve novelas de Blasco Ibáñez, incluyendo entre las obras del escritor valenciano Los cuatro jinetes del apocalipsis La que será la República española. Amante de Alberto Insúa, también tradujo algunos de sus libros, compartiendo con él los derechos de autor

El texto de la entrevista con García Sanchiz más parece escrito por el autor para su lucimiento personal que para darnos una cabal idea de la personalidad y obras de su entrevistada, de la que no aporta apenas datos de interés, aunque de ella ya se tenían referencias en España gracias a la mención que hizo en el diario El Heraldo de Madrid la escritora Carmen de Burgos (Colombine), destacando de Lafont su pensamiento socialista. El valor de esta página del semanario La Esfera tiene por eso un carácter anecdótico, destacable mas por el retrato a plumilla de la hispanista francesa que por su contenido. También, por el similar impulso que movió a Lafont y a mi amigo el  brigadista austriaco a comprometerse en la lucha de nuestro país contra el nazi-fascismo.

Con respecto a nuestra literatura, dice Lafont a su entrevistador que "sería demasiado injusto el silencio y bochornoso el desdén, cuando la actual literatura castellana supera a la italiana y a la inglesa en calidad y cantidad". Al celebrar García Sánchiz el empeño de Renée Lafont en su cometido divulgador, ésta finaliza la interviú diciendo que por mucho que haga, "siempre estará en deuda con esa España que no puedo olvidar desde que, visitándola detenidamente, pude estimar todo su ardor caballeresco", algo que entronca con el interés y cariño que le tuvo Gerhard Hoffmann a este país desde que leyó las páginas del Quijote y se presentó en la guerra contra el fascismo sabiendo más palabras de este libro que del castellano usual. 

Hoffmann, descendiente de familia judía, también me dijo que cuando cruzó la frontera por los Pirineos sintió como si hubiera llegado a un país que le era familiar, en lo que podría influir su creencia de un posible pasado sefardí. Seguía sintiendo por España a los noventa y tantos años la misma devoción que en su juventud, a pesar de que su compromiso con la Segunda República le reportó pasar por los campos de internamiento franceses, perder a un hermano en los campos nazis y encontrar a su país reducido a escombros tras la tragedia de la segunda Guerra Mundial. 

             DdA, XXI/6050      

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