Lazarillo
Me acabo de enterar gracias al artículo que firma Silvia Cosío en un diario digital de aquella ciudad. No ha tardado mucho el ayuntamiento de Gijón en acompañar con el retorno de las corridas/torturas taurinas a las fiestas del lugar -que el anterior gobierno municipal había eliminado- la instalación en aquella villa de una gran bandera nacional, emulando las que gobiernos de similar ideario político levantaron en su día en Madrid, Oviedo y Salamanca. El coste al erario público estará entre 35.000 y 60.000 euros, sin que se pueda comprender tal diferencia en el cálculo, a no ser porque el patriotismo de trapo siempre suele salirnos caro y la segunda cifra sea al final la real, sobre todo si -como me temo y por aquello de la estúpida rivalidad ciudadana- se pretende superar en banderona la del alcalde Canteli en Oviedo. Sustraída esa cantidad de los presupuestos municipales y de necesidades vecinales más perentorias, falta saber el lugar en el que flamearán los colores nacionales en Gijón, porque al concejal de Vox no le gusta el viento que sopla en El Humedal -donde antaño estuvo la Plaza de los Mártires franquista- , dado que podría atentar contra la la perdurabilidad de la enseña patria. Dice Cosío en su artículo:
¿Competirá la gijonesa con la banderona ovetense?"Xixón es una ciudad al límite. No es la única. Este proceso lo están experimentando la mayoría de las ciudades europeas. La mezcla de turistificación, crisis ambiental, guerras culturales en torno a la movilidad, vuelco de la pirámide poblacional, desregularización, malestar, falta de viviendas y ausencia de proyectos de futuro han convertido a nuestras ciudades en espacios incómodos y casi desconocidos para unos vecinos y vecinas que se sienten no solo expulsadas de ellas sino casi como extrañas, o incluso de sobra, en sus propias urbes. El desborde de visitantes está provocando además que muchos servicios públicos de esta ciudad, con EMULSA a la cabeza, que ya venía arrastrando viejos problemas de mala gestión previa, se resientan. El deterioro que está sufriendo Xixón en algunos de sus barrios es más que evidente. Hay suciedad, malos olores y poco personal de limpieza. Sin embargo la alcaldesa ha decido que es una prioridad que una bandera enorme ondee en el centro de la ciudad como si esperase poder tapar con ella todas las miserias de su gestión. Esperemos que una ráfaga de viento no se la lleve por delante, porque entonces solo tendríamos un mástil tan inútil, banal e innecesario como esta exhibición folclórica de patriotismo pueril y superficial de nuestra alcaldesa".
DdA, XX/5.802
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