jueves, 13 de marzo de 2025

¿QUÉ TAL SI LES HACEMOS CASO Y DEJAMOS DE SER BUENISTAS?


Escribe Tecé: Nos llaman buenistas y razón no les falta en eso. Lo somos. Quizá deberíamos empezar, desde ya, a jugar a su juego. A dibujar un nuevo futuro en el que todo sea posible. Uno en el que las líneas rojas, como las que los amos del mundo pisotean a su antojo, dejen de ser respetadas también por nosotros. Somos muchos más, así que también tenemos el poder de dibujar y cuando el ser humano decide dejar de ser buenista la capacidad imaginativa es amplia.


Gerardo Tecé

Mientras Donald Trump persigue a niños de piel oscura y prepara Guantánamo para convertirlo en una gigantesca cárcel para personas inmigrantes, su socio, su bro, su colega listo Elon Musk vive obsesionado con la idea de que el ser humano se convierta en inmigrante en Marte. Lo explicaba hace unos días en el programa de Iker Jiménez –buen signo de estos tiempos que aquello con lo que antes nos echábamos unas risas sea hoy fuente de información política– Varsavsky, íntimo amigo de Musk afincado en España. Propagandista de la ultraderecha, millonario y propietario de un imperio de clínicas reproductivas, el tipo le contaba a Iker –amigo, esclavo y siervo de todo lo que huela a millonarios jugando a ser dioses– el proyecto común que Musk y él se traen entre manos. Elon y yo estamos de acuerdo en que necesitamos un plan B alternativo a la Tierra y eso se llama Marte, decía, porque el riesgo de guerra nuclear, grandes pandemias o catástrofes naturales en nuestro planeta es elevado. Sin detenerse a analizar el hecho del negacionismo climático del gobierno de su amigo, sin ni siquiera echarse unas risas con aquel vídeo en el que Musk contaba cómo, en su ansia por destrozar lo público, suprimió el programa de prevención contra el ébola, el millonario sentado a la mesa de Iker continuó explicando el proyecto de Musk.

El problema de crear colonias de humanos inmigrantes en Marte, argumentaba, es que llevar a miles de personas hasta allí tiene un elevado coste económico. Sería más sencillo, por tanto, mandar tanques llenos de embriones congelados. Por lo que cuesta enviar a una persona a Marte puedes mandar miles de embriones. Podríamos convertir el medio millón de embriones descartados por parejas sometidas a tratamientos de fertilidad que tengo congelados en mis clínicas, decía entusiasmado, en futuros habitantes del planeta rojo que crecerían y vivirían en instalaciones compatibles con la vida humana que mi amigo Elon fabricaría allí. Iker trataba de contenerse para no tocarse en directo y su invitado continuaba con su exposición. Una vez en Marte, todo sería bastante sencillo, ya que estos embriones se podrían implantar en mujeres desplazadas al planeta rojo –como alguien decía, El Cuento de la Criada ya no es ficción, sino documental–, o incluso podríamos utilizar úteros artificiales para agilizar el proceso. Una vez nacidos, se trataría de un simple cambio de paradigma y que cada madre y padre se encargaran de criar a 20 o 30 niños, concluía. Los millonarios no siempre son conservadores, cuando se trata de jugar con la vida de otros sí tienen la mente abierta.

Los ricos de antes disfrutaban de su riqueza con discreción y en silencio. Los de ahora no sólo se dejan ver, sino que exigen que los miremos. Dioses psicopáticos que fomentan el caos y la destrucción en nuestro planeta mientras nos regalan una salvación de naves espaciales y mujeres incubadoras que para ellos no es más que alimento para un ego enfermo e interestelar. Un tuit para deshumanizar a nuestros vecinos inmigrantes y el siguiente para preservar la humanidad metiéndola en cohetes. Nos llaman buenistas y razón no les falta en eso. Lo somos. Quizá deberíamos empezar, desde ya, a jugar a su juego. A dibujar un nuevo futuro en el que todo sea posible. Uno en el que las líneas rojas, como las que los amos del mundo pisotean a su antojo, dejen de ser respetadas también por nosotros. Somos muchos más, así que también tenemos el poder de dibujar y cuando el ser humano decide dejar de ser buenista la capacidad imaginativa es amplia. Campos de concentración en los que encerrar a los caciques globales que atenten contra los derechos humanos o la salud de nuestro planeta. Incautaciones masivas de grandes fortunas para arreglar el destrozo que han provocado. Cohetes que los lleven a Marte a ellos. Laboratorios en los que experimentar con embriones sacados de esta gente que lo tuvo todo desde la cuna y, en lugar de disfrutar su privilegio, acabó obsesionada en joderle la vida a quien no tenía nada. Capacidad creativa tenemos todos. Simplemente se trata de hacerles caso y dejar de ser buenistas.

CTXT

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