Félix Población
Dos noticias referentes a la gastronomía asturiana, uno de los patrimonios más deseables por las oleadas de turistas que en los últimos años frecuentan aquella región -privilegiada además en litoral y montaña-, me han llamado la atención en los últimos días.
Por un lado, la llamativa y alarmante información dada a conocer por uno de los más cualificados productores de faba, Abel Fernández, de la localidad de Villayón, que en la temporada 2022/2023 vendió algo más de diez mil kilos de faba certificada, siendo distinguido como el mejor recolector de la región, y que en 2024 acaba de procesar la peor temporada de su vida, con la duda de si llegará a los 2.000 kilos.
Esto se debe al llamado hongo de la antracnosis, derivado de la alta humedad y el calor, y a la grave afección del ácaro blanco: las fabas se empiezan a poner negras y no hay producto que lo remedie, arrasa todo, comenta Abel, que a su vez hace notar también la influencia del cambio climático, con heladas en mayo y pantalón corto en diciembre.
Por otro lado, el gastro-consultor Lluis Nel Estrada presentó recientemenete un documento de trabajo en el Cátedra de Turismo de Oviedo Origen del Camino según el cual la rica y variada oferta gastronómica de Asturias corre serio riesgo de perderse ante el llamado fenómeno de la gastrificación, que es como al parecer se denomina el auge de la comida rápida. Cierran los chigres y se abren espaciosas hamburgueserías y otros establecimientos ajenos a la comida regional y que cuentan al inaugurarse, además, con la generosa cobertura publicitaria de algunos medios de información.
Considera Nel Estrada que ante esta notable pérdida de la identidad gastronómica asturiana habría que dotarse de herramientas y antídotos en evitación de que un patrimonio así, fruto de muchas generaciones, quede relegado a la oferta indistinguible y masificada cada vez más boyante. No hay que olvidar, además, que Asturias es una región en manifiesto declive demográfico, con una comunidad envejecida, sobre todo en las zonas rurales, y problemas de mano de obra en el sector hostelero.
Sólo falta que estando en estas nos haya llegado Abel Fernández haciendo hincapié en los serios riesgos de producción que amenazan al plato regional por antonomasia. De hecho, desde hace años, ignoro si por el descenso de la cosecha, por exceso de codicia en los restaurantes o por ambas cosas, no es lo mismo comer un buen plato de fabada a la carta que un mal plato dentro del menú del día. Incluso se hace patente, en la oferta hostelera media que quiere hacer el agosto con el turista incauto, el empleo de faba foránea, de calidad inferior a la faba certificada asturiana. Hasta pueden darse casos, al adquirir el consumidor el producto, que con el alto precio de la faba asturiana se mezclen otras cuya masticación revela esa inferior calidad.
Me decía hace días Álvaro Noguera que notaba en las generaciones más jóvenes de nuestra villa el desconocimiento del humor playu propio de la ciudad de Gijón, cultivado por las generaciones anteriores. A ver si también tiene que ver con esto el declive de la gastronomía regional frente a la comida rápida que apunta Nel Estrada. Lo cierto es que ese humor sonaba más a chigre que a hamburguesería.
DdA, XX/5.865
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