viernes, 13 de junio de 2025

ANTÓNIO COSTA, PEDRO SÁNCHEZ Y LA CORRUPCIÓN


Paco Faraldo

Aquí cerca, en Portugal , ocurrió recientemente algo que debiera inspirar al presidente español a la hora de tomar una decisión sobre su futuro. ¿Qué hizo António Costa cuando percibió el inconfundible aroma de la corrupción en el despacho de su jefe de gabinete? Se hizo a un lado, abrió las piernas y dejó pasar por allí aquel aire fétido. Nadie ha demostrado todavía que tuviera algo que ver con el turbio asunto de las concesiones a las empresas energéticas en las que se veían implicados su jefe de gabinete y muchos munícipes de su partido. Pero su olfato respondió y le dijo que era el momento de hacer las maletas rumbo a parajes más apacibles. Y ahí lo tenéis en la UE como presidente del Consejo de Estado, un puesto cómodo, sin poder ejecutivo, pero que le permite perorar sobre multitud de asuntos sobre los que hasta ahora no reconocíamos a D. António competencia alguna.

Aquí tenemos un presidente más resistente, pero más torpe. Su decadencia es evidente, y esa culminación imitando a Rajoy en su petición de perdón por los mismos pecados cometidos, colma el vaso. El gobierno de coalición a toda costa, y lo reitero ahora porque lo dije en su momento, fue un error táctico y estratégico y abortó la posibilidad de crecer en la oposición para crear una alternativa real de izquierdas. Este gobierno se ha llevado por delante a muchos compañeros y compañeras, ministros o altos cargos que se han dejado inútilmente la piel en el empeño.

Y lo que tiene más interés dramático es que comienza la hora de los traidores y los resentidos. En primer lugar los que perdieron la moción de censura que encumbró a Sánchez, susanistas o de otro pelaje, que no están muertos sino cómodamente instalados en Europa, en parlamentos regionales, en el Senado, en consejos de administración muy rentables. Y otros que asomarán la oreja los próximos días, porque huele a sangre, y eso excita. Vamos a flipar. El que pueda hacer, que haga.

DdA, XXI/6.011

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