Félix Maraña
Ferreras sube a la lona
Ferreras pisa la lona,
a defender con ahínco,
saltando con brusco brinco,
para no pisar la lona,
vestido de blanco lino,
para que su Florentino,
escudado en su amor patrio,
siga diciendo en el atrio
que a él le puso el destino.
Y quien quiera ir al palco,
que sepa que el trapicheo
se acabó con el ojeo,
y quien quiera algún desfalco
se aplique polvos de talco
o polvos de Blanco España.
Que desde esta espadaña
se divisa claramente
aquel vulgar delincuente
que viene a hurdir su patraña.
Hace un tiempo, ojo al dato,
José María García,
denunció a José María
Aznar, el jefe de Rato.
Le habían propuesto un trato
para comprar su opinión
ofreciéndole un pastón.
Entonces el Butanito,
enfadado lanzó un grito
y se fue de la reunión.
Cuenta Iñaki Gabilondo
que cierto día en la radio
escuchó que un hombre fadio,
charlatán y sabiondo,
algo gritón, algo orondo,
llamaba constantemente
a un jefe que estaba ausente,
dando parte de sandeces.
Y lo hacía tantas veces
que se extrañaba la gente.
Era Ferreras, no obstante,
quien, preso del celular,
no paraba de charlar,
de una manera constante,
por detrás y por delante,
con el dueño del poder.
Tan extraño proceder
le hizo ver a Gabilondo
que aquel periodista orondo
era un vulgar mercader.
No supe qué era el poder,
declaraba Gabilondo,
hasta que el hombre sabiondo
hablaba sin conceder,
desde su puesto en la SER,
seis veces con Florentino.
¿Por qué ese hablar de contino?
¿Por qué al día tantas veces?
¿Por qué sus chismes con jueces?
¿Por qué? Ya me lo imagino.
DdA, XXI/6.012
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