Según sostiene Martín Pallín estamos asistiendo a una tregua que dará pasao a más bombardeos y asesinatos del ejército israelí. Trump ya lo anunció con la posibilidad de expulsión de todos los habitantes de Gaza hacia Egipto y Jordania. El presidente norteamericano, que se forró con el negocio de la construcción, podrá incrementar su patrimonio con la reconstrucción del territorio palestino, para lo que cuenta con un consuegro y empresario inmobiliario a su vera, a quien nombró encargado de los asuntos en Oriente Medio. No nos cuenta el exmagistrado del Tribunal Supremo cuál será la reacción de Europa ante esa solución final, pero con los precedentes no parece que vaya a ser muy distinta a la que ha tenido hasta ahora, asistiendo y colaborando con el gobierno israelí en la mayor de las masacres perpetradas por el estado de Israel contra el pueblo palestino. Quizá Martín Pallín estima esta consideración obvia. Cuando se escribe que los gazatíes están volviendo a casa, debería tenerse en cuenta, a juicio de este Lazarillo, lo que el exmagistrado del Tribunal Supremo pronostica y que bajo las casas destruidas se calcula que fueron asesinados hasta 10.000 familiares de los que regresan.
José Antonio Martín Pallín
Adolf Hitler llegó al poder aupado por su fobia antijudía y por su teoría sobre la superioridad de la raza aria, tesis demenciales que desarrolló en su obra emblemática: Mein Kampf (Mi lucha). Supo, sobre todo, recoger y potenciar el malestar de la sociedad alemana, que se consideraba agraviada por los castigos impuestos en el Tratado de Versalles que puso fin a la Primera Guerra Mundial. Según sus cláusulas, Alemania debía aceptar toda la responsabilidad moral y material de haber causado la guerra, y quedaba obligada a desarmarse, realizar importantes concesiones territoriales a los vencedores y pagar exorbitantes indemnizaciones económicas a los Estados victoriosos. Una vez que Hitler obtuvo la mayoría de los votos (33%), fundó el Tercer Reich, que como ya anunciaba en su libro, tenía que ser una dictadura.
Obsesionado por la necesidad de perseguir y eliminar a los judíos, comenzó por implementar una política segregacionista que consistía en recluir a todas las personas perteneciente a esta etnia en guetos. Esta medida tuvo su origen en el siglo XVI en la ciudad de Venecia, donde los judíos eran forzados a vivir apartados del resto de los venecianos. Se elegía un área de la ciudad para recluirles en condiciones de marginación y sometidos a severas medidas de control y aislamiento. Según los historiadores, el número de guetos en Alemania y sus zonas de influencia llegó a alcanzar la cifra de mil.
La política de guetos, aislados por muros y barreras, no surtió los efectos que Hitler esperaba, ya que las poblaciones oprimidas se revelaban y creaban continuos enfrentamientos con las fuerzas alemanas que culminaron con la revuelta del gueto de Varsovia. Fue implantado en el centro de la capital polaca en diciembre de 1940, hasta su destrucción total en mayo de 1943, un mes después de iniciado el levantamiento armado judío en contra de la ocupación alemana.
Enfurecido por el fracaso, Hitler ordenó a Hermann Goering que convocase una reunión de líderes nazis para preparar y ejecutar “una solución completa del problema judío”, también conocida como “solución final”. Según los documentos encontrados por los historiadores, hubo varias reuniones en una zona cercana a Berlín conocida como la Wannsee. En una celebrada el 31 de julio de 1941, Hermann Goering autorizó a Reinhard Heydrich a preparar y ejecutar un plan que acabase con los problemas que se estaban viviendo. En este encuentro estuvo presente Heinrich Himmler, que había visitado España en 1940. Al finalizar la Guerra Civil, el régimen fascista había creado unos cien campos de concentración por todo el territorio nacional. Es muy posible que Himmler comentase esta iniciativa y la ofreciese a los convocados como alternativa. No tengo datos, pero me someto a las rectificaciones de los historiadores. Inicialmente se crearon cinco centros de exterminio, entre ellos el de Auschwitz-Birkenau, de cuya liberación por el ejército ruso se cumplen ahora ochenta años. Tiempo después, en el juicio al oficial de las SS Adolf Eichmann, que participó en las reuniones, salieron a la luz detalles nuevos. Eichmann aclaró que la expresión “tratamiento apropiado” para los judíos que se recogían en las actas significaba su exterminio.
Paradójicamente, el Estado de Israel ha seguido los métodos utilizados por los que consumaron el Holocausto. Su política se basa en los textos bíblicos. Yahvé proclamó que los territorios de Judea y Samaria, en los que se encuentran Cisjordania y la Franja de Gaza, eran la tierra prometida exclusivamente para los judíos. Con esta protección divina han actuado desde su creación hasta el momento presente. Si uno repasa los mapas israelíes, podrá comprobar que estas denominaciones no existen, todo es el West Bank, es decir, el lado oeste del río Jordán. Admitieron, como toda concesión, una línea de separación de los dos Estados (Green Line).
La convivencia nunca fue pacífica. Ante los abusos violentos del expansionismo sionista ocupando por la fuerza territorios de Cisjordania y la provocación de la Explanada de las Mezquitas, una parte de la población palestina reaccionó con las Intifadas y los atentados suicidas. La inmediata reacción del Gobierno de Israel no pudo ser más acorde con las máximas bíblicas. Las viviendas de los familiares de las personas que habían cometido los atentados fueron demolidas y sus habitantes tuvieron, además, que pagar los gastos del derribo.
Con el pretexto de defenderse contra el terrorismo, el Gabinete israelí, en una reunión del 14 de abril de 2002, acordó la construcción de un muro siguiendo el trazado de la línea verde. No dudaron en cortar poblaciones, obligando a sus habitantes a realizar desplazamientos larguísimos para acceder a las tierras de cultivo, escuelas o servicios sanitarios. En la ciudad de Jerusalén, cerca del Huerto de los Olivos, la altura alcanza los ocho metros. En diciembre de 2003, la mayoría de los Estados miembro de la Asamblea General Naciones Unidas recabaron la opinión consultiva de la Corte Internacional de La Haya sobre la legalidad del muro a la luz del derecho internacional humanitario. Sobre el terreno se puede comprobar hoy que su verdadero designio es el de asfixiar cualquier posibilidad de desarrollo del pueblo palestino. Como dicen: “El muro no nos quita la vida, nos quita la posibilidad de vivir”.
En síntesis, la Corte Internacional de Justicia ha declarado que “la construcción del muro en el territorio palestino ocupado ha entrañado, entre otras cosas, la requisa y la destrucción de hogares empresas y establecimientos agrícolas”. Añade que la construcción, dentro de los territorios ocupados y su régimen asociado, son contrarios al derecho internacional. Jean Ziegler, vicepresidente del Comité Asesor del Consejo de Derechos Humanos de Naciones Unidas, califica la muralla como un verdadero apartheid y considera que se trata de un procedimiento de facto de anexión de territorios por parte de Israel. En definitiva, reproduce la política de guetos. Al franquear el muro que da acceso a la ciudad de Belén se puede ver una pintada impresa que dice: “Entra usted en un gueto construido por los que murieron en el gueto de Varsovia”.
Las bases para llegar a la solución final las pone una sentencia del Tribunal Supremo de Israel que legitima los asesinatos selectivos de presuntos terroristas, aunque con ello se acabe con la vida de las personas que están cerca ocasionalmente. Como se dice en su texto, el terrorista se presenta como una hidra de dos cabezas, por lo que el ejército puede disparar o bombardear sin tener en cuenta los daños colaterales. Es justo reconocer que la demanda contra los asesinatos indiscriminados la había interpuesto una organización de derechos humanos israelí.
El salvaje atentado de Hamás en octubre de 2023 ha sido el pretexto esperado para poner en marcha, definitivamente, la solución final. Desde hace muchos años, la política expansionista de los asentamientos tiene como objetivo expulsar a los habitantes palestinos y reducir su espacio vital. Actúan como los colonos americanos con los territorios que pertenecían a los indios aborígenes. Ahora cuentan además con el Séptimo de Caballería encabezado por el general Donald Trump. No dispongo de los datos, pero seguramente serán impactantes, si se conoce el número de kilómetros cuadrados que se han ocupado.
Para culminar los últimos objetivos de la solución final, Israel, de la mano de su padre protector, los Estados Unidos de Norteamérica, ha emprendido una ofensiva sangrienta, sin precedentes en la historia reciente de nuestra civilización. En el mundo del derecho internacional nadie puede poner en duda que estamos contemplando la consumación alevosa de verdaderos crímenes de guerra y lesa humanidad, definidos en el Estatuto de la Corte Penal Internacional.
El terrorista ya no es una hidra con dos cabezas sino con miles de ramificaciones que pueden ser exterminadas sin miramientos. Las cifras de asesinados son pavorosas. Se elimina a los periodistas que pueden dar testimonio de la masacre. La destrucción se extiende a todas las infraestructuras necesarias para vivir (escuelas, hospitales, viviendas, campos de refugiados, sedes de organizaciones humanitarias) provocando secuelas que aumentarán inevitablemente el número de víctimas.
Lo que estamos viviendo en estos momentos es una tregua y no un alto el fuego. Los bombardeos y lo asesinatos del ejercito continuarán. La solución final se aproxima. Así lo ha anunciado el presidente Donald Trump. Pasa por expulsar a la totalidad de los habitantes de Gaza hacia Jordania y Egipto que, como era de prever, rechazan la propuesta. Gaza tiene una larga franja de playas a orillas del Mediterráneo y disfruta de un clima benigno. Trump, que amasó su fortuna con el negocio de la construcción, no va a renunciar a un negocio muy rentable. Levantar, a coste cero, un centro turístico que necesitará el retorno de algunos habitantes como mano de obra barata.
La Asamblea General de Naciones Unidas y el Consejo de Seguridad tienen la obligación de requerir urgentemente al Estado de Israel que aclare cuál es su posición futura sobre la Franja. Retirarse, dejando a sus habitantes en una situación de penuria y hambre insostenible, o anexionarla como un asentamiento más. Si la comunidad internacional permite esta última opción, el próximo objetivo será Cisjordania y gran parte del Líbano. El difícil equilibrio en el que se mantiene el orden jurídico internacional saltará por los aires. El porvenir, como decía uno de los textos de historia de mi infancia, se presenta oscuro e incierto.
DdA, XXI/5.894 CTXT
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