viernes, 13 de junio de 2025

EL CARTERO DE LOS BARRANCOS Y LA FELICIDAD DE DAR


Mauro Castro

Mi bisabuelo fue cartero en una época en la que las noticias no llegaban con un clic, sino a pasos firmes sobre la tierra, cruzando veredas, laderas y barrancos. Cuando la distancia no se medía en kilómetros, sino en días, y las palabras viajaban dentro de sobres que contenían algo más que tinta: esperanzas, noticias, amor, despedidas...
Siendo pequeño, tuve el privilegio de acompañarlo alguna vez en su recorrido. Caminando juntos de casa en casa, repartiendo papeles que eran tesoros. Uno de esos días quedó grabado en mi memoria como si se tratara de una película detenida en el tiempo. Recuerdo con especial nitidez un momento al llegar a una de las casas, mi bisabuelo metió la mano en su maleta, una vieja valija de cuero marcada por el polvo de los caminos, y extrajo una carta. La sostuvo con ambas manos, como si de una reliquia se tratara, y con una solemnidad casi papal se la entregó a aquella señora que permanecía de pie frente a él, inmóvil y con los ojos abiertos de esperanza. En cuanto tomó la carta y vio su remite, las lágrimas comenzaron a correr por sus mejillas... y también por las de mi bisabuelo.
Ese día, sin saberlo, aprendí una lección que me acompaña en mi vida; la felicidad no pertenece solo a quien recibe, sino también a quien da...

Villa de Garafía
Isla de La Palma

DdA, XXI/6.011

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