Madrid es un lugar vibrante, en eso no le falta razón a Dani Carvajal, en el que siempre pasan cosas increíbles. Hoy son las víctimas de un abandono sanitario esperando durante años a que los juzgados escuchen sus demandas mientras hay abogados que tienen que defenderse de las acusaciones de sus clientes. Mañana será Melody aupada y condecorada como nueva diva de la derecha española porque Sánchez jodió su carrera al condenar un genocidio. Es cierto que Madrid nunca toca techo.
Gerardo Tecé
Buscando huir de tanta crispación política, Isabel Díaz Ayuso se vistió de gala para hacer entrega de la medalla de oro de la Comunidad de Madrid al futbolista Dani Carvajal. Un premio predecible si atendemos al contexto político madrileño de continuos homenajes públicos a famosos de derechas de la talla de Mario Vaquerizo.
Además de cumplir con el requisito ideológico de no llamarse Almudena Grandes, los números de la carrera deportiva de Carvajal –27 títulos– justifican en este caso un reconocimiento que sirvió para que la presidenta madrileña y madridista marcase un par de goles ante los suyos: “Carvajal ya tiene más Champions que el Barça en toda su historia”. Un chorreo similar al infligido por Quirón contra la sanidad pública, le faltó añadir a la presidenta para rematar el chiste y ponerle guinda a la espléndida velada. En su discurso de agradecimiento, el futbolista atribuyó gran parte del mérito de sus triunfos deportivos a la labor de Florentino Pérez, presente en el acto. Por decir esto mismo, periodistas de este país se han ido a la calle, lo cual nos habla de la importancia de cómo se dicen las cosas. Y Carvajal las dijo con cariño. Amor hacia Florentino y amor hacia una Isabel Díaz Ayuso, a la que felicitó por haber logrado convertir Madrid en un lugar fantástico para vivir, un sitio “que no toca techo nunca”, expresión que lo mismo te sirve para recoger medallas que para recoger tu vida en cajas de cartón porque te han vuelto a subir el alquiler. Muestras de amor mutuo entre compañeros ideológicos y algún que otro palo a los catalanes era lo mínimo esperable en un acto de exaltación nacionalmadridista protagonizado por Ayuso y Carvajal. Aunque los más fieles quizá hubieran agradecido algo más vistoso, como un apaleamiento a inmigrantes sobre el escenario, la organización decidió cortarse un poco, cosa que celebramos.
Cerca de esta entrega de medalla, el abogado del ciudadano particular Alberto Quirón fue también condecorado. La sede era en este caso un juzgado de Madrid y el premio era al letrado más estupefacto del año. Tras ser acusado por su cliente de haberse inventado, por su cuenta y riesgo, varios delitos fiscales, el tipo se mostró lógicamente emocionado: quiero agradecerle este premio a mi cliente, al gabinete de comunicación de la Comunidad de Madrid, a las clínicas Quirón y a mis padres, que siempre apoyaron mi sueño de estudiar Derecho. Más allá de los agradecimientos, también tuvo tiempo Carlos Neira –así se llama el agraciado– de explicar en sede judicial que, lógicamente, cuando se decide negociar con la Fiscalía una reducción de condena a cambio de la confesión, se hace porque el cliente así lo ha pedido y no porque el abogado en cuestión haya desayunado fuerte esa mañana. Explicación que no ha evitado que los fans de Bonnie y Clyde defiendan hoy, erre que erre, que Alberto es víctima de su letrado e Isabel víctima de los miles de ancianos que decidieron morirse de manera coordinada con el objetivo de atacarla políticamente.
Madrid es un lugar vibrante, en eso no le falta razón a Dani Carvajal, en el que siempre pasan cosas increíbles. Hoy son las víctimas de un abandono sanitario esperando durante años a que los juzgados escuchen sus demandas mientras hay abogados que tienen que defenderse de las acusaciones de sus clientes. Mañana será Melody aupada y condecorada como nueva diva de la derecha española porque Sánchez jodió su carrera al condenar un genocidio. Es cierto que Madrid nunca toca techo.
CTXT
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