lunes, 9 de septiembre de 2024

LOS DUEÑOS DEL CAPITAL GIRAN HACIA EL FASCISMO


Aníbal Malvar

Los nazis ganan elecciones en Alemania y, en Francia, Emmanuel Macron nombra primer ministro a un señor cuyo partido (Republicanos, el PP de allí) fue el menos votado en las legislativas. Marine Le Pen ya ha manifestado su contento. Algunos medios dicen que el presidente francés se ha marcado un golpe de Estado a la remanguillé, que es como se dice allí.

Se rompe el corazón de Europa, circunstancia poco preocupante si se tiene en cuenta que Europa nunca tuvo corazón, solo bolsillo. Yo no sé por qué dejamos de llamarnos Comunidad Económica Europea, cuando esto de la unión continental es un puro asunto de pasta. La libertad, la igualdad y la fraternidad existen, pero solo entre banqueros y oligarcas. Somos un negocio, no es nada personal.

De un tiempo a esta parte, los dueños del capital se han empeñado en girar hacia el fascismo. Con escaso disimulo. Pero a veces da la impresión de que la peña no nos enteramos. Ayer mismo conversaba con un votante de Vox que me asegura que no es fascista. Tiene carrera universitaria, ha pasado de los cincuenta y presume de leer. Supongo que muchos votantes de Alternativa por Alemania, de Marine Le Pen y de Giorgia Meloni pensarán también que no son nazis ni fascistas. El gran éxito del diablo fue convencernos de que no existe, proclama el dicho. Y eso es lo que está consiguiendo este neofascismo, ese amor por la inhumanidad que no se atreve a decir su nombre.

Yo estoy deseando que un fascista me confiese que es fascista. Ni los de Desokupa se atreven. Yo creo que muchos de los votantes ultras no son conscientes de lo que defienden. Es ignorancia culpable. Nadie con un título universitario puede votar fascismo sin saber que es fascista. El acceso universal (punto de vista occidental, claro) a la información y la ciencia no nos ha convertido en más listos ni más libres. Como siempre ha hecho la humanidad, tendemos a destruir todo lo bello que creamos.

Las razones son ignotas. Quizá es que los seres presuntamente racionales sufrimos una nostalgia genética que nos seduce a volver a ser amebas. O quizá invisibles virus sin cerebro ni conciencia. Yo carezco de la mínima experiencia en el oficio de ser sabio. Por eso quizá valoro tanto el saber. Cuando aporto el magro conocimiento que tengo sobre escasos temas, el fascista siempre te contesta: eso te lo estás inventando. La ignorancia tiene la virtud de considerar falso todo lo que desconoce. Por eso a las religiones les ha ido siempre mucho mejor que a la ciencia. Que se lo pregunten a Galileo.

En una pelea entre Aristóteles y Goliat, siempre gana Goliat. Y es lo que nos está pasando. A mí me inspira más curiosidad que miedo, y eso que de razones para el miedo vamos más que sobrados. Comparto con los poetas el amor por la incertidumbre.

Francia y Alemania ven renacer el fascismo y el nazismo pero muestran tanto pudor en reconocerlo como nosotros, aunque por distintas causas. España, por razones obvias, está avergonzada de su pasado. Incluso el fundador del PP, Manuel Fraga, ministro franquista, se cabreaba cada vez que alguien le recordaba a su jefe Francisco Franco. Francia y Alemania son (fueron) distintas. Allí los genocidas fachas no ganaron la guerra. París celebra cada año el día de su liberación. Los germanos son más cautos, pero también hacen fiesta.

Ahora el corazón de Europa se está quitando la careta, y su rostro tiene rasgos de primera mitad del siglo veinte. Lo que no entiendo es por qué hemos acumulado tanta sabiduría, cuando la inclinación del ser humano es la de desaprender. O eso parece.

DIARIO RED

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