miércoles, 11 de junio de 2025

LA RESPUESTA DE MÓNICA GARCÍA AL DESPLANTE DE AYUSO: NO HABRÁ IMPUNIDAD



Si los derroteros de la política fueran en este país más concordes con una cultura y tradición democrática consolidadas, a la presidenta de la Comunidad de Madrid le aguardaría un porvenir político muy adverso, visto lo visto y lo que queda por ver, porque estamos convencidos de que, como se satirizó recientemente en El Intermedio, está señora está poseída por un individuo muy poco recomendable como asesor. Si se diera el caso de que, en lugar de descender hasta el lugar que merece su desfachatado comportamiento público, Ayuso aspirase y lograse liderar a su partido, estaríamos ante el fracaso absoluto del régimen que lo hizo posible. Actitudes como la del juez Hurtado favorecen la posible y nefasta escalada de Ayuso.

Mónica García

Hacer política desde la propaganda, el histrionismo y el victimismo no solo resulta agotador, sino que anticipa escenas tan inverosímiles como reveladoras en términos casi freudianos. Me explico: el pasado viernes, la señora Ayuso me retiró el saludo alegando —según ella y su entorno más vasallo— que yo la había llamado "asesina". Ni que decir tiene que nunca he hecho tal cosa, ni lo haría. No solo por respeto, sino también por no caer en el mismo nivel del partido que, desde los atentados del 11M, ha insinuado ese mismo calificativo —en su versión de "cómplice"— cada vez que ha gobernado la izquierda. Pero lo cierto es que, en el PP, la verdad hace tiempo que dejó de operar, ni siquiera en el plano subconsciente.

Mentiras mediante, la realidad es que ese salto cualitativo entre denunciar las decisiones políticas que derivaron en el abandono de 7291 mayores por parte del gobierno de la Señora Ayuso en plena pandemia e inferir que eso es un "asesinato", solo puede explicarse desde la culpa freudiana. En ningún caso el berrinche de la presidenta —traducido en mala educación al increparme durante un saludo institucional— es un acto inocente. En ningún momento, a lo largo de estos cinco años, una de las principales responsables intelectuales de esos protocolos de la vergüenza —como recientemente los ha calificado el Sr. Burgueño— ha afirmado que los desconociera, que los hubiera evitado o que, de haber tenido conocimiento, habría ordenado detenerlos. No, su defensa ha sido, como siempre, el ataque, la mentira y el victimismo. Para ella, las víctimas no son los mayores que fallecieron sin el auxilio mínimo que merecían, ni sus familias, a quienes ha tratado con insultos y desprecio. Para ella, la única víctima es ella misma. Porque una cosa es jactarse de decir que 'le gusta la fruta' para insultar abiertamente al presidente del Gobierno, y otra muy distinta es que alguien se atreva a no rendirle pleitesía ni tragarse sus mentiras.

Pero, ¿por qué ahora y no hace cinco años cuando le pedía desde la Asamblea de Madrid las mismas explicaciones y responsabilidades políticas por los protocolos de la vergüenza? ¿Por qué ahora no soy merecedora de su saludo y sí lo he sido en las innumerables ocasiones que, institucionalidad mediante, nos hemos encontrado desde aquel fatídico marzo del 2020 cuando se urdieron y firmaron los famosos protocolos? Porque algo ha cambiado en las últimas semanas. Algo que no le pasó desapercibido a la jueza que instruye uno de los casos abiertos en uno de los juzgados. Por primera vez, tras la declaración del que fuera nombrado mando único para la medicalización de las residencias de mayores en Madrid —el conocido ideólogo de la privatización, el Sr. Burgueño—, el foco no se sitúa ya en la firma de los altos cargos, sino en una reunión celebrada en la Puerta del Sol días antes. En ella, la presidenta Ayuso, su jefe de gabinete Miguel Ángel Rodríguez, el Sr. Lasquetty, el Sr. Ruiz Escudero y el propio Burgueño decidieron que las residencias de mayores quedarían fuera del circuito sanitario para ponerse al servicio del negocio de la llamada 'medicalización'.

Intentar privatizar la medicalización de las residencias en plena pandemia impidió que los mayores fueran derivados a IFEMA o a los hospitales de campaña que en ese momento estaban empezando a montar diferentes ONGs como Médicos Sin Fronteras o Médicos del Mundo o que fueran medicalizados por esas mismas ONGs.

Y esa es, en el fondo, la herida que se intenta tapar con insultos, numeritos y victimismo prefabricado: la de una decisión política que abandonó a los mayores y a sus familias. La de un modelo que antepuso los intereses económicos al auxilio y a la asistencia médica, y que trató a nuestros mayores como si fueran piezas de un monopoly desechables.

La verdad siempre acaba abriéndose paso. Y si hoy empieza a ser nombrada incluso por quienes formaron parte de aquel entramado, es gracias a quienes, durante estos cinco años, no han dejado de exigir memoria, verdad, justicia y reparación. Y por mucho que a la señora Ayuso le moleste, le seguiremos recordando que no habrá impunidad.

PÚBLICO DdA, XXI/6.010

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