José Ignacio Fernández del Castro
«Cuando Gregorio Samsa se despertó una mañana después de un sueño intranquilo, se encontró sobre su cama convertido en un monstruoso insecto.»
Franz KAFKA (Praga, Imperio Austro-húngaro
–actual República Checa-, 3 de julio de 1883 –
Kierling, Austria, 3 de junio de 1924): Inicio de Die Verwandlung –La metamorfosis-, (1915).
Vivimos tiempos difíciles, tiempos en los que, globalizadamente oprimidos, tenemos que soportar que, para colmo, el teatro de sombras políticas y sus apuntadores mediáticos nos digan que la culpa de nuestros males es sólo nuestra por haber vivido por encima de nuestras posibilidades, por habernos anquilosado bajo tanto (¿?) bienestar, por no recurrir a esa psicología positiva que nos envolverá en el neoliberal mantra de que “si queremos, podemos” (o, dicho de otro modo, que “si no podemos lo que queremos, la culpa es, efectivamente, sólo nuestra”)... Por haber creído, vamos, que esto era Jauja. Así lo defendían incluso los sociólogos/ideólogos socialdemócratas de la “tercera vía”, Anthony Giddens (por ejemplo en Modernidad e identidad del yo: el yo y la sociedad en la época contemporánea, 1991, o en La transformación de la intimidad: sexualidad, amor y erotismo en las sociedades modernas, 1995), y de la “sociedad del riesgo”, Ulrich Beck (por ejemplo, en El normal caos del amor: las nuevas formas de la relación amorosa, 1995, o en La individualización: el individualismo institucionalizado y sus consecuencias sociales y políticas, 2002, ambos escritos con su esposa Elisabeth Beck-Gernsheim).
Por eso, dicen todos, se han visto forzados a cruzar lo que ellos mismos llamaban las “líneas rojas”, recortando drásticamente en salud, educación, pensiones o atención a la dependencia (públicas, claro está). Convirtiendo bienestar público en negocio privado o, dicho de otro modo, trocando derechos universales de la ciudadanía en servicios para clientes que puedan permitírselos.
Pero ciertamente, debiéramos decirles que sí, que estamos de acuerdo, que hay que cruzar todas sus líneas rojas... Pero las reales: hay que recortar ferozmente las subvenciones a banqueros y empresarios dadas bajo el principio de “socialización de las pérdidas” para transformarlo en un verdadero esfuerzo compartido (más allá de la creciente “privatización de las ganancias”), hay que limitar sin que tiemble el pulso el volumen de esa casta política que vive a costa del erario público y sus propios salarios y prebendas...
Porque, tal como nos tratan, acabaremos por sentirnos, en medio de sueños que no nos dejan dormir, como el Gregorio Samsa del (genial) oficinista Kafka: insectos encorsetados (burocráticamente sometidos) en un rígido caparazón, sin capacidad de maniobra...Pero, bueno, al fin y al cabo los insectos son la clase animal (como buena parte del filum de los artrópodos) que, pese a la brevedad de su vida individual, tiene más resistencia colectiva, conjunta, a los avatares del medio... ¡Todo un ejemplo!.
DdA, XXI/5.959
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