Gracias al autor del artículo, que da voz con frecuencia a la gente de los en su mayoría despoblados pueblos leoneses en el diario La Nueva Crónica -sobre todo a los que más memoria guardan de su vida cuando más vida había en ellos-, se entera este Lazarillo de la razón por la que el club de fútbol de la capital no tiene noble atlético ni monárquico, sino cultural, algo que siempre me hizo proclive a sentir una cierta simpatía por La Cultural, tal como se llama popularmente al club en aquella querida ciudad. Que la protagonista del texto escrito por Fulgencio haya sido a la vez alcaldesa con una dictadura y reclusa con otra, es una de esas paradojas de la historia que bien merecen ser noticia.
Fulgencio Fernández
María Sánchez Miñambres, ‘la coja de Marzanas’, que decían
los leoneses de su época, fue uno de esos personajes fascinantes, llenos de
contrastes e incluso paradojas, dignos de estudio y recuerdo, merecedores de
ser inolvidables. Un detalle, el motivo por el que hizo historia fue el de
haber sido la primera
mujer concejal de España en una ciudad y también la primera del Ayuntamiento de León y ostentó este cargo ‘de la mano’
de la dictadura de Primo
de Rivera.
Tan solo una década después, otra dictadura de parecido signo, la de Franco, la metió en la cárcel. Lo que ha llevado a algunos
historiadores, como el profesor Javier Rodríguez, a pensar que «seguramente
buscaron a una mujer florero, en 1925, y se encontraron con una mujer libre,
incluso rebelde».
Aquella elección no había sido
democrática, en votación, sino realizada directamente por los representantes en
León de la dictadura de Miguel Primo de Rivera. El dictador había decidido
darle cierta presencia a las mujeres —de determinadas características, por
ejemplo que no fueran madres— y ahí pensaron en María Sánchez Miñambres,
una mujer culta, colaboradora en las revistas de la época y amiga, por ejemplo,
de Miguel
Canseco,
que fue el primera presidente de la Cultural y María la primera mujer socio de esta entidad
que debe su curioso nombre precisamente a aquellos ‘aires nuevos’ que buscaba
Primo de Rivera. Pedía el dictador que para ser elegido para cargos relevantes
fueran gentes conocidas en sus ciudades por pertenecer o impulsar, por ejemplo,
sociedades culturales o deportivas. Mejor ambas, debió pensar Canseco, y llamó
al nuevo club Cultural y Deportiva...
Se cumplirá en este año 2.025 un siglo de su elección para ser concejala de León.
Conviene destacar que fue la primera concejala «de la ciudad» pues otra mujer
leonesa, Felipa
Piñero,
fue elegida unos meses antes para el mismo cargo en el ayuntamiento de Villablino. Y mientras la leonesa tomo
posesión el 18
de noviembre de 1925,
la lacianiega lo había hecho exactamente cinco meses antes, el 18 de mayo. Y
todavía unos meses antes, en octubre de 1.924, había sido elegida alcaldesa de
un pueblo de Alicante otra mujer, Matilde Pérez.
Le dejaron a la nueva concejala
temas que parecían entonces «más femeninos», vinculados a la asistencia social
o la educación y ahí ‘la Miñambres’ ya mostró su carácter —que parece ser que
podía ser dura y dulce casi sin solución de continuidad— y las actas
municipales recogen importantes actuaciones; por ejemplo, negándose al cierre
de escuelas
de niñas e
impulsando la creación de nuevas aulas en lugares con problemas de
escolarización.
El apodo ya apuntado, ‘la coja de
Marzanas’, nos lleva a una familia
burguesa,
de evidente poder económico pues el mote le viene de una caída que tuvo de su
caballo practicando la equitación en la finca familiar, algo impensable en las
familias de clase media de la ciudad. Tampoco era nada habitual en ‘aquel
León’ (María nació en 1.889) ver a una elegante joven pasear con un gran perro
o que se fuera a estudiar en La Sorbona, ante los problemas que encontraba para hacerlo en
León y buscando alejarse del conservadurismo de la sociedad leonesa y,
seguramente, de su propia familia.
Su estancia en París provocó un cambio evidente en su forma de ver la
sociedad leonesa, y sus modos y costumbres no encajaron nada bien en la sociedad franquista, pese a estar documentada su buena
relación —tal vez anterior— con Pilar Primo de Rivera. Y así fue condenada por
ese delito tan repetido y genérico de «auxilio a la rebelión», sufriendo una condena que no es
ninguna broma: 12
años,
que cumplió en San
Marcos, Villafranca y,
sobre todo, la prisión
de mujeres Saturrarán, en Motrico.
Salió de la cárcel en 1941 y se
dedicó a atender los negocios de la familia... sin abandonar las paradojas;
como son su relación —y protección— del famoso anarquista Laurentino Tejerina, a quien parece que dejó su casa,
y su mecenazgo del grupo
teatral Grutelipo (ya
en los setenta) del que basta recordar el nombre que esconden estas siglas: Grupo de Teatro Libre y Popular... que a buen seguro las
autoridades de la época no descifraron pero ‘la Miñambres’ sí conocía aunque,
seguramente, le dio igual. Era así.
Mil puertas abiertas para seguir
conociendo la historia de esta mujer singular y paradójica, como también lo fue
en sus artículos en la prensa de la época como explicaba Marta Prieto hace unos días en LNC (La revista
‘Isis’ y María Sánchez Miñambres), pero aquí solo se trata recordarla y
despertar la curiosidad por ella, que fue concejala en León hace un siglo, casi
nada.
LA NUEVA CRÓNICA
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