José Ignacio Fernández del Castro
«El amigo o la amiga es quien es y debe ser amado por sí mismo. Esta es la única obligación que exige la amistad. Por eso, para muchos pensadores, la amistad es un asunto de la moral y no de la política, un vínculo que solo incide en nuestro modo de ser virtuosos unos con otros, unos gracias a otros, unos por el bien de otros.» Marina GARCÉS MASCAREÑAS
(Barcelona, 30 de mayo de 1973): La pasión de los extraños:
Una filosofía de la amistad (2025).
El cóctel que nos sirven, aquí y ahora, cada día, es un pésimo trago... La congoja más densa, el acojone más extremo y la más amarga desesperación se combinan, enfriados como nuestros anhelos y adornados por un rencor paralizante, hasta provocarnos una resaca de miedo como único elemento extraño dentro la abulia generalizada.
Y lo tienen bien montado... Suyo es el poder y la gloria (como dicen los cristianos de su dios), suyos son los voceros que construyen, consolidan y difunden el imaginario colectivo que más les conviene, suyo es el tugurio al que se nos convoca y quienes lo atienden. Así que casi no queda otro remedio: te lo bebes (y te alienas) o mueres de sed.
Se trata, pues, de volver la vista para redescubrir el agua fresca de los mejores torrentes, tan alejados de los palacios que hasta ellos los ignoran... De replantar los territorios más perdidos de las manos del poder con las uvas que den sabrosos vinos sin pretensiones, sin “homologaciones” de supuestos orígenes... De buscar, en suma, tragos alternativos, hoy muy modestos, pero mucho menos enajenadores. Acaso se llaman, se siguen llamando, lucha, solidaridad, cooperación, amistad... Volunt ad de ser con los demás, resistiendo y disintien do.
Volver a lo primigenio, a la mezcla alegre de lo cercano, a la amistad desinteresada, que reconoce y ama a la otra persona exclusivamente por ser quien es, al afán solidario, a las estructuras mínimas capaces de acoger lo común sin prebendas personales... Ese es el reto en estos tiempos de crisis míticas y quiebra de las viejas utopías. Un reto moral, sí, por cuanto parte de esos cuerpos humanos irrepetibles e insustituibles, pero que, inevitablemente, se extiende en proyección política como defensa de lo que es de todos.
Al fin y al cabo, la tinta está en nuestras manos para reescribir esa canción perdida que recupere el anhelo del mañana... Y cantarla con la voz oscura y la sombría entonación de la esperanza marchita.
La vida da muchas vueltas... Lo dice el dicho popular y es bien cierto. Todos (casi todos y todas, al menos) somos bastante fiables en las rutinas, cuando lo cotidiano tiende a perpetuarse y reiterarse como una salmodia tan tediosa como amable, tan predecible como cómoda.
Pero, ¿qué pasa cuando todo se llena de sorpresas, cuando las seguridades confortables de nuestros hábitos se quiebran en mil pedazos, cuando los acontecimientos nos empujan hacia situaciones límite?...
Supongo que todas (o casi todas y todos, al menos) vivimos con la secreta confianza de que nuestras amistades, nuestras personas más queridas, serán fiables, tal y como hoy los conocemos y queremos, incluso entonces... Pero, en realidad, ¿podemos garantizar siquiera que lo seamos nosotros?
¿Podemos asegurar que nuestro rostro vaya a seguir siendo el mismo mañana?... Acaso sólo podamos hacerlo desde el diámetro que alcanza el nosotros de cada cual.
DdA, XXI/6050
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