Bernardo Álvarez Villar
“Hay que recordar”, insiste Alejandro Álvarez (Trascastro, 1956), “que este es un conflicto de éxito”. Es fácil olvidarse de ellos a lo largo de las 400 páginas de No era imposible. Crónica del conflicto laboral en Duro Felguera, 1989-1999 (Hoja de Lata,2024), una crónica detallada y exhaustiva de uno de los conflictos laborales más duros y prolongados de los años de la reconversión industrial española. A lo largo de una década de lucha sostenida, los trabajadores reaccionaron a los 232 despidos de la empresa una huelga de hambre de 52 días, numerosos sabotajes y un encierro en la torre de la catedral de Oviedo de 318 días.
“La de los despedidos de Duro Felguera que entre 1993 y 1997 pelearon por sus puestos de trabajo”, escribe el historiador Rubén Vega en el prólogo, “es, sin duda, una peripecia singular. Extraordinaria. Digna de ser recordada. Desafiaron a una gran empresa, dos Gobiernos y un banco. Y por momentos se enfrentaron agriamente incluso a quienes deberían haber sido parte de 'los suyos', a sus propios sindicatos. Lograron sacudir estructuras y poderes firmemente consolidados”.
Al escribir el libro, ¿has tenido la impresión de estar haciendo arqueología, de levantar acta de un mundo y un movimiento que ya no existe?
No hice este libro con afán de investigación arqueológica, sino de bucear en el pasado para sacar lecciones para el presente y para el futuro. Pero es verdad que no es fácil imaginar un conflicto como este, y que haya un colectivo que decida que o nos salvamos todos o no paramos. Eso ahora no es fácil porque hay que tener una conciencia de clase muy arraigada y una conciencia de lucha muy firme, hay que tener claros los objetivos y las estrategias. En este conflicto confluyen todos esos aspectos, y hoy un conflicto tan largo y prolongado no es fácil imaginarlo. Eso no quiere decir que no vuelva a suceder. Me gustaría que este libro sirviera para que los trabajadores vieran que es posible.
¿Y qué ha pasado en estos treinta años para que algo así sea casi impensable?
Fíjate que empezamos en el año 89, que es un año muy significativo desde una perspectiva histórica. Cae el Muro de Berlín y muy poco tiempo después el capitalismo tiene un triunfo total. Tiene lugar un desarme ideológico de las organizaciones sociales y políticas de la izquierda. El neoliberalismo viene con una tremenda carga ideológica que va calando y es cierto que las organizaciones, incluso las más combativas, aflojan. Yo recuerdo en los años 90 esa sensación. Hoy las contradicciones que dieron lugar al conflicto se dan igual, pero quizás la respuesta no es la misma
Sin embargo, estamos asistiendo a un proceso de precarización y devaluación del trabajo. Hay que reconocer que es un éxito del capitalismo. Otro factor son los nuevos modelos de organización del trabajo a través de la parcelación. En Duro Felguera se ve ese proceso en el que estaba el mundo empresarial entonces, de segregación y de separación de los trabajadores. Pasan de ser trabajadores de Duro Felguera a trabajadores de hasta veintitrés empresas diferentes. Pero es que además está todo ese proceso de subcontratación, en el que la devaluación va hacia abajo, de tal modo que el último es el que sufre las peores condiciones para que los beneficios se mantengan arriba. Las leyes laborales son otro factor, que se han ido modificando desde el año 80 siempre a la baja, y eso generaba miedo entre los trabajadores. En definitiva, se han acumulado una serie de factores negativos en el lado de los trabajadores: temor, precarización, nuevas formas de organización para favorecer la tasa de ganancia del capital, desmantelamiento ideológico…
Te refieres constantemente a la tradición comunitaria y a la memoria de lucha de la Duro Felguera y de toda la comarca, con varias generaciones de obreros conscientes y una conciencia que pasa de padres a hijos. Eso, dices, fue algo que la empresa no tuvo en cuenta a la hora de proponerse despedir a 232 empleados y liquidar la planta.
Esa conciencia tuvo una influencia doble. Ellos vienen de una trayectoria de lucha. En Duro Felguera habían ganado derechos importantes con mucha lucha, incluso con huelgas de meses. Los trabajadores se formaron en un ambiente en el que había unos sindicalistas muy respetados. Además, vienen de una tradición muy participativa. Esa tradición les dice que la lucha renta, que si luchas terminas ganando. Pero después había un medio, que era el de la cuenca minera, que venía de esa tradición. Duro Felguera llegó a tener más de 20.000 trabajadores en los 60, y es difícil que en la población de la cuenca no haya familia que no tenga a nadie trabajando allí, y eso contribuyó a generar solidaridad. Uno de los exdirectivos decía que Ruiz-Ogarrio no conocía la cuenca, y pensó que podía actuar como había actuado en otras empresas porque este hombre viene, por ejemplo, de privatizar y desmantelar Rumasa. Desconocía la cuenca y no lo supo valorar, no tuvo en cuenta ese factor importante que está en relación con una práctica que ellos mamaron y un entorno con ese espíritu combativo. Uno de la directiva decía que el espíritu combativo de Langreo no era conveniente, que yo creo que es uno de los factores que la empresa quería castigar.
“Para la empresa solo somos números”, denuncian en algún momento los trabajadores. Para ellos, era importante su dignidad y que se reconociese su valía y su mérito, no era simplemente una cuestión material.
Eso refleja su armazón ideológico y su conciencia de clase. Ellos tienen plena conciencia del papel que juegan, que es que son instrumentos para la producción y el beneficio, y cuando prescinden de ellos como de un objeto más, se rebelan. Los tratan como cosas, y eso afecta a su dignidad. Están reivindicando una cuestión fundamental, que es su trabajo, que es la base de su existencia, pero al mismo tiempo reivindican su dignidad. Esa conciencia es absolutamente necesaria en los trabajadores, y de hecho una gran baza del capital es desvestirles de conciencia.
A los trabajadores les molestaban mucho gestos de la empresa que consideraban una humillación, por ejemplo cuando la empresa les paga para que se queden en casa, o que les paguen para desmontar las máquinas de la fábrica, y ellos se niegan.
Lo del desmontaje de las máquinas es muy llamativo, porque no solo los despedidos luchan por su trabajo, sino los que están dentro, en solidaridad con sus compañeros, se niegan al desmontaje, y eso provoca que haya varios expedientes de castigo de varios días sin sueldo. Entonces se convoca una huelga para que no puedan castigar a aquellos que se niegan a desmontar la maquinaria, que es una actitud solidaria que supone un sacrificio personal. Se sacrifican los que no están despedidos por los que sí lo están. Entonces algunos dejan de seguir la huelga, entran a trabajar y se quedan dentro encerrados, apoyados por la UGT, por la empresa y la administración. Ahí se produce esa situación en la que tienen en contra al poder político, que manda comunicados de prensa apoyando a los esquiroles que están encerrados. Fernández Villa va con varios autobuses a darles todo su apoyo. Ese es un momento muy peligroso para los despedidos, porque está a punto de quebrarse su lucha. Por eso se inicia una de las acciones más duras, porque necesitaban equilibrar la balanza, que fue la huelga de hambre. Creo que fue una acción necesaria y peligrosa, porque se prolonga durante 52 días.
La estrategia mediática de la empresa iba dirigida precisamente dividir a los trabajadores, a intentar enfrentar los intereses de diferentes grupos.
Hay que recordar que este es un conflicto de éxito, que es la crónica de una victoria. Entre los factores que contribuyen a esa victoria uno es que plantearon la lucha como un proceso de resistencia sin desmayo, y siendo capaces de mantener unidad en el colectivo de los despedidos incluso por encima de los sindicatos y de una parte importante de los no despedidos. Mantener esa unidad fue posible gracias a la inteligencia estratégica y táctica del grupo que dirige eso. Hacen una buena planificación, sabiendo que tienen que someterse ellos mismos al sacrificio para generar empatía social. De hecho, si a pesar de toda la estrategia mediática de la empresa, del gobierno regional y de los sindicatos en algunos momentos, terminan ganando, es porque captan la empatía de la sociedad; y los líderes están siempre delante, nunca mandan a la la lucha a otros. Y no caen en contradicciones. No dicen vamos a hacer esto, y luego no lo hacen. Al principio se intentó desacreditar la huelga de hambre, diciendo que salían por la noche a comer y tal, pero el tiempo pasa y se va viendo que allí no hay trampa. Hay fotografías icónicas. Empieza a haber temores porque llevan la coherencia hasta el final, y se nos muere uno y tenemos un lío. Eso es muy importante para explicar el éxito en el conflicto.
¿Es el conflicto de Duro un ejemplo del tránsito entre la economía productiva e industrial y otra especulativa y financiera?
La propia empresa está precisamente en ese momento de transición. Duro Felguera es un ejemplo muy claro de ese proceso de los años noventa que supone una desvalorización del trabajo. Se está modificando la organización del trabajo para recomponer la tasa de ganancia. Uno, la deslocalización. La propia Duro en ese momento está en México, Marruecos y Venezuela, que le sale mucho más barato. Segundo, la desmembración: las grandes empresas se dividen en docenas de pequeñas empresas, porque eso tiene un doble efecto. Por un lado, los trabajadores pierden mucha fuerza al ser pequeños grupos; y porque en esa desmembración hay una estrategia de desprenderse de aquellas partes del proceso que no generen beneficios para llevarlas a México o Marruecos, donde es mucho más barato. Duro Felguera ejemplifica muy bien esa transición y esas estrategias para desvalorizar el trabajo y aumentar la tasa de ganancia.
¿Dirías que en este conflicto, y en otros de la reconversión industrial asturiana, los trabajadores tienen una postura conservadora, frente a los revolucionarios neoliberales, que impugnan el pacto social con sus políticas? Al final, los trabajadores defendían su comunidad, su comarca, sus familias, sus empleos…
La palabra revolución tiene implicaciones muy fuertes, y está ligada conceptualmente a progreso o mejora. El neoliberalismo es la contrarrevolución del capital, porque se trataba de dar pasos hacia atrás para favorecer los intereses del capital. Aunque es verdad que la empresa hablaba de cambios y de progreso, esos cambios estaban ligados a sus intereses a costa de los intereses de los trabajadores. Era una revolución tecnológica para aumentar los beneficios empresariales a costa de la base social. En el fondo, era una contrarrevolución para privar de derechos conquistados a los trabajadores.
EL SALTO
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