miércoles, 26 de febrero de 2025

MILEI PUEDE LLEGAR A SER VÍCTIMA DE SUS EXCESOS



EDITORIAL

Que Javier Milei mentía cuando hablaba de libertad de prensa era fácil anticiparlo, antes incluso de que ganase las elecciones en Argentina. Como todo buen anarcocapitalista que se precie, sus declarados reparos con el poder en cualquiera de sus formas son mera fachada ideológica. Tanto como candidato como ya en la Casa Rosada, Milei había hecho de su odio a los periodistas “ensobrados” ⎻aquellos que, según el presidente, recibían dinero por mentir para beneficiar al kirchnerismo⎻ una verdadera bandera. Evidentemente, era todo una proyección. El líder de los liberales-libertarios en todo el mundo es un economista mediocre y un jefe de Estado ridículo, pero ha demostrado expertise en acusar al resto de sus propias bajezas.

Para cualquiera que viese habitualmente las entrevistas que Javier Milei concede a un puñado de periodistas oficialistas en Argentina, era obvio que el equipo del presidente definía las preguntas y cortaba fragmentos antes de su emisión, probablemente por algún que otro “desatino” (seamos generosos) del propio Milei durante la grabación. Luis Majul, Esteban Trebucq o Jony Viale son algunos de los masajistas mediáticos del líder anarcocapitalista. Pero nada había desnudado de forma tan obscena la penosa condición del ecosistema mediático mileista como la entrevista del propio Viale tras el escándalo de la cripto estafa LIBRA.

Javier Milei se enreda él solo en una pregunta sin riesgo y responde algo que, según el propio entrevistador-masajista, podría traer un “quilombo” judicial. En ese momento, el asesor presidencial Santiago Caputo interrumpe la nota y le baja línea a Jony Viale: deben cortar ese fragmento y retomar la entrevista en otro punto. Esa parte nunca debió emitirse, pero se coló durante unos minutos en el vídeo que fue publicado en YouTube, evidenciando la actitud servil de este portavoz inorgánico de la Casa Rosada.

Durante los días siguientes, referentes del ecosistema mediático de la derecha argentina optaron por la salida fácil: quemar el cartucho de Jony Viale. Era tan bochornosa la evidencia que ni siquiera trataron de salvar al soldado caído. Lo más sencillo era despegarse de él, fingir su indignación con semejante práctica anti periodística y seguir como si nada. Muchos le soltaron la mano, incluso le criticaron, y Viale amenazó con sacar a la luz las vergüenzas de otros “colegas” del rubro de los periodistas corruptos. Por supuesto, Viale no es ni el único ni el primero que ha puesto su reputación profesional al servicio de Javier Milei, sino simplemente el más torpe de todos ellos.

Antaño lo hicieron otros con Mauricio Macri, un oligarca en condiciones, con hoja de ruta y contactos, y no un advenedizo como “el Javo”. Argentina es un caso paradigmático del poder que tienen los monopolios mediáticos y sus principales figuras públicas para determinar el destino de una sociedad. Durante años, construyeron el relato de la corrupción en torno a la figura de Cristina Fernández de Kirchner, con recursos retóricos tan pegadizos como la famosa “ruta del dinero K”. Nunca nada pudo probarse, por supuesto, pero lograron, a base de un insoportable martilleo, convencer a amplias capas de la población argentina de que Cristina y los suyos “se robaron todo”. Uno puede repreguntar “pero, ¿qué se robaron concretamente?” y difícilmente hallará otra respuesta que no sea “todo”. Así, sin especificar. Y, si se pregunta algo sobre las pruebas concluyentes de este supuesto “robo” kirchnerista, a menudo la respuesta será parecida a “no hace falta… acá todos saben que se lo robaron todo”.

Este irrespirable clima de odio político no solo dinamitó las posibilidades electorales del kirchnerismo en 2015, tras acusar a Cristina Fernández de Kirchner de ser culpable del suicidio del fiscal Nisman meses antes de las elecciones, sino que fue condición de posibilidad para la victoria de Javier Milei. El triunfo de Mauricio Macri en 2015, con el consecuente endeudamiento del país con el FMI, es difícilmente explicable sin la campaña de mentiras, difamaciones y propaganda anti kirchnerista durante aquel año. Y hoy, por supuesto, estos medios buscan ser parte del proyecto destructivo representado por la banda de los hermanos Milei.

No obstante, el poder en Argentina encuentra aquí una contradicción fundamental. Por conveniencia de intereses, jugaron a facilitar la llegada de un personaje torpe, gritón y, sobre todo, como dijo el propio Macri, “fácilmente infiltrable”. Al vincularse con Milei, el ecosistema del poder mediático argentino hace una apuesta arriesgada: los patinazos del presidente salpicarán su credibilidad. Sin duda, el poder hubiera preferido a un oligarca de verdad, a “uno de los suyos”, pero las circunstancias hicieron que muchos de ellos acabasen en el lado de Javier Milei. Y, aunque aliarse con un “loquito” filofascista pueda sonar jugoso, entraña riesgos: puedes terminar siendo víctima de sus propios excesos.

DIARIO RED

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