Félix Población
A través de las redes y también en algunos canales de televisión, sobre todo privados, estamos viendo a medida que la masacre y devastación continúa en la Franja de Gaza, más y más duras imágenes del sufrimiento que soporta el pueblo palestino, bombardeado, perseguido, acosado, quemado vivo, diezmado por el hambre y las heridas. No hay ningún reparo en mostrarnos unas imágenes tan atroces que, por su reiteración y frecuencia, creo no haber visto jamás en ningún otro conflicto armado. Y todo esto, que venimos soportando desde hace veinte meses, no está originando más reacciones en la mayoría de los gobiernos de la Unión Europea que, a lo sumo y después de tanto tiempo, unas medrosos lamentos ante el extremismo del gobierno de Netanyahu, que para el común de la ciudadanía es un auténtico exterminio de decenas de miles de gazatíes (¿sabremos alguna vez cuántos?), de los que veinte mil eran menores. Por otro lado, también estamos viendo manifestaciones multitudinarias contra el genocidio palestinos en algunas capitales europeas (mayores siempre que las convocadas en España), que tampoco repercuten en la sensibilidad de quienes gobiernan cada uno de los Estados. Es como si, por insistentes y repetitivas que sean unas y otras imágenes, las de un pueblo arrasado y masacrado a sangre y fuego y las de una ciudadanía europea exigiendo que acaba tal barbarie, estuviéramos condenado a asistir hasta el final, entre impotentes e indignados, a que llegue el final de aquel infierno. Algo muy grave debe de estar ocurriendo en las conciencias de quienes gobiernan el ámbito occidental en el que estamos para que, sucediendo lo que está pasando, un nuevo episodio histórico del exterminio de un pueblo a la vista de nuestros ojos día tras día, como un interminable reguero de sangre y desesperación humana, nada pueda ocurrir para pararlo. Si esto acabara como el expansionismo israelí quiere y se le permite, estaríamos -ya lo está siendo- ante un gran fracaso de la humanidad (con y sin mayúscula) tan manifiesto que posiblemente daría pie a otros infiernos de dominación y masacre en el porvenir, teniendo como tiene lo que se vive en Gaza un precedente en los campos de exterminio nazis, aunque entonces hubo enfrente un adversario que combatió unido y acabó con aquel horror. Nadie imaginaría entonces que de la liberación de aquellos campos de la muerte, recientemente celebrada, se derivaría, a la larga, el horror genocida al que ahora asistimos impotentes.
DdA, XXI/6.000
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