lunes, 23 de junio de 2025

SÁNCHEZ NO HIZO NADA PARA QUE EL CIRCUITO DE LA CORRUPCIÓN PROSIGA

Hasta ahora se sabía que las grandes empresas no tenían ninguna razón para oponerse al Gobierno. En 2025 han presentado beneficios récord. El año pasado ganaron 62.000 millones de euros, un 24% más que el año anterior. Desde que el 12 de junio trascendiera el informe de la UCO, se sabe también que Sánchez no ha hecho nada para evitar que los grandes corruptores sigan marcando el paso de los grandes corrompidos. Entiende el articulista que a Sánchez  Pedro Sánchez ya no le queda tiempo para cambiar su destino político, pero a los movimientos que pusieron en crisis el sistema hace quince años, sí.


Pablo Elorduy

El fallecido Javier Pradera, intelectual de referencia del grupo Prisa y afín al PSOE, dejó en su cajón un manuscrito sobre la corrupción política. Lo escribió en los años 90 del siglo pasado, pero el libro fue publicado en mitad de la tormenta Gürtel-Bárcenas. Pradera resumió en tres componentes principales el circuito de la corrupción: “El empresario que paga un soborno; el político que lo recibe; y el intermediario, que trae las propuestas y aceptaciones”.

Escrito durante la resaca del escándalo de la Tangentopoli —la “sobornolandia” italiana— y en pleno derrumbe moral del felipismoCorrupción y política (Galaxia Gutenberg, 2014) es una condena a la cultura de la profesionalización política desarrollada en la democracia. El diagnóstico era que el sistema está predeterminado para que las organizaciones políticas entren en una fiebre parecida a la de los adictos al juego. 

Hace falta dinero para financiar las campañas electorales, dinero para sostener la burocracia del partido, dinero para controlar, reforzar o crear medios de comunicación, dinero para vertebrar el territorio; esto es, para controlar el partido en los territorios. Hace falta dinero para llegar y para estar en el poder. Y no solo es que haga falta, es que para eso sí hay dinero. Lo que lleva a la conclusión fatídica de que quien tiene el dinero puede estar seguro de que tendrá el poder; de que los grandes beneficiados de la contratación pública siempre encontrarán incentivos para seguir buscando receptores de sobornos. 

Pedro Sánchez llegó a La Moncloa en forma de consecuencia en diferido de las protestas contra el sistema de sobresueldos y mordidas del Partido Popular de los años 2012 en adelante. A Sánchez lo aupó la sentencia del caso Gürtel, pero sobre todo, un movimiento cívico y social que obtuvo pocas más victorias que una vaga promesa de regeneración por parte de nuevos actores sin manchas.

La corrupción no ha sido la cuestión central de su mandato, pero sí es ese arroyo subterráneo que cruza la política del régimen. El presidente del Gobierno se irá sin haber hecho nada para evitar que el circuito que ya estaba ahí cuando llegó siga funcionando. No es tan relevante saber hasta qué punto estaba informado de lo que sucedía en el cuadro de mandos de su partido —una secretaría de organización no es una alcaldía perdida—, sino constatar que no cambió nada dentro de la organización como tampoco ha cambiado nada de la catenaria más feroz del Estado. 

Hasta ahora se sabía que las grandes empresas no tenían ninguna razón para oponerse al Gobierno. En 2025 han presentado beneficios récord. El año pasado ganaron 62.000 millones de euros, un 24% más que el año anterior. Desde que el jueves 12 de junio trascendiera el informe de la UCO, se sabe también que Sánchez no ha hecho nada para evitar que los grandes corruptores sigan marcando el paso de los grandes corrompidos.

No dará tiempo para nada más. Tras su paso por La Moncloa, Sánchez no habrá alcanzado la cota mínima de regeneración que quedó como premio de consolación de la apuesta por la transformación de la década de los diez. Tampoco habrá hecho nada para evitar que el Partido Popular vuelva a retomarlo donde lo dejó ya que, de hecho, casos como el de Quirón evidencian que el PP no pierde el tiempo.

Después de más de dos años con el relato preventivo acerca de cómo la división de la izquierda “a la izquierda”, la abstención o el purismo de la izquierda caviar iba a precipitar la llegada de la extrema derecha al Consejo de Ministros, la tozuda realidad ha vuelto a delimitar el círculo viciado en el que funciona la política española. Después de varios años de sanchismo y de mirar hacia otro lado con respecto al incumplimiento de esa agenda de regeneración, de limpieza de las cloacas, de desinversión en las industrias de la guerra, ha sido el viejo demonio familiar de la corrupción el que ha terminado con el ensueño de una nueva época para la política.

Será este año o el que viene, incluso en 2027, pero Sánchez cumplirá su etapa sin haber salido del punto de partida que llevó a la impugnación de todo el sistema tras la crisis financiera de 2008. La gran diferencia es que ahora es la extrema derecha la que parece destinada a aprovechar el desengaño de “la política” como ya ha sucedido en Portugal. A Pedro Sánchez ya no le queda tiempo para cambiar su destino político; a los movimientos que pusieron en crisis el sistema hace quince años, sí.

EL SALTO  DdA, XXI/6.018

No hay comentarios:

Publicar un comentario