Álvaro Noguera
Los vecinos de Nuevo Roces (barrio gijonés) avistan un jabalí deambulando por el barrio.
Mentira. No es un jabalí; soy yo. Y es que, es tomar bizcochos de soletilla con leche de soja, y el personal no me ve a mi, ve un suido, como dicen los cursis. En cambio si tomo tocinillos de Grado con hinojo y cardamomo lo que ven ye un plantígrado. Un oso que dicen que dice el vulgo ignorante. Incluso instalaron en el descansillo un observatorio, y está todo el vecindario como gilipollas con prismáticos y eso esperando que salga de casa, y yo, que de buenu caigo en bobu, haciendo lo que se espera que hace un oso, poneme ciegu de miel y rascame la barriga.
Debe ser un trastorno genético o de la edad, o ambas cosas. A unos les afecta a la próstata. A mi aféctame con estes mutaciones visuales. Casi me da vergüenza, tal como están les coses. Pero voy a contároslo. Si tomo aceite de palma, me transformo en el valle de los caídos y no veais: todo el rojerío escorriéndome a boinazos.
De guaje pasábame algo parecido, pero al revés. Si tomaba mejillones al vapor transformábame en Paul Newman, pero solo me veía yo, les moces veíenme tal cual; una especie de alien de cincuenta kilos con acné. Voy a consultalo al médicu encargau del tema. Diome cita para el 14 de abril de 1931. Jo; voy a poneme morau esperando.
DdA, XX/5.863
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