«El que no inventa no vive.»
José Ignacio Fernández del Castro
No querer inventar algo cada día es conformarse con lo que hay... Sentir cada aurora como mera inercia de lo dado que se perpetúa sin remedio. En suma, dejarse llevar, vegetar sin atreverse a vivir... Dirán los intelectuales orgánicos y los correveidiles de los poderes establecidos que sólo los elegidos (así, una pequeña élite y bastante masculina) pueden inventar, que la innovación sólo está al alcance de quienes son capaces de alcanzar eso que ahora llaman excelencia... Pero, en el mundo de cada día, innovar e inventar es simplemente mostrar la voluntad de hacer algo nuevo, algo no explorado, algo que desborde las convenciones y las costumbres, algo que se salga de lo normal, de lo habitual... Y estar dispuesto a realizar esa apuesta cotidiana ya es bastante: es vivir. Y merece la pena gritarlo con Ana María Matute en su centenario. Porque la vida nos llega sin manual de uso, especialmente para tiempos oscuros como los que nos amenazan bajo los intereses de los amos del mundo (y nuevamente el masculino es estrictamente descriptivo como refleja la imagen de la toma de posesión presidencial de Donald John Trump)… Así que vivir implica, para el común de los mortales, improvisar.
DdA. XXI/5.900
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