miércoles, 11 de septiembre de 2024

"LOS REYES, DE ENCARNACIÓN DIVINA, SIEMPRE DISPARARON Y TUVIERON FULANAS"

En el mismo periódico y en las mismas páginas de opinión que firma sus artículos un escritor competente como Juan Manuel de Prada, a pesar de que este Lazarillo no ha podido acabar por aburrimiento la primera parte de su voluminosa y última novela Mil ojos tiene la noche. La ciudad sin luz, publicó uno de los habituales colaboradores de ABC este artículo en marzo de 2.020, durante el confinamiento decretado por el gobierno en los primeros meses de la pandemia de COVID. El firmante dice llamarse Salvador Sostres y me parece que una persona inteligente y culta como Prada, aunque un tanto pedante, debería sentir vergüenza ante compañeros de página como el citado, capaz de identificar, como en el medievo, a la monarquía con Dios, mientras su país era víctima de una auténtica catástrofe sanitaria. Piensa este Lazarillo que con defensores  de esa laya, los reyes y reinas, por mucha que sea su encarnación divina, deberían tener muy corto porvenir, pero a lo peor me equivoco porque hay preocupantes indicios retrógrados en el ambiente, como que una de las nietas del anterior Jefe del Estado (el rey que robó) haya tenido en un programa de televisión una gran audiencia. Decía Sostres hace cuatro años, a modo de pienso con el que nutrir ese tipo de audiencia:


"Los reyes, como los papas, no tienen que ver con los hombres sino con Dios. Es estúpido juzgar a los monarcas con criterios terrenales. La monarquía es un don, una encarnación divina; ni es democrática ni está sujeta a las leyes que los hombres nos hemos dado, ni queda totalmente a nuestro alcance comprender su última profundidad y significado. Un rey es su pueblo, pero representa a Dios. Un rey no necesita aprender idiomas porque su lengua es la eternidad y es nuestra tarea de mortales tratar con devoción de traducirlo, de descifrarlo, aun sabiendo que el ejercicio nunca podrá librarse de nuestra natural imperfección. El único error que cometió el rey Juan Carlos fue disculparse a la salida del hospital. Por lo demás, los reyes aseguran su patrimonio, retozan y cazan. Yo puedo entender los ataques de los republicanos, precisamente por la compasión que siento por su alma tan poco trabajada. Pero es un drama que los que se llaman a sí mismos monárquicos pretendan hacerse las íntegras con sus hipócritas reproches. La defensa de un rey no puede depender de las circunstancias: ni de una opinión ni de una comisión ni de un elefante. A un rey se le defiende con el furor de los siglos, con las catedrales, con la sangre derramada en las batallas ganadas que fundaron las naciones y dibujaron los mapas; y si es poco sólido perder la Fe ante las victorias del Mal o los accidentes de tráfico, no es serio ponerse a enredar con los chismes de una que, porque empató durante un cuarto de hora con un tipo con castillo, se las da de princesa pero todo el mundo sabe que no es más que una fulana. Los reyes siempre dispararon y siempre tuvieron fulanas. ¿Desde cuándo nos extraña? Un rey es un rayo de luz que atraviesa la Historia. Un rey es el vínculo más atávico entre el hombre y la Creación, el hilo de oro del Misterio en la Tierra, y es el deber de sus súbditos respetarlo, obedecerlo y custodiarlo hasta que Dios lo llame de vuelta a su regazo. Lo demás son vulgares formas varias de afectación igualitaria, de deprimente corrección política, de estantería de supermercado. Exigirle ejemplaridad a un rey es rebajarlo a deportista o a secretaria. Los reyes no tienen que dar ejemplo sino presencia, permanencia, esplendor y una heredera a poder ser tan elegante y hermosa como nuestra princesa Leonor."

DdA, XX/5.767

2 comentarios:

Folía dijo...

¡Madre mía!

Félix Población dijo...

Para madre, la del autor.

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