La manía trumpiana por borrar el legado de su antecesor demócrata Barack Obama lo llevó a retirarse unilateralmente y restablecer la política de aniquilación contra Irán. La irresponsabilidad y el cortoplacismo del magnate, junto a la sed de sangre de Netanyahu, amenazan con incendiar la región y llevar a una escalada de ramificaciones inquietante. ¿Se pasará del exterminio palestino a una guerra mundial? ¿Nadie va a parar a Netanyahu?
EDITORIAL
Las fuerzas de colonización e invasión de Israel –orwelianamente llamadas Fuerzas de Defensa por Tel Aviv– atacaron ayer por la noche decenas de objetivos en Teherán y otras localidades iraníes con el pretexto de desmantelar el programa atómico persa al que acusa, sin pruebas, de perseguir objetivos militares. El pasado 5 de junio, Israel bombardeó áreas densamente pobladas de la capital libanesa, mientras ayer mismo en la madrugada invadieron Siria y secuestraron a varias personas, por lo que en apenas una semana las tropas israelíes han agredido a tres naciones soberanas, lo que, sumado a su ocupación permanente de los territorios palestinos, la ampliación de sus anexiones ilegales de tierras de Líbano y Siria y el rapto de un buque de la Flotilla de la Libertad que intentaba llevar ayuda humanitaria urgente a la franja de Gaza, da cuenta de los niveles de violencia alcanzados por Tel Aviv bajo el mando del fascista Benjamin Netanyahu.
En los bombardeos a edificios civiles de Irán fue asesinado, según una agencia de noticias de esa nación, el mayor general Ho-ssein Salami, comandante del Cuerpo de la Guardia Revolucionaria Islámica; el régimen de Tel Aviv afirmó que además asesinó al jefe del ejército iraní, Mohammad Bagheri, así como a otros mandos militares y a científicos nucleares. Se trata de la enésima prueba de que el primer ministro israelí está dispuesto no sólo a exterminar al pueblo palestino, sino a arrastrar al mundo entero a una guerra total si ello es lo que requiere para eludir o al menos postergar los juicios por corrupción que se le siguen en su país y así mantenerse en el poder.
Asimismo, hay una deliberada provocación e incluso un insulto personal en el hecho de que la agresión fue llevada a cabo sólo tres días después de que su principal aliado, cómplice y patrocinador, el presidente estadunidense Donald Trump, le pidiera de forma explícita abstenerse de iniciar una confrontación con Teherán, mientras siguen su curso las negociaciones bilaterales en torno al desarrollo de la tecnología atómica iraní. Con sus actos, Netanyahu ratifica la postura israelí que se ha consolidado en los lustros recientes: Tel Aviv hará lo que quiera, cuando quiera, como quiera y contra quien quiera, dando por sentado que ninguna transgresión hará vacilar el apoyo incondicional de Washington al proyecto sionista.
Por otra parte, aunque Trump ha repetido sus llamados a la contención de Netanyahu desde su regreso a la Casa Blanca en enero pasado, no puede olvidarse que el magnate es el responsable principal de la virulencia israelí y de que hoy por hoy Medio Oriente pase por uno de los momentos más delicados de su convulsa historia. La ultraderecha israelí no tendría excusas para golpear a Irán si, en su primer mandato, Trump se hubiera limitado a respetar el histórico acuerdo alcanzado en 2015 por Washington y Teherán, con China, Rusia, Francia, Reino Unido y Alemania como avales.
Ese tratado ya daba a Occidente todas las garantías y mecanismos para supervisar que el programa nuclear iraní siguiera objetivos civiles legítimos a cambio de suavizar las sanciones ilegales que asfixiaban al pueblo de la República Islámica, pero la manía trumpiana por borrar el legado de su antecesor demócrata Barack Obama lo llevó a retirarse unilateralmente y restablecer la política de aniquilación contra Irán. La irresponsabilidad y el cortoplacismo del magnate, junto a la sed de sangre de Netanyahu, amenazan con incendiar la región y llevar a una escalada de ramificaciones inquietantes.
Por último, es necesario remarcar que todos estos episodios de horror sólo son posibles por la permisividad de la comunidad internacional –y en particular de la supuestamente democrática Europa– con Israel, al que se le disculpan, justifican e incluso aplauden crímenes de guerra, asesinatos de funcionarios extranjeros, actos de terrorismo perpetrados en terceros países, violaciones permanentes a los derechos humanos e incluso un
LA JORNADA MX DdA, XXI/6.011
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