Muy de agradecer, después de que este Lazarillo lleve leídas con mucho aprovechamiento medio centenar de páginas del libro del novelista y ensayista indio Pankaj Mishra El mundo después de Gaza (ed. Galaxia Gutenberg, 2025), la entrevista que publica CTXT con el autor. El libro lo encabeza Mishra con una cita de Primo Levi: "Nosotros, también, estamos tan deslumbrados por el poder y el dinero que olvidamos la fragilidad de nuestra existencia: olvidamos que estamos todos en el gueto, que el gueto está vallado, que fuera de la valla están los señores de la muerte y, un poco más allá, el tren que espera". Para Mishra, la democracia ya ha sido vaciada en muchos lugares y en Europa y Estados Unidos está llegando a tener tintes de farsa. Entiende que occidente no solo obstruye, sino que habilita la destrucción y el asesinato masivo por parte de Israel en Gaza y Cisjordania. Y, a pesar de algún ruido, no hay consecuencias reales para Israel.
Kzysztof Katkowki
En el genocidio en curso en Gaza, el debate sobre el colonialismo, el imperialismo y sus consecuencias está más vigente que nunca. En este contexto, el nombre de Pankaj Mishra resuena con fuerza entre quienes buscan comprender las tensiones entre Oriente y Occidente desde una perspectiva crítica. Novelista y ensayista, Mishra se ha convertido en una de las voces más influyentes en el análisis de los procesos poscoloniales y la influencia política y cultural de Occidente en Asia. Por supuesto, no ha sido el único en abordar estas cuestiones, pero su obra ha moldeado en gran medida la comprensión contemporánea del impacto del colonialismo y sus secuelas en el mundo actual. Sus ensayos han puesto en evidencia cómo las heridas del pasado colonial siguen determinando la política y la sociedad globales.
Hablamos con Pankaj Mishra (Jhansi, India, 1969), invitado a dar una charla en el CCCB hace ya algunos meses. Mishra es colaborador habitual de The New York Review of Books, The New Yorker y Granta, y autor de El mundo después de Gaza (Galaxia Gutenberg, 2025), su último libro, donde reflexiona sobre las consecuencias geopolíticas y morales del actual conflicto en Oriente Medio.
Comencemos con la cuestión de Ucrania, particularmente en EEUU y el Reino Unido, donde existe la idea de que salvar a Ucrania equivale a salvar la democracia, como vimos en Polonia durante las últimas elecciones. Artículos como los publicados en The Guardian sugieren esa equivalencia entre Ucrania y la democracia a escala global. ¿Por qué cree que no es así?
En primer lugar, debemos separar la realidad de la retórica. La realidad es que Putin lanzó una invasión en Ucrania, destruyendo grandes partes del país y matando a muchas personas. Fue un acto de agresión completamente injustificado; no hay forma de defenderlo. Los ucranianos tienen derecho a resistir. La verdadera pregunta es cómo deberían hacerlo y qué papel deberían desempeñar sus supuestos aliados. ¿Cuáles son las motivaciones detrás de estas alianzas? ¿Cómo persuaden al resto del mundo para que reconozcan esto como un problema? Ahí es donde las cosas se complican, pasando de la realidad al ámbito de la retórica, donde la gente argumenta de manera poco convincente que Ucrania está luchando por la democracia.
La democracia en Europa y en Estados Unidos tiene tintes de farsa. Es difícil que los europeos y los estadounidenses se tomen este argumento en serio, mucho menos una audiencia internacional. ¿De qué tipo de democracia estamos hablando aquí? Y ni siquiera estoy mencionando la situación en Gaza, donde las potencias occidentales están permitiendo asesinatos masivos, un genocidio, contra los palestinos. Esto genera serias dudas sobre su credibilidad como defensores de la democracia. Dejando eso de lado, la forma en que los líderes occidentales y los periodistas enmarcan esta agresión y piden apoyo internacional muestra cuán desconectados están de la realidad. Viven en un mundo propio, y esto es peligroso. Putin es peligroso, pero también lo es la inconsciencia y la ignorancia de muchos líderes y figuras de los medios en Occidente. Esta desconexión se ha convertido en un problema muy serio.
Ha mencionado la desconexión de la realidad. ¿De qué realidad están tan desconectados?
La realidad es que la democracia está amenazada, no solo por Putin, sino internamente en Europa y en EEUU. Persistir con esta narrativa obsoleta de la Guerra Fría de democracia contra autocracia, o el mundo libre contra el autoritarismo, destruirá cualquier comprensión significativa del mundo. Como intelectual, uno se esfuerza por lograr precisión en los conceptos y el lenguaje. Pero cuando escuchas este tipo de retórica parece más propaganda, narrativa autocomplaciente. Esto no se trata de estar a favor o en contra de Putin, o a favor o en contra de Occidente. Se trata de ver la situación con claridad, sin depender de estas ideas que distorsionan la realidad al afirmar que estamos luchando por la democracia.
Los problemas internos de la democracia en Europa y Estados Unidos están profundamente conectados con el auge del autoritarismo en lugares como India, China y Rusia. En Occidente, hay élites que toman decisiones sin planificación ni previsión, ya sea la Guerra contra el Terror o la expansión de la OTAN. Estas decisiones irresponsables hacen que el mundo sea más inestable. Solo hay que mirar cuán desconectada está la clase política en Occidente de la opinión pública sobre Gaza. Grandes mayorías quieren un alto al fuego y creen que Israel ha ido demasiado lejos, pero la clase política y los periodistas ignoran esto. Por eso no resulta convincente afirmar que Putin es el mayor peligro para la democracia. Sí, es un peligro para la democracia en Rusia y más allá, pero hay mayores peligros dentro de los propios países occidentales.
¿Qué qué significa el lema “luchar por la democracia” en este momento? Lo hemos visto recientemente en la Francia de Macron, por ejemplo, pero también en otros lugares, donde los líderes ‘democráticos’ están destruyendo elementos de la democracia. ¿Qué debería significar ahora?
Creo que es como decir que hay un incendio, un incendio muy feroz y grande, y pedir ayuda para apagarlo. Esta es una operación de extinción de incendios, aunque a menudo se adorna con palabras grandilocuentes como “democracia”. Las cosas se han deteriorado tanto ahora que, en esencia, estamos intentando evitar una toma fascista en países que una vez lideraron revoluciones democráticas. Esa es la realidad que enfrentamos.
No hay necesidad de grandes ideas sobre salvar la democracia. La democracia ya ha sido vaciada en muchos lugares. Lo que realmente estamos intentando evitar es una toma fascista. Una vez que logremos eso, entonces podemos empezar a pensar en reconstruir la democracia, pero ese es un proyecto a largo plazo. Líderes como Macron se han estado moviendo hacia la derecha, otorgando respetabilidad a las ideologías de extrema derecha.
Cuando hablamos de democracia, usando definiciones liberales clásicas, también está el tema de la soberanía. Por ejemplo, en las recientes elecciones en India, Modi ganó por tercera vez, utilizando la retórica de la democracia y la soberanía, junto con promesas de combatir la pobreza. Esta es una retórica que también hemos visto en Polonia. ¿Qué significa realmente?
La democracia ha tenido gran aceptación durante más de 200 años. No solo figuras como Modi u Orbán la invocan, incluso líderes no elegidos la han utilizado. El Partido Comunista Chino y la Unión Soviética también han hablado de democracia. Desde la Revolución Francesa, la idea de democracia, en su esencia vinculada a la igualdad, ha mantenido un atractivo innegable. Nadie quiere ser abiertamente antidemocrático, ni siquiera los líderes más autoritarios. Orbán, por ejemplo, puede ser antiliberal, pero aún afirma representar al pueblo. La democracia es un término infinitamente flexible, usado en muchos contextos diferentes porque mantiene su poder emocional y simbólico. Promete igualdad y justicia, por lo que sigue resonando. Pero necesitamos dar un paso atrás y examinar quién la usa, en qué contexto y con qué fines. Cuando Modi la utiliza para justificar actos antidemocráticos, o cuando las elecciones se usan para legitimar el autoritarismo, vemos cómo se abusa de la palabra. Lo que Modi entiende por democracia es muy diferente de lo que Gandhi entendía. Debemos tener cuidado con cómo usamos este término. Si seguimos usándolo de manera acrítica, nos alejamos más de entender el mundo tal como realmente es.
Hay una creciente brecha entre los signos y las realidades a las que se refieren, y se está volviendo más difícil cerrarla. Cuando hablamos de democracia ha mencionado Gaza y su situación. Algunos creen que Occidente no debería interferir ni decirle a los palestinos qué hacer. ¿Usted qué piensa?, ¿qué se debe hacer ahora?
Es un tema endemoniadamente complicado, pero creo que la solución ha estado clara durante mucho tiempo: la retirada de Israel de los territorios ocupados hasta las fronteras de 1967 y el establecimiento de un Estado palestino soberano. El problema es la negativa de Israel a aceptar eso y el hecho de que ahora es una sociedad de extrema derecha fuertemente radicalizada con líderes que no reconocen el derecho de los palestinos a existir. Están destrozando las tierras y las instituciones palestinas. Y luego está el problema más amplio: las democracias occidentales, especialmente Estados Unidos, están apoyando activamente esto. El veto de EEUU en el Consejo de Seguridad de la ONU significa que los esfuerzos bien intencionados del resto del mundo no pueden avanzar. Entonces, aunque se proponen muchas soluciones, ninguna puede tener éxito debido a este bloqueo. Occidente no solo obstruye, sino que habilita la destrucción y el asesinato masivo por parte de Israel en Gaza y Cisjordania. Y, a pesar de algún ruido, no hay consecuencias reales para Israel.
Algunos opinadores, particularmente de la izquierda en Europa, dicen que esta es una lucha más grande entre el Norte Global y el Sur Global. ¿Estás de acuerdo o es una simplificación excesiva?
Definitivamente es una simplificación excesiva. Está ocurriendo algo más peligroso. En Europa y EEUU, un gran número de personas con ascendencia del Sur Global –como afroamericanos o inmigrantes de lugares como India y Pakistán– también están disgustados y enfadados por las políticas occidentales sobre Israel. No se trata, entonces, solo de una división Norte-Sur; también es una división racial dentro de las sociedades occidentales. Esto es una amenaza seria.
¿Existe la posibilidad de que emerja una solidaridad o una lucha común entre diferentes grupos, como intelectuales ucranianos y palestinos, o activistas árabes en general?
El problema para la izquierda es que ha estado bajo ataque durante mucho tiempo y ha sido deslegitimada. Las clases políticas y periodísticas han purgado a los que consideraban demasiado de izquierdas, por lo que la izquierda está pobremente representada. Pero, tienes razón: es posible que los grupos marginados puedan unirse y formar algún tipo de frente. Tal vez Gaza catalice eso. Definitivamente hay una oportunidad para que se forme una solidaridad internacional, como una versión moderna del Frente Popular de los años treinta.
Entonces, ¿se considera más optimista o pesimista en cuanto a la democracia, teniendo en cuenta todo lo que hemos hablado?
Soy pesimista, pero creo que hay algunas señales de esperanza. Aunque los jóvenes en lugares como España o Francia puedan inclinarse a la derecha, en EEUU y Reino Unido muchos están aceptando cada vez más el socialismo. Encuesta tras encuesta vemos que los jóvenes estadounidenses piensan que el socialismo es una buena idea. Lo que me da esperanza es la movilización política entre los jóvenes. Las protestas contra lo que está ocurriendo en Gaza, por ejemplo, implican un gran riesgo. Muchos jóvenes involucrados verán afectadas sus carreras, pero eso muestra su compromiso con los principios. Por primera vez en mi vida estoy viendo surgir un idealismo político. Viví la era Reagan-Thatcher y las decepciones de Clinton y Obama. En India hemos tenido tragedias similares. Ha sido sombrío durante décadas, pero ahora, a medida que las cosas han empeorado, la gente está despertando. Los jóvenes están protestando, reconociendo que el mundo en el que vivimos es terrible, y ese es un gran cambio.
¿Pero no le preocupa que estos movimientos puedan extinguirse, como en 1968?
Cada situación es única, aunque hay paralelismos históricos. En 1968, Europa y América todavía estaban en proceso de recuperación de la posguerra. Hoy, estos sistemas realmente han tocado fondo. En ese entonces, había esperanza de un crecimiento económico continuo y el capitalismo parecía imparable. Pero ahora, con el cambio climático, la corrupción política y la inestabilidad económica, no existe esa confianza. Las crisis actuales –económicas, sociales y políticas– son mucho más profundas. Los sistemas están colapsando. En Estados Unidos, el principal partido político está en crisis. Respaldaron a un presidente senil que apenas podía mantenerse en pie o hablar con coherencia, y sin embargo, presidió un genocidio en Gaza. Esto no es sostenible. Así que, mientras que en 1968 los sistemas eran capaces de absorber los choques y continuar, hoy la situación es diferente. Económica, social y políticamente, estos sistemas no pueden sostenerse mucho más tiempo.
DdA, XXI/5.938
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