Hace 12 años, por sugerencia de Ángel, el Archivero que custodia el Archivo Histórico del Tribunal Militar de Sevilla, nos topamos con una causa sumarial poco usual. Uno de los reos que iban a ser fusilados se escapó del piquete de ejecución en el cementerio de San Eufrasio (Jaén). En él se incluye un croquis del cementerio y alrededores, así como las tapias donde las desdichadas víctimas eran asesinadas por tandas para luego ser enterradas en fosas comunes.
En la causa se ve perfectamente el «modus operandi» de las ejecuciones; o lo que es lo mismo, la horrible tragedia que sufrieron nuestros familiares. En este caso fueron trece los reos que debieron ser sacrificados. Al no haber camión para transportarlos, fueron conducidos a pie desde la Prisión Provincial, escoltados por 26 soldados y varios guardias civiles. Todos iban con las manos atadas a la espalda y unidos por una cuerda en grupos de dos, tres y cuatro. Los acompañaba el juez de ejecutorias, un médico y el sempiterno capellán de la prisión, un patético personaje que viene a decir que él se encerraba en una casilla para no ver las ejecuciones.
Llegaron al cementerio sobre las 6 de las mañana. Al ser aún noche cerrada sentaron a los presos sobre una piedras que hacían de asientos, a unos 30 metros del paredón de fusilamiento. A las 6,30 el día comenzó a despuntar. Los cinco primeros desdichados en caer incluían dos inválidos que apenas se podían sostener por ellos mismos. Los militares del Regimiento Lepanto abrieron fuego. El sargento acercó a otros cuatro que corrieron la misma suerte. Les tocó finalmente a los cuatro restantes. Cuando éstos se acercaban a las tapias dos de ellos corrieron hacia un olivar cercano y otros dos maniatados lo hicieron hacia el lugar opuesto. Estos últimos cayeron a los pocos metros por disparos de la escolta. Un tercero lo hizo también poco antes de llegar al olivar. El cuarto, apodado «Martinillo», logró huir a toda velocidad hasta la ansiada libertad. Había logrado romper sus ligaduras de esparto. Las salvas se repetían, pero nuestro campesino de Baeza puso tierra de por medio.
No le duró demasiado la libertad. Fue detenido cerca de Alcalá la Real a los poco días y fusilado en solitario en marzo de ese año de 1944 en la misma tapia que desde el 1º de abril de 1939 se venía fusilando de manera ininterrumpida, como si de una máquina engrasada se tratase.
Esperemos que algún día podamos narrar la Historia completa de estos héroes que sin armas se opusieron al fascismo español. Descanse en paz.
TODOS LOS NOMBRES. PORCUNA (JAEN)
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