Felipe Alcaraz: Panorama de Sevilla el día que murió Luis Cernuda
mayo 22, 2022Panorama de Sevilla el día que murió Luis Cernuda
No me queréis, lo sé (…).
Devolvedme al tiempo del amor.
¿O es posible?
Imposible como aplacar ese fantasma
que de mí evocasteis.
L. Cernuda
Felipe Alcaraz
Ese día de 1963
pasaron por la calle de las Sierpes
un grupo de camareros
con bandejas de plata
y paños de lino
escrupulosamente blancos,
tropillas de curas y monjas,
muchos hombres y algunas mujeres
que caminaban con la mirada gacha,
más algunos militares,
y, como siempre, hubo gente
en las mesas del Casino
y en la terraza del Ateneo,
pero nadie se acordó de ti.
Por las tapias de Torneo
o de la calle del Aire,
entre paredones con grandes cicatrices
de cal sucia,
o por los muros de San Bernardo,
o por la angostura de la calle Acetres,
por la misma puerta de tu casa
transitaron sombras,
y hubo cuerpos también,
y algún perro en rumbo indiferente,
según cuentan,
pero nadie se acordó de ti.
Orearon como de costummbre
cada mañana
las estancias del palacio de Dueñas
o de los Reales Alcázares,
y el casón de los Mañara
o la casa de Pilatos,
y los pasillos abovedados
del Archivo de Indias,
o las naves exaltadas de la Catedral,
y hubo cuerpos y sombras
matando el tiempo por las calles,
entre los sillares de granito
desmigado color pan,
pero nadie se acordó de ti.
Hubo jornaleros en los naranjales
y en los olivares de verdeo,
o cuidando los arriates
de mirtos,
o los huertos delimitados
con mojones bien pactados
en familia,
mientras el agua
secreteaba por los cañaverales
y los niños procesionaban
por Triana
un cristo hecho con tablas de chopo
y latas viejas
pero nadie se acordó de ti,
Luis Cernuda.
Ya no eras de Sevilla
ni de ningún otro lugar,
ni nunca lo habías sido,
hay que reconocerlo,
y dejabas como un puñal
de regomello
esas fotografías bien estudiadas
de pelo brillante,
golondrina sobre el labio,
la raya a escuadra del pantalón crema,
aquellos pañuelos de seda,
una pipa circunfleja,
y también,
no hay que olvidarlo,
un álbum bien pulido de perfiles.
Muchos creyeron
que no decir tu nombre
ni conseguir olvidarlo
era como una maldición,
aunque cuentan que Murube,
honra y espejo de Sevilla,
(Le había dicho Federico)
emocionado el hombre,
publicó unas líneas necrológicas
en las páginas locales,
aunque no podía arriesgarse demasiado,
hay que comprenderlo,
porque aún no estaban recogidas
ni enviadas a Londres
las naranjas agrias del centro.
No regresarías ya más
sin haber vuelto nunca desde entonces.
Es lo que repetía la ciudad
con su inutil eco
de almenas clausuradas
ante el revuelo rancio
de las capas pluviales
y las cofradías derrotadas.
Porque sin duda has vuelto
para alivio de unos pocos
y retranca durísima del resto,
gente ruidosa y poco alegre,
pastores del pudridero,
esos mismos que te querían
entenado y ágrafo.
Ese día de 1963
te quedaste yéndote
Luis Cernuda
para siempre.
De: Como si fuera un fantasma
Ed. Atrapasueños, 2020@
ISBN: 978-84-121993-4-5
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