domingo, 10 de noviembre de 2024

LOS PUEBLOS DEBERÍAN PEDIR LIBROS COMO PIDEN PAN

Este Lazarillo se acaba de enterar, leyendo las informaciones sobre el gran desastre natural que ha sufrido sobre todo la provincia de Valencia, que el agua también ha sido sumamente destructiva con los libros y las bibliotecas de las ciudades más afectadas. Cualquier ocasión es buena para recordar el texto de Federico García Lorca que sigue, pero me parece que siempre que las bibliotecas o las librerías sean destruidas, ya sea por estos desastres, los de las guerras o los asaltos de la extrema derecha que tan bien conoce este país, conviene releer estas consideraciones de uno de nuestros mayores poetas, víctima él mismo de esa extrema derecha incapaz incluso de ser mínimamente solidaria y veraz en sus informaciones cuando toda una tragedia humana asola a muchos miles de conciudadanos. Es de esperar y desear mayor conciencia por parte de los electores valencianos a la hora de acudir a las urnas, porque lo vivido fechas atrás va a costar mucho tiempo en cicatrizar en su memoria. Por cierto, y ya que de libros hablamos, el que mejor a mi juicio contó una riada como la que vivió la provincia de Valencia recientemente es de un autor valenciano: Entre naranjos (1900), del escritor republicano Vicente Blasco Ibáñez.

Biblioteca inundada, pintura de Genovés

Federico García Lorca

 “No sólo de pan vive el hombre. Yo, si tuviera hambre y estuviera desvalido en la calle no pediría un pan; sino que pediría medio pan y un libro. Y yo ataco desde aquí violentamente a los que solamente hablan de reivindicaciones económicas sin nombrar jamás las reivindicaciones culturales que es lo que los pueblos piden a gritos. Bien está que todos los hombres coman, pero que todos los hombres sepan. Que gocen todos los frutos del espíritu humano porque lo contrario es convertirlos en máquinas al servicio del Estado, es convertirlos en esclavos de una terrible organización social.

Yo tengo mucha más lástima de un hombre que quiere saber y no puede, que de un hambriento. Porque un hambriento puede calmar su hambre fácilmente con un pedazo de pan o con unas frutas, pero un hombre que tiene ansia de saber y no tiene medios, sufre una terrible agonía porque son libros, libros, muchos libros los que necesita, ¿y dónde están esos libros?

¡Libros!, ¡libros! He aquí una palabra mágica que equivale a decir: “amor, amor”, y que debían los pueblos pedir como piden pan o como anhelan la lluvia para sus sementeras. Cuando el insigne escritor ruso, Fiódor Dostoyevski, padre de la Revolución rusa mucho más que Lenin, estaba prisionero en la Siberia, alejado del mundo, entre cuatro paredes y cercado por desoladas llanuras de nieve infinita, pedía socorro en carta a su lejana familia, sólo decía: “¡Enviadme libros, libros, muchos libros para que mi alma no muera!”. Tenía frío y no pedía fuego, tenía terrible sed y no pedía agua, pedía libros, es decir horizontes, es decir escaleras para subir a la cumbre del espíritu y del corazón. Porque la agonía física, biológica, natural, de un cuerpo por hambre, sed o frío, dura poco, muy poco, pero la agonía del alma insatisfecha dura toda la vida.”

DdA, XX/5.818

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