Siguiendo la tradición de la mayoría de los
presidentes episcopalianos de Estados Unidos y aunque Trump no lo sea –pues
primero se definió como presbiteriano y después como cristiano sin
denominación–, los pasados actos de investidura del cuadragésimo séptimo
inquilino de la Casa Blanca concluyeron con una ceremonia religiosa en la iglesia de Saint
John, próxima a la sede presidencial.
Casi todo el mundo sabe al día de la fecha el contenido de la
prédica con la que la máxima autoridad de ese credo protestante en la
capital estadounidense obsequió al nuevo mandatario, una vez sabidos algunos de
sus planes de gobierno. La obispa Mariann Budde, que durante el primer mandato
de Trump ya le llamó
la atención con alguna recriminación en torno al mal uso que el presidente
hacía de la biblia, le pidió esta vez,
respetuosamente pero con firme convicción, que tuviera
piedad de la gente que tiene miedo ahora, en alusión directa tanto a la gran comunidad de migrantes
indocumentados y refugiados que hay en Estados Unidos como a la comunidad LGTB.
Visto lo visto después con los migrantes colombianos, a los que Trump –el que se dice cristiano sin denominación– pretendió deportar esposados como delincuentes en aviones militares si el presidente Gustavo Petro no se hubiera opuesto, de nada valió que Budde apelara a Dios en su homilía: "En nombre de nuestro Dios, le pido que tenga piedad de las personas de nuestro país que tienen miedo ahora. Hay niños gais, lesbianas y transexuales en familias demócratas, republicanas e independientes. Algunos temen por sus vidas”, subrayó Budde, después de que Trump hubiese firmado la víspera un decreto en el que eliminaba las protecciones a la discriminación de los miembros de la comunidad LGTB y manifestaba que solo existían “hombre y mujer”, sexo masculino y femenino, borrando a las personas trans.
La iglesia protestante episcopaliana ocupa uno de
los últimos lugares en número de fieles en Estados Unidos, pues no pasa del
millón y medio. La iglesia católica, por contra, se ha convertido en la más numerosa confesión religiosa en aquel
país, con algo más de 68 millones de creyentes, sin que el papa
Francisco se haya sentido llamado a adelantarse a la obispa episcopaliana o a
ser al menos tan contundente como lo fue ésta en una materia de fe.
Creo que el papa Francisco debería haberse anticipado a Mariann
Bude con un mensaje similar en la Plaza de San Pedro o mediante
algún tipo de comunicado oficial, y no esperar a que un periodista italiano le
preguntara en un popular programa de entrevistas acerca del asunto. ¿Acaso
sin esa pregunta el sumo pontífice habría eludido manifestarse en contra de las
deportaciones de migrantes en Estados Unidos? Otro tanto, con el permiso de su
superior en Roma, debería haber hecho alguno de los prelados que El Vaticano
tiene en Estados Unidos, a fin de ser coherente con el mensaje evangélico.
No fue así y me parece que, teniendo en cuenta el
crecimiento de feligreses de otras religiones en Iberoamérica y la numerosa
feligresía católica estadounidense, no están El Vaticano y sus ministros para quedarse atrás en
estas circunstancias. Ni el papa Francisco ni sus obispos en Estados
Unidos han estado a la altura de la obispa episcopaliana que de modo muy
directo le soltó a la cara a Donald Trump el mensaje de fraternidad propio del
cargo y la religión que representa. Y esto, en medio de los fastos un tanto
horteras con los que fue glorificado el nuevo presidente.
*Artículo publicado hoy en Infolibre
DdA, XXI/5.900
2 comentarios:
Parece que la Iglesia católica está de acuerdo con las políticas de la extrema derecha en lo concerniente al sexo de las personas y a las prácticas sexuales. Quizá por eso mire sólo a ese lado y no quiera ver los otros asuntos, como las deportaciones de personas indocumentadas.
Si uno supiera el voto de los obispos españoles comprobaría, estimada Folía, que esa tendencia ideológica es la más votada. Algunos de ellos hasta lo dejan ver, menos ahora con Francisco que antes.
Publicar un comentario