Si de mantener su honor intacto se trata -escribe el articulista de CTXT-, es obvio que Juan Carlos debería deshacerse de esa fortuna conseguida de manera excesivamente borbónica. Y qué mejor forma de sustituir esos millones que a base de indemnizaciones legalmente regladas. Revilla es el primero, pero detrás de él podrían venir muchos más. Hagan la cuenta. Si las indemnizaciones por considerar ladrón al rey Juan Carlos se pagan a 50.000 euros por cabeza, sólo serán necesarios 40.000 españoles dispuestos a recordar que el rey es un mangante y una justicia que establezca una y otra vez que no manga quien es inviolable, para convertir en legal esa fortuna.
Gerardo Tecé
En el imaginario colectivo español encontramos muchas formas en las que el rey emérito podría pasar un sábado cualquiera en Abu Dabi. Desde las más disfrutonas, como disparar desde la ventana de la mansión contra animales exóticos que algún jeque le haya dejado como obsequio en el jardín, hasta las más institucionales, como recibir la visita de algún empresario español que, cargado de vinos de la tierra y una elaborada selección de prostitutas, decida hacerle más llevadero el destierro. Desde luego, lo que no contemplábamos era la inverosímil posibilidad de que Juan Carlos dedicase sus sábados abudabíes a ver a Miguel Ángel Revilla hablando en La Sexta.
50.000 euros. Es la cifra que el rey Juan Carlos le pide como indemnización al expresidente de Cantabria por haber lesionado su honor. Antes de que a Revilla se le ocurriese asegurar públicamente que el emérito es un delincuente que se ha librado de la cárcel por su inviolabilidad, se ve que ese honor se encontraba, como el cuádriceps de un atleta de 18 años, intacto, sin lesión alguna. La indemnización, del todo simbólica si la comparamos con los 2.000 millones de euros en los que se estima la fortuna del exmonarca, esconde sin embargo interesantes lecturas. La primera y obvia es que Juan Carlos tiene su corazoncito y, a pesar de haber quedado demostrado que el tipo es un ladrón, a nadie le gusta que le recuerden tal cosa. La segunda conclusión la encontramos en la abogada del emérito que, casualmente, es la misma abogada que defiende los intereses de don Alberto Quirón, número uno en la lista Forbes de técnicos sanitarios y novio de la presidenta madrileña, Isabel Díaz Ayuso. Esta coincidencia en la defensa legal de ambas ilustres personalidades demuestra que la España real es una agenda de contactos, y que quienes no estamos en ella no somos más que turistas en nuestro país. La misma abogada que demanda judicialmente a quienes llaman delincuente confeso al novio de Ayuso que confesó varios delitos, se lanza ahora a demandar a quienes llaman evasor fiscal al evasor fiscal Juan Carlos. Como dijo aquella modelo tras ser lanzada al agua desde la cubierta del barco, aquí hay un patrón.
Quizá se trate de un nuevo modelo de negocio que consiste primero en robar y, después, en demandar a quien te afee el hecho de haber robado. Un nuevo y sofisticado método de blanqueo de capitales que, con la inestimable ayuda de la misma justicia que dejó irse de rositas al emérito o que posterga la declaración de don Alberto Quirón mientras asalta la Fiscalía con guardias civiles, podría resultar de lo más efectivo. Si de mantener su honor intacto se trata, es obvio que Juan Carlos debería deshacerse de esa fortuna conseguida de manera excesivamente borbónica. Y qué mejor forma de sustituir esos millones que a base de indemnizaciones legalmente regladas. Revilla es el primero, pero detrás de él podrían venir muchos más. Hagan la cuenta. Si las indemnizaciones por considerar ladrón al rey Juan Carlos se pagan a 50.000 euros por cabeza, sólo serán necesarios 40.000 españoles dispuestos a recordar que el rey es un mangante y una justicia que establezca una y otra vez que no manga quien es inviolable, para convertir en legal esa fortuna. Denunciados y condenados en masa los españoles, recaudado el montante total necesario, Juan Carlos podría por fin venir a España con la cabeza bien alta, devolver lo robado y asegurar que, ahora sí, su fortuna la habría conseguido de manera legal. “¿Pedir perdón por qué?”, podría espetarnos en la cara desde una embarcación en Sanxenxo, esta vez con más razón que un santo.
CTXT
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